*Extractos de un diálogo entre Rita Fischer y el curador Manuel Neves en noviembre de 2021, publicado como parte del catálogo que la Galería Xippas lanzó este año. 

Manuel Neves: Esta serie de obras, Pasajes extáticos, Extatique y Vislumbrar Extático, que comenzó en Montevideo en el 2018, ¿podríamos decir que tienen su génesis en la exposición Deriva, realizada en la Galería Jeune Création de París en junio del 2009? 

Rita Fischer: Sí, en ese momento comencé una serie de pinturas en cajas, paisajes indefinidos a los que llamaba «Nulle part», donde superponía velos transparentes, dejando entrever materias. Aparecían ya en estas pinturas ramificaciones y elementos atmosféricos como humedades, que remitían a la idea de paisajes y naturaleza; me interesaba mostrar que había un espacio inalcanzable detrás de la tela transparente, un espacio que sabemos que existe pero no logramos ver en su totalidad. Quería lograr una pintura híbrida en cuanto a su materialidad y que estuviera en los límites entre lo bidimensional y tridimensional, lo que se forma o lo que se destruye.  

MN:  Usted comentó «estar inmersa en una situación pictórica es estar en un retiro». Entonces, si pintar es estar en un retiro, ¿ese retiro es una situación temporal? ¿Qué relación establece ese retiro con la realidad o, más específicamente, con la posibilidad de representar la naturaleza?

RF: El retiro es una cuestión de distancia, el tiempo también es distancia. Necesito esa distancia para comprender mejor lo que me dicen las pinturas. Se generan situaciones que tienen que ver con el tiempo detenido que muestran las pinturas, el tiempo durante el que pinto, el del observador y los tiempos que desconozco y a veces se revelan.

Mis pinturas no buscan representar «la naturaleza», sino que se nutren de lógicas que existen en la naturaleza. 

MN: ¿Cómo fue la evolución de esas obras híbridas (cajas con elementos tridimensionales) a esta serie en la que trabaja con una técnica tan antigua como el temple al huevo?

RF: Diría que los cambios son sutiles, tengo la idea de estar haciendo siempre la misma cosa, como si fuera un ser vivo que envejece, que se encoje, da flores y frutos. En ambas está la idea de fluido, algo que se parece a una respiración, una cadencia que se repite pero nunca es la misma. 

Continúo con la idea de paisajes indefinidos y superposiciones de capas de pintura, el exceso de detalles y cierta ornamentación que distrae y nos pierde. Esta ambigüedad podría contener una potencia de fe, de búsqueda. Siempre hay algo detrás de cada capa, de cada línea, una historia, una posibilidad. Hay una invitación a buscar.

La pintura al temple me ayudaba a crear una nueva indefinición, más nítida, con un enfoque más luminoso y a su vez más incisivo con la incorporación de planos de color que funcionan como huecos y/o figuras. 

Quería hacer mi propia pintura sobre madera con huevo. El procedimiento alquímico de mezclar hasta llegar a un equilibrio: templar, era adecuado para seguir habitando en los límites y zonas medias, la zonas de las posibilidades. 

Trayendo algo tan antiguo quise acercarme a la idea de progreso ya planteada en la obra Novus.

No se puede volver atrás, se puede mirar hacia atrás y creo que debemos hacerlo.

[...] En mi pintura me vinculo con cierta idea de mundo salvaje y artificial a la vez, todo está mezclado. De esas relaciones rescato un misterio profundo que puede llegar a vincularnos con un lugar u otro, un umbral, un estado de retiro en un universo inexplicable. Un lugar donde no hay techo ni cielo, ni horizonte, no hay palabras y lo que hay es inabarcable.