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Especial Navidad

«Cascanueces»: o la metáfora de la diversidad

Por Martin Inthamoussú / Jueves 10 de diciembre de 2020
«El Cascanueces», 2018, archivo del Ballet Nacional del Sodre

¿Por qué es tan conocido el ballet de El Cascanueces? ¿Qué tiene que más de cien años después de su estreno sigue cosechando éxitos? ¿Es posible leerlo desde nuestra contemporaneidad? Martín Inthamoussú repasa la historia de este ballet, su llegada a Uruguay, y abre nuevas miradas y lecturas al cuento.

Cascanueces es uno de los ballets mas conocidos de Tchaikovski, ha sido puesto en escena en muchas versiones con las más variadas interpretaciones. Lo único que permanece en todas las versiones es la música, siendo esta composición una de las más geniales de la historia de la composición musical. Tchaikovski la produce entre 1891 y 1892, y es en ese mismo año que se da el estreno en el Mariinski en San Petersburgo, con coreografía original de Petipa e Ivánov dándole vida y una nueva lectura al cuento original de Hoffmann y su adaptación por Alejandro Dumas. Antes de su estreno, Tchaikovski seleccionó ocho de los números del ballet para la Suite El cascanueces op. 71a, concebida para tocar en concierto y con una melodía tan característica que todos, en cualquier parte del mundo, reconocemos. El raro uso de la celesta (instrumento de percusión con teclado) para la danza del Hada Confite (danza solista de la mujer bailarina sobre el final del ballet) ha sido popularizada mundialmente y versionada en diversidad de estilos.

Este ballet se ha convertido en un clásico de la Navidad y mucho han tenido que ver los medios audiovisuales: Walt Disney utilizó esta música para su película Fantasía y George Balanchine (coreógrafo fundador del estilo neoclásico) televisó su versión de este ballet en 1950 en Estados Unidos.

Afiche de «El Cascanueces» en 2011

En Uruguay, en diciembre, el ballet se muestra en escena cada dos años aproximadamente. Aquí fue estrenado en 1958 con coreografía de Yurek Shabelewsky y la orquesta bajo la dirección de Carlos Estrada. Luego se hicieron varias versiones de distintos coreógrafos. Fenómenos populares como este permitieron que, en 1996, el Ballet Nacional del SODRE estrenara, con la Orquesta Sinfónica en vivo bajo la dirección de Fernando Condon, una versión coreográfica del Maestro Eduardo Ramírez en el Palacio Peñarol. Miles de personas asistieron a ver el ballet en el que María Noel Riccetto formaba parte del cuerpo de baile, en esta versión que requirió de un gran esfuerzo por parte de la institución y cosechó un éxito entre el público pocas veces visto.

Ya en los últimos años el Ballet Nacional, bajo la dirección de Julio Bocca, puso en escena la versión de la coreógrafa Silvia Bazilis, que contó con la participación de Kompañía Romanelli en escena potenciando la narración a través de su fantástica propuesta plástica con sus muñecos.

Afiche de «El Cascanueces» en 2012

Pero ¿qué nos cuenta el Cascanueces? Vemos la historia de Clara, una niña que recibe un cascanueces como regalo de navidad por parte de su tío Drosselmeyer. Al llegar la medianoche unos ratones aparecen despertando a Clara, el Cascanueces cobra vida  y se enfrenta con el Rey Ratón a quien logra vencer, y así el Cascanueces se convierte en un príncipe. Clara y el príncipe viajan a otra dimensión donde se encuentran con copos de nieve, flores, hadas, personajes fantásticos que los guían hacia el país de los dulces donde disfrutan de la danza española, árabe, china y rusa. Luego de ese viaje Clarita despierta en su casa, dándose cuenta que todo había sido un sueño. O quizás no…

La cultura contemporánea siente la necesidad de traducir la historia de Clara y el Cascanueces. Es en este ballet en el que, como dice María José Ruiz Mayordomo, podemos

mostrar las metáforas de la vida, de la lucha entre la violencia y el deseo de paz, la diversidad cultural, la naturaleza de la primavera invernal con la que Clara —su protagonista— se interrelaciona durante un viaje soñado por el mundo fantástico gobernado por un hada de azúcar. Y en este viaje, Clara va acompañada por un cómplice muy especial: el Cascanueces, soldado mágico de madera, reminiscencia de aquel soldadito de plomo reflejo de la otroridad diferente[1].

Esos procesos que nos enfrentan a la otredad y la diversidad en nuevos planos también necesitan de un compañero real, un humano que nos guíe. Cascanueces permite una mirada a la diversidad y a nuevas identidades en un mundo onírico, pero que no se refleja en el real. El mundo en el que vive Clarita y donde despierta no es diverso, no le da la bienvenida a la otredad. Y de alguna manera nos interpela como observadores hacia un cuestionamiento más profundo. ¿Cuál es nuestro mundo? En esta visión lo foráneo, lo extranjero, la otredad son solo posibles en el mundo de los sueños pero jamás serán parte de esta realidad.

Afiche de «El Cascanueces» en 2017

Por estos temas, y tantos otros, Cascanueces tiene y tendrá vigencia siempre que veamos estos tópicos con una perspectiva que nos potencie y nos invite a pensar la construcción de la identidad de una ciudadanía crítica y reflexiva.

 

[1] María José Ruiz Mayordomo en Codolario.com La revista de música, 2018. 

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