Paseos por el arte
Cuatro libros sobre artistas de todos los tiempos
Por Virginia Mórtola / Sábado 30 de noviembre de 2019
«El laberinto de Tristán», de Rubén Nájera y Paulina Barraza (Amanuense, 2019)
El arte, como el desayuno, nos aporta las vitaminas necesarias para alimentar la curiosidad y la imaginación. Colores alegres, esculturas extrañas, retratos originales y artistas extraordinarios pueblan los cuatro libros que Virginia Mórtola nos recomienda para acercar a niñas y niños al mundo del arte y la creatividad en la historia.
Una hoja que se balancea en el aire puede ser la cuna que mece a un insecto o un pequeño barco al aterrizar en un charco. La imaginación crea lo posible. Una piedra puede transformarse en arma o en escultura, dependerá de la sensibilidad de quien la sostiene. Pinceles, óleos, pasteles, hojas, acuarelas, colores, pueden volverse obras de arte. La creación es tan necesaria como el desayuno, porque los seres humanos necesitamos muchos tipos de nutrientes. A través del arte el ser humano se expresa, busca sentidos sobre la existencia, se aproxima a la libertad, despliega su necesidad de atrapar lo inefable, de gritar los dolores, de admirar la belleza, de trasmitir la fascinación por el universo y sus misterios, también sus deseos de compartir y tanto, tanto más.
¿Cómo acercamos a los niños y las niñas a los artistas de todos los tiempos?
Una forma es invitarlos a acompañar a Tristán en su búsqueda, el niño protagonista de El laberinto de Tristán (Amanuenase, 2019), escrito por Raubén Nájera e ilustrado por Paulina Barraza. Esta historia se mueve atrás de una pregunta: ¿Qué es un laberinto? Y tiene como equipaje una bolsa que va recibiendo tesoros: palabras caídas en el césped, un bigote de catón, el canto de un pájaro, el reflejo de un espejo y una flor que parece un beso. Tristán anda con la pregunta y la bolsa en busca de respuestas. La tía Gertrudis intenta ayudarlo, también sus amigos: Pablo (el niño que piensa que las líneas y los colores son más libres que las palabras), Marcos (el niño que lleva pájaros en los bolsillos, bajo la gorra y en las mangas), Renato (el niño que usa bombín y siempre lleva paraguas) y María (la niña que vive en una casa de muñecas). Todos estos personajes han sido llevados al cuento directo de la realidad y homenajean a Gestrude Stein, Tristan Tzara, Pablo Picasso, Marc Chagall, René Magritte y Mary Casatt. Es este un libro que pasea a la poesía sobre el ala de la imaginación. Desafiante y bello, con unas ilustraciones que ponen a jugar las líneas, los colores y el collage. Al final, para deleite de los curiosos, ofrece una breve biografía de cada artista.
Mi primer libro de arte. El amor (Pahidon, 2018) y Mi primer libro de arte. El sueño (Pahidon, 2018), ambos de Shana Gozansky; nos llevan a recorrer la historia de la pintura universal, como si entráramos en una galería de páginas. El recorrido tiene su encanto singular en cada uno de estos libros, porque las obras se van enlazando con frases reflexivas sobre el amor en el primero y sobre el sueño en el segundo. El amor es «dulces mimos» leemos en la primera página debajo del cuadro Las tres edades de la mujer de Gustav Klimt. El amor es «un secreto», dice, y vemos Tarde de verano en la playa de Skagen, de P. S. Krøyer. Cada frase está acompañada por una pintura o una escultura. El libro juega con los contrastes entre la obra y el texto provocando momentos de sorpresa, ternura y humor. Bajo Los bailarines, de Fernando Botero, leemos: el amor «te hace sentir ligero». El libro sobre el sueño, comienza: «Todos dormimos, los niños, los mayores, y también los bebés, los animales del bosque, ¡y los de la casa!»; esta última frase «¡y los de la casas!» está ilustrada por Sueño hollywoodiense es un cuaderno, de Jean Coteau en la que un joven duerme abrazado a un felino. «¡Pero no te duermas mientras comes!», nos advierte mientras vemos Naturaleza muerta con mujer dormida, de Henrie Matisse. Y así, entre la vigilia y el sueño, la ternura y el amor paseamos por las páginas de estas galerías, una onírica, otra amorosa. Ambos libros, al final, presentan todas las obras detallando la técnica, el año de creación, el tamaño y el museo en el que se encuentra actualmente.
Y, para terminar, a quienes pensaban que los artistas son figuras que hay que mantener iluminadas con focos en museos silenciosos, les proponemos jugar. ¿Se puede jugar con el arte? Claro que sí. ¿Pensaban que se puede crear sin jugar y sin ser irreverente? Imposible. Cuadernos de arte. Autorretratos (Combel, 2016), de Patricia Geis es una invitación a retratarnos y conocer cómo lo hicieron los pintores de diferentes épocas. Desde cuando no existían los espejos ni las selfies, hasta nuestra época. Este libro muestra cómo cada pintor encontró su propio estilo para representarse: como si se sacara una foto, como se imagina o como se siente. El libro tiene dieciocho retratos de dieciocho artistas. Empieza con Jan Van Eyck, Albert Durer, pasa por Vincent Van Gogh, Piet Mondrian, Frida Kahlo, Pablo Picasso, Marcel Duchamp, y se acerca al final con René Magritte, Andy Warhol y Vik Muniz.
¿Se animan a retratarse como si fueran el autor de cada obra?
Después, pueden salir a mirar volar hojitas e imaginarles universos, juntar piedras y hacer móviles o encontrar acuarelas y pintar como más les guste. O lo que se les ocurra.
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