Desbordar la página
El pensamiento vivo de Raúl Zurita
Por Roberto Appratto / Viernes 12 de junio de 2020
Escritura imaginaria en los acantilados del norte de Chile, en «Zurita», 2010.
«Si la poesía es el sentido de tu vida serás poeta lo quieras o no». Poeta es el chileno Raúl Zurita y poeta es Héctor Hernández Montecinos, autor de Un mar de piedras (FCE, 2018), un trabajo que recoge, a partir de más de trescientos reportajes y una estructura en módulos temáticos, el pensamiento poético de Raúl Zurita. Roberto Appratto analiza y recomienda esta edición.
El título de este libro, Un mar de piedras, sale de una frase del poeta chileno Raúl Zurita (Santiago, 1950), autor de varios libros (Purgatorio, Anteparaíso, Canto a su amor desaparecido, La vida nueva, INRI, Zurita, entre otros) que le han valido reconocimientos dentro y fuera de Chile. Es, sin duda, uno de los poetas más importantes de Latinoamérica, de los pocos que se mantienen vigentes como modelos tanto de escritura como de actitud estética. Sus poemas escritos en el cielo de Nueva York y en el desierto de Atacama valen como ejemplos del desborde de los límites de la página escrita, de la necesidad de salir de la condición de poeta, o más bien de expandirla, en un camino que ya lleva más de cuarenta años de trabajo.
Ese camino es el que ayuda a recorrer el también chileno, y poeta, Héctor Hernández Montecinos, en este libro. Como él mismo señala en su prólogo, «este trabajo no lo decidió él, (Zurita) ni me lo pidió, ni siquiera me dio indicaciones al respecto de ningún tipo». Durante más de dos años estuvo recopilando más de trescientos reportajes que le hicieron a Zurita desde 1980, tanto en la prensa chilena como en España y en otros países de Latinoamérica. Son las respuestas a esos reportajes, y no las preguntas ni las fechas, lo que aparece a lo largo de estas más de cuatrocientas páginas: más que una biografía, o una compilación, el libro marca un itinerario por distintas etapas de su vida, dividido en una estructura temática a la cual dotó de subdivisiones que modulan los asuntos y, a la vez, los profundizan y multiplican.
Lo más destacado de este trabajo descomunal de montaje de Hernández Montecinos es que en una misma sección («La oscuridad entonces era absoluta» o «Anteparaíso») coexisten respuestas que pueden distar entre sí diez, veinte o treinta años, que coinciden por el tema al que aluden pero varían en énfasis y en profundidad. Por ejemplo, en la página 269 (sección «Exequias»):
Los grandes poemas fundan historias, fundan naciones: con la Ilíada empieza la historia de lo que entendemos por Occidente. Lo que llamamos «lo humano» nace de las cenizas del troyano Héctor, domador de caballos.
En la 339 (sección «La gran poesía latinoamericana»):
Lo que pasa con Borges es que es demasiado borgiano. Me deslumbra, pero raramente me duele, mientras que Vallejo no siempre me deslumbra, aunque siempre me duele. Creo que parte de la fascinación que ejerce es porque hace sentir inteligente al que lo lee. Cuando uno se olvida de Borges es como descubrir un genio. El «Poema conjetural» solo pudo escribirlo un genio, es uno de los más extraordinarios poemas de la historia de la poesía.
En la 387 (sección «Una desesperada esperanza»):
Toda mi vida se podría sintetizar en una frase: una desesperada esperanza. Creo que algo, algo tiene que emerger, algo tiene que cambiar. Si no creyera en eso, este mundo se parecería bastante al infierno.
Esas respuestas, así de dispersas y casuales, versan sobre la poesía, la poesía chilena, los grandes clásicos, su infancia y adolescencia, su militancia comunista, el golpe de estado de 1973, el párkinson que lo aqueja desde 2005, su permanencia en Italia durante 5 años durante el primer gobierno posterior a la dictadura, el surgimiento del neoliberalismo en Chile, sus proyectos poéticos. Lo que se lee allí son distintas maneras de articular visiones del mundo, que han variado a lo largo de esos 40 años pero mantienen una unidad de pensamiento, una fuerza pasional, una voz que se da el lujo de bromear, de exagerar respecto de las realidades que describe y comenta. Se ve cómo ese pensamiento se mueve y reacciona ante las mismas preguntas y agrega o quita información: es, en definitiva, un monólogo a lo largo del cual la cultura, la inteligencia y la sensibilidad de Zurita aparecen por fragmentos de diario íntimo, en estricto presente, como si cada vez volviera a pensar y formulara un modo poético de responder, una ampliación del pensamiento que se junta, por el montaje, con afirmaciones de tono diferente, y dan al libro una cualidad de obra incomparable. Eso sucede cuando se pasa de una afirmación cotidiana a una reflexión que parece tomarse su tiempo para elevarse por encima de la invisible pregunta. Por ejemplo, la que figura en la página 238, (sección «Gran asalto al porvenir»):
Si la poesía es el sentido de tu vida serás poeta lo quieras o no, no tendrás otra opción, tendrás que obedecer a eso, pero si no es así, fantástico, la vida es muy amplia, hay infinitos caminos, la poesía es solo uno de ellos. Pero si a ti te tocó ser eso, contra la pobreza, contra la soledad, la marginación, contra incluso la demencia, lo vas a ser igual, aunque tu destino sea la soledad, la marginación o la demencia.