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Laboratorio de palabras

Brotaron libros

Por Virginia Mórtola / Sábado 29 de febrero de 2020

Un año más el Laboratorio de palabras abrió sus puertas a la experimentación: Juanjo, Olivia, Julia, Victoria, Valeria, María Clara, Matilda y Camila trabajaron durante el mes de febrero en sus creaciones literarias, bajo la mirada ingeniosa de Virginia Mórtola. La curiosidad y la diversión fueron los motores de imaginaciones desbordadas y manos laboriosas hambrientas de libros.

Imaginar lo inexistente o lo que parece imposible, bucear en la memoria, encontrar rimas al juntar palabras, descubrir curiosidades chistosas y universos al revés, fueron los caminos por donde anduvimos este febrero en el Laboratorio de palabras. Cada quien eligió su modo de contar, algunos escribieron cuentos, otros formularon preguntas, inventaron chistes, dibujaron historietas y llenaron globitos con diálogos. Todos crearon su propio libro. Buscaron y encontraron los recursos para que el formato del libro también contase, cuidaron todos los detalles, fueron artífices de obras únicas: libros con forma de botella o planeta, guardas llenas de piojos, páginas con sobrecitos que esconden cartas.

Juanjo llegó al Laboratorio de palabras como un vendaval de entusiasmo. En el silencio creativo, en esos momentos en que solo se escuchaba el sonido de la tijera rasgando un papel o un lápiz corriendo veloz, su risa quebraba el clima y contagiaba. Es que él disfrutó muchísimo, tanto cuando escribía como cuando dibujaba. En Una botella loca, su libro de chistes sobre botellas, incluyó varias bromas creadas por sus compañeras, que motivadas por su disfrute, quisieron colaborar. Las ilustraciones, trazadas con humor, personifican a las botellas en situaciones insólitas. Cuando el silencio volvía y todas entraban en el universo de las hojas, Juanjo volvía a sacudirnos con un grito carcajente: «¡Miren, miren! ¡Se cayó por la escalera y se le voló la cabeza!». Claro que con toda esta intensidad no creó un solo libro; Max el perro, su historieta, está inspirada en Pancho el Pitbull de Nico Peruzzo, y cuenta las peripecias de un perro que llega a una nueva familia.

Camila eligió personajes disparatados —al estilo de los figurichos de Horacio Cavallo— y los hizo atravesar una aventura de amistad donde el Mapachoso, la Jirarata, el Unicornio y la Sirena salieron en busca de un espécimen muy difícil de ver: el Balleraptor. El mundo sinreglas, así todo junto sinreglas para subrayar su ausencia también en el título, es un libro de formato circular donde no existe ni arriba ni abajo. María Clara en La vuelta al mundo y Valeria en Planeta tierra, mundo al revés, también eligieron el formato circular, pero con diferencias en el tamaño. Ambas crearon historias en las que un protagonista sale de su casa a explorar el mundo y, a partir de sus descubrimientos, crece.

Un libro lleno de aventuras y Explorar el bosque fueron las obras de Julia. Trabajó con una delicada meticulosidad en ambos. El primero llegó casi por completo desde su casa. Una tarde se fue inspirada y volvió con un manojo de hojas escritas e ilustradas, listas para encuadernar. El otro creció en el laboratorio y se llenó de árboles misteriosos.

Un proyecto ambicioso y muy bien logrado fue el de Victoria. Esta es mi historia, es una historieta en la que dos personajes pelean por contar una historia. Las ilustraciones copan las páginas con gran detalle gestual y mucho humor. Los diálogos, entre pelea y mediación de un tercer personaje, van creando una trama donde todos participan y van desarrollando una historia común.

Olivia trajo una bandeja llena de postres de chocolate y merengue para la merienda compartida que hicimos el último día. Eran tan preciosos que daba lástima comérselos, pero eran tan deliciosos que no quedó ninguno. Olivia tenía muchas ideas para compartir y colaboró en el proyecto de casi todos sus compañeros. A su historia la llamó PIOJOS. Una aventura en miniatura, y empieza así:

—Familia, hoy van a pasar el peine fino. Tenemos que evacuar la cabeza de Agustina y partir hacia la de Giganta. No tenemos mucho tiempo, así que preparen las mochilas.

—Pero papi —le dijo Piojina— ya hice amigos en la escuela.

—Bueno hija, si se quedan van a morir todos.

Piojina, su hermano Niopiox y sus padres emprenden viaje hacia una nueva cabeza, pero no saben lo difícil que será la mudanza. Con gran pulso narrativo y humor creó una historia que todos acompañamos a medida que avanzaba.

Un libro de locos, así tituló Matilda a su primer libro. Allí jugó con las rimas, con el absurdo y creó personajes como «un libro parlante y una oruga cantante». ¿Por qué? ¿Por qué?, fue su segunda creación. Pegó papel glasé y escribió preguntas sin despegar el marcador de las páginas.

¿Por qué nada es como quiero? ¿Por qué son infinitos los colores? ¿Por qué mi sombra crece desde los pies? ¿Por qué las estrellas se ven tan brillantes? ¿Por qué cada persona es diferente? ¿Por qué la luna no se cae? ¿Por qué este libro se acabó?

Todos nos emocionamos.

¿Por qué se terminó febrero y con él este Laboratorio? La tristeza del final tiene su equilibro en la alegría de los encuentros compartidos y los libros creados.

«Los vuelos de los pájaros escriben en el aire antiquísimas palabras, de donde han brotado todos los libros del mundo», dijo Ana María Matute. Del vuelo de estos niños y niñas vimos brotar, de a poquitito, una biblioteca compartida.

Los autores: Juan José Piantanida, Camila Ambrosi, María Clara Gómez, Julia Reyes, Victoria Medina, Valeria Villamizar, Olivia Codesido y Matilda Zavala.

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