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Brotan hongos y setas

Popurrí para la alacena del alma

Por Virginia Mórtola / Domingo 22 de marzo de 2020

¿Qué guardás en la alacena? ¿Qué alimentos conservás? Los libros se convierten en alimento para el alma y Virginia Mórtola nos propone un popurrí de vitaminas literarias. En su alacena las historias insólitas se mezclan con poesía, hongos, setas y dos libros muy especiales: Como hongos después de la lluvia y Una extraña seta en el jardín.

Un popurrí puede ser una composición musical formada por partes de otras composiciones o, también, una mezcla de cosas diferentes. Este popurrí será, como leen en el título, para la alacena del alma a la que proveeremos de libros. Porque, ¿dónde encontrar un popurrí más popurrí que en los libros?  En su interior, como dice la definición, hay muchas cosas diferentes y mezcladas: música, historias tristes y alegres, niños, niñas, zombies, calaveras, vivos y muertos, panqueques de dulce de leche y sopa de ajo, precipicios, camas elásticas de algodones, silencios, gritos, playas turquesas y apocalipsis, días sin fin…Tremendo popurrí.

El de hoy será de hongos y setas.

¿Te aburrís como un hongo?

Es precioso mirar por la ventana cuando empieza a llover, las gotas caen lentas y el paisaje se moja casi sin que nos demos cuenta. De pronto, está todo empapado, la humedad se mete en la casa. La lluvia es un hecho. Y, al otro día, los hongos nacen como rastros de una fiesta que desplegó la naturaleza. ¿Será cierto que los hongos se aburren? Alejandro Sequeira y Cecilia Ratti, gritan: «¡injusticia!» cuando escuchan este refrán. Parece que si los hongos fueran personas se la pasarían ocupados, porque hacen cosas asombrosas. Como hongos después de la lluvia (2020), es el tercer libro de estos dos autores y el primero que investiga a fondo el universo de los hongos. Junto a los dos anteriores, Animales en su tinta (2018) y Plantas. Un libro para irse por las ramas (2019), conforman una colección impecable, con un diseño maravilloso, un caudal de información interesantísima que se presenta al lector de manera lúdica y original. Los autores, en los tres libros, pensaron en niñas y niños inquietos, creadores, hacedores. Proponen actividades con desafíos, invitan a dibujar, a desentrañar acertijos, incluso a recortar el libro.

Pasemos a otra pregunta: ¿Sabían que los hongos no son plantas ni animales? Ellos conforman el reino Fungi y  la ciencia que los estudia se llama micología. Los hongos, como muchas personas, usan sombreros tan diversos como especies existen.

Otra pregunta más: ¿Pueden creer que el ser vivo más grande del mundo es un hongo que vive en Oregón, Estados Unidos? Es cierto, se llama hongo de miel y se alimenta de árboles. Mide casi 9 km,  pesa 2000 toneladas y se cree que tiene más de 2500 años. Este hongo no se anda con chiquitas.

Pueden abrir este libro en cualquier página y elegir a su antojo el camino. Descubrirán un juego para crear su propio «Monstruhongo», con tantos ojos, orejas, narices, bocas y dientes, como marque el dado. O la sección «Comphongo», donde bajo la consigna «Lo que no existe lo invento», van a poder crear imágenes  extravagantes. Aprenderán a hacer un hongo origami, la «Amanita matamoscas». Parece que pobladores del norte de Siberia colgaban estas setas de los pinos para ahuyentar moscas. Hay quienes sostienen que dicha tradición es el origen de los chirimbolos navideños. ¿Qué tal?

No podría contarles en esta página todo lo que hay en las 340 de este libro. Sí puedo anunciarles que podrán buscar mensajes encriptados, escribir historias insólitas, estrafalarias y fantásticas,  enfrentarse a una sopa de hongo, búsquedas de setas, conocer hongos brillantes y hormigas zombies. Y al final, Sequeira crea la sección «Humor con h de Hongo» en la que se aventura a hacer chistes sobre las características de las diversas especies.

Este libro, como dicen los autores, es recomendado para mentes de 0 a 200 años.

 

Las setas también son poesía

No crean que voy a escribirles sobre otro libro de hongos, no. En este:

También hay pirañas. Reptiles.

Hombres lobo.

Estos  versos del libro Una extraña seta en el jardín (FCE, 2018), escritos por Luis Eduardo García y luego ilustrado por Adolfo Serra, fueron ganadores del Premio Hispanoamericano de Poesía para Niños en 2017. Premio que, con el propósito de alentar en la infancia el aprecio por la poesía, la Fundación para las Letras Mexicanas y el Fondo de Cultura Económica, convocan desde 2004.

Te diré algo importante  

hay cosas que nos llaman desde siempre

¿entiendes?

Como si un hilo invisible nos atara

Luis Eduardo García nos da la bienvenida a la aventura de su libro con este poema. Nos lleva a los saltos alternando títulos que desarrolla a medida que avanzamos. Lo maravilloso es que reflexiona sobre la existencia y las posibilidades de este mundo intercalando sirenas, una princesa llena de piojos, cucarachas que se meten en el cerebro, la muerte, lo extraño, se pregunta qué es la música y propone orígenes y manías para los pelirrojos. Juega con el poema, lo nombra, hace visible su interior comparándolo con el del cuerpo humano. Con humor y absurdo, da vuelta todas las reglas existentes para mostrar que hay otras posibles.

No cepilles tus dientes

Constelaciones

de bacterias te adoran

Va de las bacterias hacia marmotas en una nube,  tiranosaurios bailando la polka, la belleza de la descomposición en otros mundos, humanos transformados en morsas, una princesa de alambre, el pulso del lenguaje. «Toda tu vida te atraerán algunos brillos», anuncia. Este libro lo escribió para su hija pequeña, y se nota; el lector es un escucha de sus devaneos y ocurrencias. Se pregunta. Y sabe que no todo tiene sentido.

Adolfo Serra usa una viva paletas de colores, con rosa intenso, turquesa, naranjas, amarillos, marrones; que dan vida a personajes de otro mundo posible, a veces sobre fondos cálidos, otras azules oscuros o negrísimos. Los colores y los seres ilustrados acompañan la esencia del libro, crean escenarios fantásticos plagados de detalles a descubrir. 

Todo en este espacio

ha sido cuidadosamente plantado.

Un jardín es una pequeña ciudad:

aquí el pasto recortado, allá

los rosales.

Todo está bajo control

y crece a un ritmo predecible

(las pequeñas variaciones

están contempladas)

Cada elemento posee un significado definido,

excepto aquella seta que no deja de brotar.

Los últimos dos versos abandonan el formato definido del poema, se escapan de la hilera, se mueven por la hoja y arman un caminito tan rebelde como la insistencia de la seta. Y así, todos los poemas se salen de los carriles de la razón. «El mundo puede y debe ser otra cosa».

El movimiento de las olas.

Las raíces que rompen el concreto

y se liberan. Los salmones

que saltan sobre las rocas

para desovar río arriba.

Música y fuerza, pequeña,

creo que de eso se trata.

Pero es apenas el principio.

En el último poema, como en esta nota, en el fin está el principio.

 

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