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Leé un fragmento de «Ciudad feminista», de Leslie Kern

Por Escaramuza / Martes 02 de marzo de 2021

Compartimos algunas páginas de Ciudad feminista. La lucha por el espacio en un mundo diseñado por hombres, de Leslie Kern (Godot, 2020), un ensayo que recoge la experiencia práctica de la autora y sus investigaciones en torno al diseño y uso de los espacios públicos. Una mirada a la ciudad desde el género, la etnicidad, la diversidad funcional, la clase social y la identidad sexual.

Leslie Kern publicó Sex and the Revitalized City: Gender, Condominium Development, and Urban Citizenship (UBC Press, 2010). Obtuvo un Doctorado en Filosofía en Estudios sobre Mujeres de la Universidad de York. Profesora asociada de geografía y medioambiente y directora de estudios sobre mujeres y género en la Universidad de Mount Allison de Sackville, en Canadá, Kern escribe sobre género, gentrificación y feminismo, y da clases sobre geografía urbana, social y feminista. Por su trabajo, recibió una beca Fulbright y un National Housing Studies Achievement Award. Kern vive actualmente en territorio mi’kmaq, una población rural de cinco mil habitantes (en lo que actualmente se conoce como el este de Canadá), en Sackville, New Brunswick.


LA FLÂNEUSE

Como mujer, nunca había conocido un anonimato o una invisibilidad totales en la ciudad. La anticipación constante de una situación de acoso significaba que dejarse fluir en la multitud fuera siempre una posibilidad algo esquiva. Con todo, los privilegios de tener piel blanca y un cuerpo sin discapacidades me garantizaban algún grado de invisibilidad. Mezclarse entre la gente, recorrer las calles con libertad y sumergirse en una observación distante pero interesada han sido, desde el crecimiento explosivo de las ciudades industriales, los ideales urbanos por excelencia. La figura del flâneur, famosa por su rol en la obra de Charles Baudelaire, remite a un caballero que es un “espectador apasionado” de la ciudad, que ansía “volverse uno con la multitud”, estar en el centro mismo de la acción y aun así ser invisible.[32] Más tarde, el filósofo Walter Benjamin, que escribió mucho sobre la vida urbana, afianzó la figura del flâneur como un personaje esencial de la ciudad moderna, y Georg Simmel, junto con otros sociólogos de la vida urbana, identificó algunos de sus rasgos, como una actitud indiferente o hastiada (“blasé”) y la capacidad de ser anónimo, como inherentes a la nueva psicología urbana.[33] No sorprende demasiado, si tenemos en cuenta las perspectivas de estos pensadores, que el flâneur se imagine siempre como un hombre; y, desde ya, un hombre blanco y sin discapacidades.

¿Acaso podría el flâneur ser una mujer? En la reflexión urbana feminista, ha habido opiniones encontradas sobre esto. Algunas ven el modelo del flâneur como un tropo excluyente que debe ser criticado; otras, como una figura a reclamar. Quienes están en contra, sostienen que las mujeres nunca pueden escaparse de verdad en la invisibilidad, porque el género las marca como objetos de la mirada masculina.[34] Otras sostienen, en cambio, que la mujer flâneur —la flâneuse— siempre ha existido, y aducen ejemplos como el de Virginia Woolf. En su ensayo “Merodeo callejero: una aventura londinense”, de 1930, la narradora va imaginando qué sucede en las mentes de los extraños con los que se cruza mientras camina por las calles de Londres, y concluye que “escapar es el más grande de los placeres; merodear por las calles en invierno, la mayor de las aventuras”.[35] En su diario, Woolf también escribió que “caminar sola por Londres es el mayor descanso”, dejándonos entender que encontraba alguna suerte de paz y de desprendimiento en las crecientes multitudes.[36] La geógrafa Sally Munt propuso la idea de la flâneur lesbiana como una figura urbana que elude las sendas habituales trazadas por la mirada heterosexual, para disfrutar de observar a otras mujeres.[37] 

