literatura infantil para adultos
El dragón blanco y otros personajes olvidados: La inquietud por lo secundarios que somos
Por Virginia Mórtola / Miércoles 11 de abril de 2018
Ilustración de Riki Blanco
Una hermosa nota que surge a partir de la lectura de un libro de Adolfo Córdova: «El dragón blanco y otros personajes olvidados», y en la que Virginia Mórtola nos invita a reflexionar sobre los personajes secundarios de las historias que más nos gustan y cómo pueden ser protagonistas en otras.
Existen personajes secundarios que nos inquietan. Intuimos que tienen más que decir, pero se quedan callados. Esos silencios nos persiguen. Caminan detrás de nosotros. Nos erizan la piel híbrida de escamas, de plumas, de cristales rojos, de pelos largos; curtida por cada palabra secundaria que leímos sobre sus vidas.
Pero, a veces, los personajes pequeños rompen esos silencios, sus voces nos llaman aun después de cerrar el libro.
Silencios que persiguen. Seres que insisten. Personajes sin historia que acompañan a otros.
Así empieza Adolfo Córdova su artículo: «Huckleberry Finn y los secundarios que somos», que pueden leer en su blog Linternas y Bosques, que recomiendo muchísimo. En el artículo reflexiona sobre aquellos personajes de grandes obras clásicas de la literatura infantil y juvenil que acompañan a los protagonistas, y esa reflexión es antesala de un salto largo hacia la ficción. Se interroga sobre los olvidados, aquellos que no tienen voz y viven una naturaleza periférica. Huckelberry Finn fue uno de ellos hasta que Mark Twain decidió dejar a un lado a Tom Sawyer para ofrecerle un libro con el protagónico. Córdova observó el giro y se lanzó por ese rumbo.
«Tú no sabes nada de mí si no has leído un libro llamado Las aventuras de Tom Sawyer; pero eso no tiene importancia», Anuncia Huck en el inicio.
¿Dónde se sabe de quién?
Los personajes pequeños, auxiliares de los protagonistas, golpearon las tapas de sus libros a fuerza de silencios. Abrieron fisuras hacia sus posibles historias. Se agolparon insistentes a los pies de la cama del escritor para que los escuchara. Y Adolfo emprendió una auténtica cartografía: buscó sus pisadas, olfateó rastros, atravesó el portal de la ficción y creó nuevos universos. Así, el alado rey Mono, la hermosa niña de pelo turquesa, el gato de Cheshire, los niños perdidos de Nunca Jamás, el rey cisne y Fújur, el dragón blanco de la suerte tuvieron sus propias historias en El dragón blanco y otros personajes olvidados (2016), un bello libro publicado con gran cuidado por la editorial Fondo de Cultura Económica. Ganador del Premio Nacional de Cuento infantil Juan de la Cabada en 2015 (México) y, luego, incluido en el prestigioso catálogo de White Ravens, en 2017, de la Biblioteca Internacional de la Jueventud de Munich.
Gran homenaje a los secundarios y a los escritores clásicos que los crearon. Gran libro que vale por la idea, la narración, las ilustraciones y como objeto: una joya para amantes de los clásicos. En las recomendaciones de Gretel-UAB se puede leer y comparto: «Al dar vuelta a las últimas páginas de El dragón blanco y otros personajes olvidados queda la sensación de estar frente a un texto inaugural, como si en nuestras manos se estuviese gestando un género nuevo. Y esa sensación se acompaña, indefectiblemente, del deseo de leer más obras como esta».
El libro invita, desde la tapa, a recorrer los laberintos de la ficción. El dragón, blanquísimo, ilumina la oscuridad de la cubierta. Tras él se alzan las ramas del árbol genealógico de los clásicos de la literatura infantil. Los personajes están difusos, como presencias fugaces de otros libros, que aquí se volverán nítidos de historia apenas demos vuelta la página.
Seis cuentos que recrean en su tono narrativo el ambiente de los clásicos. Donde conocemos orígenes nunca antes contados, se nos proponen filiaciones insospechadas, se cruzan personajes de diversas ficciones, se presentan historias paralelas. Adolfo le da vida a otros inexistentes, como la pastelera trágica, hermana de la cocinera de la duquesa, aquella que adoraba poner pimienta a todo alimento que se le cruzara.
Las ilustraciones de Riki Blanco, en tonos oscuros —con una paleta que se basan en el negro, los azules, los grises y el rojo cobrizo—, acompañan con majestuosidad y juegan con el texto, el lector atento encontrará sus guiños.
«Ah, sí, todos somos gigantes», dijo el duque un rato antes de transformarse en el gato de Cheshire, al niño de Liliput que, a su vez, era gigante para las dos motas de polvo que discutían como si fueran el universo. Las vidas son enormes según la perspectiva. Las historias están donde se cuentan y es la mirada curiosa quien observa y produce aconteceres. Cualquier personaje, en su cercanía singular, es protagonista y tiene sus secundarios, que a su vez serán protagonistas cuando se les ofrezca letra a sus circunstancias. Y habrá otros secundarios. En fin, Adolfo captó en ellos, en nosotros, lo gigantes que a veces somos y el esfuerzo que hacemos para que nuestras pequeñas voces no se pierden en el olvido.
El dragón blanco y otros personajes olvidados
Córdova, Adolfo y Riki Blanco
Fondo de Cultura Económica (2016)
Páginas: 128
UYU 850
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