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La sutileza de lo abyecto: A propósito de «Injuria», de Apegé
Por Gerardo Beyhaut / Jueves 22 de marzo de 2018
Foto: Javier Calvelo
Si la naturaleza no conmueve, las palabras inventarán el temblor.
Apegé
Detrás del seudónimo Apegé se encuentra Álvaro Pérez García, quien escribió las mejores columnas o crónicas ciudadanas llamadas «Ciudad ocre» y «Decirlo todo» —que ya de por sí merecerían ser editadas en formato libro—, publicadas en La Diaria.
En Injuria (Criatura editora, 2011) se conjuga y se condensa lo mejor de este autor nacido en el setenta y cuatro, criado en el campo, en San José, que se traslada a Montevideo a los dieciocho años.
Estos datos no serían relevantes si no estuviéramos hablando del escritor que mejor relata esta ciudad, su miseria y su inmisericorde devenir, su paisaje, sus personajes y a él mismo en ese entorno.
En Injuria —derrochando talento— nos muestra con sutileza lo abyecto, el fragor del deseo, la belleza de los humanos hechos escombros, la lucha del cuerpo con la moral, la promiscuidad que sustituye al amor, los fracasos en los que nos empeñamos, nuestras vidas mismas.
«La furia», «El niño» y «Manifiesto» son las tres partes del libro, que empieza por todo lo alto, intenso, casi procaz, para desplazarse en la segunda parte a un pasado que quizá justifique la circunstancia del personaje, su tormentosa infancia al ser reconocido como homosexual, y terminar en la tercera parte con un manifiesto escéptico sobre el amor, la soledad, el deseo y la violencia.
La furia
Un hombre homosexual y solitario, que se hunde en el whisky antes de salir en busca de su objeto de deseo, tropezando una y otra vez con personajes inadecuados, temiendo y arriesgándose, hasta físicamente, en esos contactos frugales, casi clandestinos, narrados con una escritura cruda, que muestra la carne viva no solo del cuerpo, sino también de los sentimientos que constituyen la primera parte de la novela.
El niño
Aquí el deseo es curiosidad que se va transformando en desaliento, en desencanto, el niño que se reconoce distinto y ve en su entorno el doloroso rechazo, el intento de «curar» esa diferencia y los eventos que dejarán las futuras cicatrices en el alma del adulto.
Manifiesto
La tercera y última parte de esta novela nos hermana a los humanos en el hecho común a todas las orientaciones sexuales en la búsqueda del otro cuerpo, el deseo como motor de nuestras acciones y como combustible de nuestras frustraciones, siempre marcado todo por el mero azar, por un devenir que excede nuestras potestades y la violencia a la que estamos expuestos en la búsqueda de nuestra satisfacción, que es la misma a la cual estamos expuestos en la búsqueda de satisfacción del otro.
Para alguien puede ser una mala noticia que quien mejor escribe y describe Montevideo sea un hombre homosexual y de San José.
Mala suerte.