Lauren Elkin busca reconstruir la historia invisible de la flâneuse en su libro Flâneuse. Una paseante en París, Nueva York, Tokio, Venecia y Londres, donde sostiene que, en las calles, las mujeres han sido tanto invisibles como demasiado visibles. Siempre observadas y a la vez omitidas en todo relato de la vida urbana. Elkin describe sus propias experiencias de juventud paseando por las calles de París, mucho antes de enterarse que eso tenía un nombre, flânerie: “En París podía caminar por  horas sin ‘llegar’ nunca a ninguna parte, contemplando cómo se había configurado la ciudad, vislumbrando aquí y allá su historia extraoficial […]. Yo andaba en busca de residuos, texturas, descubrimientos y hallazgos fortuitos, aberturas inesperadas”.[38] Insiste en que la reticencia a imaginar una flâneur femenina, en hombres como Baudelaire, Benjamin y Simmel, surge de su incapacidad para percibir a aquellas mujeres cuyas maneras de actuar no se acomodaban a sus prejuicios y sus ideas previas. Si una mujer caminaba sola en público, lo más probable era que la interpretaran como una mujer “haciendo la calle” (una trabajadora sexual), y no como una mujer que había salido por cualquier otro motivo. Sin embargo, como escribe Elkin: “Si retrocedemos en el tiempo, nos encontramos con que siempre hubo una flâneuse cruzándose con Baudelaire por la calle”.[39] 

Sin embargo, tengo que preguntar: ¿la vemos alguna vez embarazada o empujando un cochecito de bebé? La artista e investigadora Katerie Gladdys, en su video “Stroller Flâneur”, juega con la palabra inglesa stroller (que significa “cochecito”, pero también es un sinónimo de flâneur) en una filmación de sí misma empujando un cochecito por su barrio en Gainesville, Florida. Como mamá flâneuse, busca “patrones y narrativas en las genealogías de las estructuras y topografías arquitectónicas y, al mismo tiempo, cosas que puedan ser interesantes para el niño”. Gladdys declara que “la performance de pasear a un bebé es en efecto uno de los procesos sociales por medio de los cuales habitamos y nos apropiamos de los espacios públicos” de una ciudad. Y, aunque estoy de acuerdo con ella, yo diría que, por más que las mamás que pasean con sus cochecitos también sean invisibles a su manera, no se las suele asociar con la figura clásica del flâneur.[40] Y hasta la flâneuse reivindicada sigue portando un cuerpo “normal”, capaz de moverse por las calles de maneras que pasen desapercibidas. Entre quienes han hablado de la flâneuserie, nadie hace ninguna mención del cuerpo embarazado. Si bien no todas las personas que se embarazan son mujeres (los hombres trans, por ejemplo), lo cierto es que no deja de ser una condición plagada de prejuicios de género. Si ya era difícil imaginarse la versión femenina del flâneur, la idea de un flâneur o una flâneuse paseando una panza de embarazo resultará casi inconcebible.

 

 

[32] Baudelaire, Charles, “El pintor de la vida moderna”, en: AA.VV., El gran libro del dandismo [1863], Buenos Aires, Mardulce, 2013.

[33] Benjamin, Walter, El libro de los pasajes, ed. de Rolf Tiedemann, Madrid, Akal, 2005; Simmel, Georg, “La metrópolis y la vida mental” [1903], Bifurcaciones, no 4, 2005.
[34] Wolff, Janet, “The Invisible Flâneuse: Women and the Literature of Modernity”, Theory, Culture, and Society, no 3, 1985, pp. 37-46.
[35] Woolf, Virginia, “Merodeo callejero: una aventura londinense”, en: La muerte de la polilla y otros ensayos, Buenos Aires, La Bestia Equilátera, 2012, p. 45.
[36] Woolf, Virginia, The Diary of Virginia Woolf, Londres, Hogarth Press, 1977. Por lo que llegué a ubicar, esto está en el vol. III, y es la entrada del 28 de marzo de 1930, pero no pude conseguir el número de página ni tampoco la edición en español.

[37] Munt, Sally, “The Lesbian Flâneur”, en: Iain Borden, Joe Kerr y Jane Rendell (comps.), The Unknown City. Contesting Architecture and Social Space, Cambridge, The MIT Press, 2000, pp. 247-262.

[38] Elkin, Lauren, Flâneuse. Una paseante en París, Nueva York, Tokio, Venecia y Londres, Barcelona, Malpaso, 2017.

[39] Ibíd.

40] Gladdys, Katerie, “Stroller Flâneur”, Wagadu, no 7, 2011, pp. 84-85.


Kern, Leslie. Ciudad feminista. Buenos Aires: Godot, 2020, traducción de Renata Prati, pp.37-40.

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