Fuera de juego
El rugby de Fermín, entre barro y cervezas
Por Mintxo / Lunes 26 de julio de 2021
Fragmento de portada del libro «Con fina desobediencia», de Fermín de la Calle (Libros del K.O., 2019)
82 historias breves, independientes y ordenadas de forma cronológica bajo el título Con fina desobediencia. Atlas de rugby con olor a cerveza y barro (Libros del K.O., 2019), buscan reunir fragmentos de la historia del rugby a partir de la anécdota.
Acepté reseñar el libro porque somos tocayos con el autor [Fermín de la Calle]. Hay que decirlo. Los Fermines somos pocos —salvo en Pamplona, lógicamente— y merecemos corporativizarnos. Como queda perfecto el lenguaje en cuestión, o sea el del rugby, si nos paráramos en scrum seríamos muy combatientes mientras le buscamos el destino a la ovalada. A ver quién se para enfrente.
Si extiendo un poco más la sinceridad, tengo que confesar que también acepté reseñar este libro, o sea Con fina desobediencia (Libros del K.O., 2019), por otras dos razones:
1. tiene un prólogo de Michael Robinson (1958-2020)
2. el subtítulo incluye «cerveza y barro»
¿Cómo negarse a leer un prólogo de Robinson? ¿Cómo no querer recordar, acariciando el papel, a alguien que significó tanto para el periodismo de habla hispana, aún con su media parla? ¿En qué cabales hay que estar parado? En mi caso fue imposible negarme a las letras de alguien al que descubrí en mi pasaje por Bizkaia [provincia del País Vasco] y continué admirando luego, más allá de las vueltas de la vida. Dijo Robinson antes de su muerte: «El cáncer puede matarte una vez, pero no todos los días» y leer es resucitar(lo).
El punto dos es más fácil de explicar, porque si hay birras es mejor. Ese agregado en el subtítulo es la puerta de entrada a un mundo, el del rugby, famoso por muchas cosas, entre ellas los terceros tiempos, esa especie de confraternidad que se da entre dos equipos que minutos antes se la dieron de bomba. Confraternidad con cervezas, claro, mucha birra para acompañar las consecuencias del partido anterior, para brindar por el juego, a la salud de las anécdotas. Entonces, a partir de estos motivos, las ganas de leer lo que escribe Fermín de la Calle crecen.
Entre la historia y el presente
La lectura es variada y se lleva bien con una escritura muy bien elaborada. Eso ya se puede apreciar desde el inicio, cuando se cuentan los primeros pasos del rugby, es decir el nacimiento de su historia, pero no de la manera en que lo cuentan los manuales académicos, sino mediante una narración llana, didáctica, que genera cercanía, que se parece a las charlas entre cervezas. Por qué el rugby, cuándo nació, la peculiar historia de la ovalada y cómo se propagó el deporte por aquellas colonias inglesas, entre otras, son algunas de las historias iniciales. Lo más llamativo de todo fue descubrir que la selección de Nueva Zelanda hizo su famoso haka por primera vez arriba de un barco que había zarpado de Montevideo. Sí, eso mismo.
Las anécdotas son muchas, los jugadores de leyenda parecen salir de abajo de las baldosas, los equipos míticos y sus hazañas están a la orden de la leída. En particular, me gustaron varias y, tratando de spoilear lo menos posible pero intentando provocar deseo, tiraré algunas como para que paladeen: la Primera Guerra Mundial y sus consecuencias sobre el rugby, entre muchos deportistas-militares muertos y el nacimiento del primer mundial; la relación de Ernesto Che Guevara con la ovalada; un partido entre Inglaterra y Gales que terminó a las trompadas; recordar las corridas de Jonah Lomu con los All Blacks —y perdón el lugar común, pero es el jugar más espectacular que he visto—; un director técnico galés admirador de Federico García Lorca; las particularidades del rugby celta; los mundiales, todos, aunque me quede con ganas del de 2019 —que no llegó a imprenta porque el libro se publicó unos meses antes—, un mundial en el que vibramos con Los Teros.
Dice Michael Robinson en el inicio del prólogo que «El autor de este libro, Fermín de la Calle, es el periodista español más prolífico escribiendo de rugby que conozco. Su conocimiento de la materia solo es superado por su afición y amor por este deporte» y eso, en esta reseña, resume todo lo anterior. Dispónganse a leer, amigas y amigos, no sin antes recordar que «El bote de una pelota de rugby es como la vida misma: a veces te juega malas pasadas y otras te sonríe».
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