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Historias particulares

Las abejas de este mundo

Por Mintxo / Viernes 12 de julio de 2024

Ciertamente, Dave Goulson en Una historia con aguijón motiva a observar las abejas con el detenimiento que merecen. Mintxo escribe sobre cómo ciertas obras de no ficción bien escritas nos sumergen en viajes sin retorno, y cambian nuestra percepción para siempre.

En una casa con jardín en Punta Colorada, revoloteando alrededor unas plantas silvestres, hay unos abejorros. No la abeja que comúnmente conocemos en Uruguay, sino otra, como más peludita y fortachona, con rayas horizontales amarillas y negras. No las molesto y ellas a mí tampoco. Van, llevan, traen, esa historia que se llama polinización. 

Pienso en este libro y sospecho que estoy un poco sugestionado. La abeja se parece pero no debe ser ni cerca uno de los insectos de los que habla Dave Goulson en Una historia con aguijón (Trad. Catalina Martínez Muñoz. Capitán Swing, 2022), el abejorro británico de pelo corto. Si tuviera su contacto le escribiría para mostrarle la foto y preguntarle; porque hasta a eso llegué: fotografié una abeja en el este uruguayo para compararla con sus pares británicos que busqué en internet y, para mí, ignorante en el tema y además chicato, se parecen. También le diría a Goulson que me avise si va a Chile a ver el tipo de abeja que menciona en el libro; estoy cerca, me gustaría reportear su trabajo por ahí.

El abejorro británico de pelo corto tiene una historia particular y de eso trata el libro. Cuando leí la contratapa me sorprendió que el abejorro se extinguió en el Reino Unido pero sigue existiendo en Nueva Zelanda, a nueve mil y pico de kilómetros de distancia si trazamos una línea recta. Pensé en el poder de la migración: la familia de nuestro abuelo también se está extinguiendo en España, pero, en otro país, Uruguay, también a nueve mil y pico de kilómetros de distancia, estamos nosotros, al decir del poeta Ángel González, «el viaje milenario de la carne trepando por los siglos y los huesos» que, en presente y futuro, sostiene el pasado. Migrar. La historia de las abejas se parece a la de los humanos. O viceversa.

Porque este insecto, la abeja, también tiene una historia migratoria increíble, casi de piratas. Cuenta Goulson que, en la década de 1870, Nueva Zelanda había importado trébol rojo desde Inglaterra como forraje para el ganado y los caballos, pero la planta daba pocas semillas y la cosa no rendía. Alguien se dio cuenta de que el problema era la ausencia del insecto: los abejorros polinizaban el trébol en Gran Bretaña. ¿Cuál fue la idea? Comprar abejorros y llevarlos (obviamente) en barcos. El primer intento salió mal y los abejorros llegaron todos muertos porque no tenían ni la temperatura ideal ni flores para alimentarse. Estamos hablando de 1875. Ocho años después, el impulso volvió y ahora sí, con barcos a vapor que tenían unidades de refrigeración (sobre todo para atravesar la línea del Ecuador), las compras empezaron a ser exitosas: en el primer viaje se embarcaron 282 reinas y llegaron 48, en el segundo sobrevivieron 49 de 260. 97 abejorros se encargaron, con el tiempo, de conquistar el suelo neozelandés hasta hacerlo propio, más propio que la tierra donde nacieron.

Así es el comienzo de esta historia fascinante —aunque, es bueno decirlo, empieza antes, con Goulson siendo un niño inquieto con afición por bichitos de todo tipo—. Una historia con aguijón se parece a un libro de divulgación, pero no lo es (entre otras cosas porque, de serlo, no lo hubiera reseñado). Una historia con aguijón tiene la técnica de la crónica narrativa, con el autor en primera persona, contando una historia de la que es parte a través de sus investigaciones sobre el tema, pero en la que también narra viajes, hallazgos y decepciones. Se trata de un libro que tiene mucha información y maneja datos, que en cierto sentido es muy crítico con la sociedad en la que vivimos, pero que no es denso porque Goulson le pone chispa, humor, inteligencia emocional para que aquello que cuenta nos entre fácil, de modo disfrutable, al borde de una novela de aventuras como La isla del tesoro (por nombrar una y salvando las distancias).

Les voy a dejar algunos puntos altos para que se motiven a leer Una historia con aguijón. Puedo decirles que hay un momento en el que se culpa a Adolf Hitler por la desaparición de los abejorros en Gran Bretaña. También cuenta acerca de perros que pueden rastrear los abejorros, se habla de sus enemigos, de su relación con los pájaros, hasta de kétchup e inmigrantes turcos (un capítulo muy interesante sobre la cría de abejorros y sus bemoles). Además, cierra con un capítulo enigmático que habla de migrar hacia la tierra de los antepasados. 

Veo un video en el que Goulson afirma, con propiedad, que «los seres humanos se morirían de hambre sin las abejas». Tiene claro que a la mayoría de los mortales lo único que le importa de los abejas es que no piquen, pero también sabe, y por eso divulga, que los abejorros están desapareciendo ya sea por el cambio climático, por los agroquímicos, por la sobreexplotación de sus hábitats naturales o por la desidia humana en todo sentido. Destaca que no solo hay que protegerlos, sino multiplicarlos, y por ahí nos pican, cierto, pero también nos dan vida: los abejorros (y los insectos polinizadores en su conjunto) son responsables de casi el 75% de los cultivos de consumo directo para los humanos. Recientemente, la diaria publicó un texto titulado «Pérdidas “alarmantes” de colmenas en América Latina: primer estudio estandarizado regional muestra que se pierden 30% al año». Este estudio indicaba que la situación de Uruguay no es nada auspiciosa.

Dice Goulson en este libro: «Tal vez si aprendemos a salvar a una abeja hoy, podamos salvar el mundo mañana». Vamos por partes.


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