En mi mayor
Ninguna familia feliz
Por Tüssi Dematteis / Viernes 08 de junio de 2018
La autobiografía ramonera más cruel: Commando, de Johnny Ramone. Escrito diez años antes de morir y publicado luego de su muerte, este libro cuenta al detalle la vida de una banda que llegó a cumplir cuarenta años con un infierno interno que nunca se pudo apagar.
Publicada póstumamente por su mujer en el 2012, Linda Daniele, Commando —autobiografía de John Cummings, más conocido como Johnny Ramone— fue escrita por el guitarrista casi diez años antes, cuando ya estaba aquejado del cáncer de próstata que lo llevaría a la tumba en el 2004, en el comienzo de siglo en el que también murieron sus compañeros de banda Joey y Dee Dee Ramone. Registro de su legado, no hay muchas reflexiones culturales o artísticas en Commando, y mucho menos algo parecido a una teoría social del punk; Johnny Ramone se presenta a sí mismo más como un entertainer con un producto definido y personal con el que decidió ganarse la vida, y que, lejos de una aventura voluptuosa, encaró como un trabajo diario que confiaba en que lo convertiría en un hombre exitoso.
Mucho de lo más notorio narrado por Johnny Ramone en este libro ya era conocido tanto por la previa autobiografía de Dee Dee Ramone (Poison Heart: Surviving the Ramones, 1997), como —sobre todo— por el documental End of the Century: The Story of the Ramones (Michael Gramagla, 1997), que fue el que reveló el lado profundamente oscuro de la banda de Queens. A diferencia de otras bandas pioneras del punk como The Stooges, The Sex Pistols o The Damned, los Ramones gozaban de una imagen relativamente sana y amistosa, de fans de los comics aferrados a la cultura adolescente y al pop punk simple e inmediato. Pero detrás de esta imagen amable, la banda era un infierno privado en el que los integrantes no se hablaban entre sí, la violencia era constante y los problemas psiquiátricos múltiples (todos elementos en realidad muy presentes en sus temas, pero que de alguna forma pasaban como fantasías de la imaginería rockera). La agria disfuncionalidad de la familia ramonera era conocida en sus círculos cercanos, pero hacia afuera la banda daba la sensación de ser una formación unida y perfectamente operativa, lo cual era sin dudas un mérito de Johnny, que dirigió a los Ramones con mano de hierro y poco afecto hacia sus compañeros.
La mentalidad militarista de Johnny Ramone es evidente desde el título del libro, que hace referencia a una de las más conocidas canciones bélicas de la banda (aunque escrita por otro fascinado por la imaginería militar como era Dee Dee), e impregna no solo sus más bien derechistas ideas políticas, sino su concepción de la música como un trabajo disciplinado y con tácticas y objetivos definidos. Sin ser el principal compositor de la banda (los temas se firmaron mucho tiempo colectivamente, pero la mayoría de los temas clásicos de la banda eran obra de Joey y, sobre todo, de Dee Dee), fue, sin embargo, el que aportó el componente más original del sonido de la banda, una forma de tocar la guitarra —minimalista pero físicamente extenuante— casi exclusivamente mediante acordes de barra y rasgueos hacia abajo (downpicking), formando esa pared de sonido uniforme que es habitual escuchar en las bandas de punk rock, pero que no tiene antecedentes previos, y que es tal vez lo más vanguardista en lo musical de los Ramones, o incluso el aporte más novedoso del punk en general al rock del que era una versión simplificada. Johnny es consciente de este aporte y se vanagloria de él, casi tanto como de su porfiada concepción de la banda como un modelo laboral más inspirado en las fantasías de Kiss o The Monkees que en el realismo urbano que, casi a su pesar, terminaron representando.
Commando no es un libro frío, pero es un tanto despiadado, y no deja de sorprender la nula voluntad de reconciliación (o de siquiera presentarse bajo una luz más cálida) que demuestra el guitarrista, que no hace ningún esfuerzo para mostrase sensible, o siquiera justo, sino simplemente motivado como un soldado, como alguien con una misión más importante que sus sentimientos o su placer. Hoy en día, con muchos grupos clásicos festejando sus cuarenta años en los escenarios, las dos décadas que existieron los Ramones tal vez no parezcan una trayectoria tan extensa, pero si se tiene en cuenta la completa falta de sintonía artística y humana entre sus integrantes, es casi un milagro. Un milagro inútil —la banda llegó a su fin en 1996 cuando, paradójicamente, el mercado latinoamericano le estaba haciendo vivir algo de la masividad a la que siempre habían aspirado sin éxito—, pero un milagro al fin, llevado adelante entre traiciones, adicciones, relaciones colapsadas, violencia física y malas decisiones artísticas en lo que fue uno de los periplos más desgraciados de la historia del rock, y que culminó con la muerte relativamente temprana de todos los integrantes originales de la banda, tres de ellos a causa del cáncer y uno (el enloquecido Dee Dee, por supuesto) por las drogas que orbitaban un entorno más sórdido de lo que aparentaba. Sin ser una respuesta a la autobiografía de Dee Dee, más dolorosa y propia del rockero antisocial que realmente era el bajista, Commando es una visión opuesta y complementaria, en la que el caos o lo hedonista tiene poco lugar, emergiendo en su sitio algo tan raro como una visión conservadora y hasta reaccionaria, en el corazón mismo de un mundo autodestructivo y prematuramente decadente.
La historia de los Ramones es una historia trágica, injusta y llena de miseria humana, pero Johnny no se queja de nada. Johnny se limita a contar cómo era su plan para conquistar el mundo y volver a su banda una máquina de guerra perfecta en la tarea, y lo narra con orgullo y satisfacción ajenos al fracaso, tal vez con los ojos fijos en un futuro que no vivió, pero en el que los Ramones son —o serán— cualquier cosa, menos unos perdedores.
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