Como una hoja, de Donna Haraway (Continta Me Tienes).

La entrevista es uno de mis formatos preferidos para aproximarme a campos, temáticas o autores que me interesan y resultan ajenos. Mediante el intercambio de dos voces distintas, se genera una textualidad dinámica que tiene la calidez y simplicidad de las conversaciones. 

En Como una hoja, Donna Haraway es entrevistada por Thyrza N. Goodeve. Ambas tienen confianza entre sí, quizás incluso una amistad. Este grado de intimidad se esparce por el libro y, en una alternancia que ayuda a digerir ideas complejas mezcladas con anécdotas, permite la entrada tanto a la teoría crítica de Donna como a su vida y formación. 

Un libro ideal para introducirse en el discurso de una autora que para pensar el mundo se sirve de cyborgs, biología, literatura, historia, filosofía y mucho más.

La nostalgia es un sello ardiente, de Natalia Litvinova (La Bella Varsovia).

Este libro de poemas cuenta la historia de dos amigas de la infancia separadas por el tiempo, la geografía y la palabra. El yo poético es muy cercano a la autora, Natalia Litvinova, que nació en Bielorrusia y se mudó a Buenos Aires con su familia un poco antes de cumplir diez años. 

La imagen reiterativa de Catalina, la amiga de la infancia del yo poético, es el detonante de una vuelta al origen atravesada por el linaje femenino, la amistad entre mujeres, la conciencia de una pérdida y la memoria como ejercicio triste. 

Una delicada y bellísima elaboración de la soledad. 

Si las cosas fuesen como son, de Gabriela Escobar (Criatura Editora).

La narradora de Si las cosas fuesen como son vuelve a la casa de su madre tras una ruptura amorosa. El viaje de la heroína es volver al origen materno y cortar el cordón umbilical, romper el hechizo, impedir que el personaje de la madre devore las individualidades de una familia que tiende a la simbiosis.

Sonidos, texturas y olores dan cuerpo a una voz que construye ambientes, mira las cosas y las hace juguetes de posibles sentidos. 

Una primera novela de Gabriela Escobar que me dejó atenta y a la espera de nuevas escrituras.

Mandíbula, de Mónica Ojeda (Candaya). 

En Mandíbula una estudiante de élite es secuestrada por su profesora de literatura. El thriller psicológico consiste en develar la red perversa de motivaciones y relaciones femeninas pasionales que sustentan el horror. Madres que odian a sus hijas, hijas que atormentan y asustan a sus madres, mejores amigas que son compañeras en tenebrosos juegos de poder y sometimiento: todas actúan como células de un organismo monstruoso que, además de flagelarse a sí mismo, retrata por medio de una gran crítica social lo femenino en una clase alta conservadora.

Escrito por la ecuatoriana Mónica Ojeda, este fue un libro que simplemente no pude parar de leer.

Canciones, de Dani Umpi (Iván Rosado)

Dani Umpi, quien se autopercibe como duende, es uno de los artistas uruguayos más polifacéticos. Su obra abarca literatura, cine, performance, música, artes plásticas y seguramente otras expresiones que exceden la clasificación. 

Este cancionero recopila en orden alfabético todas las letras que escribió hasta el momento, incluso las pertenecientes a su disco inédito Guazatumba, que será lanzado a finales de 2022.

Además de un archivo que da cuenta de una diversa proliferación de canciones, este libro cuenta con palabras preliminares del autor que son una maravillosa reflexión sobre su práctica de la escritura e influencias musicales.  

Ideal para leer, karaokear y versionar.