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Sobre el Día Nacional del Libro

Por qué editar literatura uruguaya

Por Julia Ortiz / Miércoles 26 de mayo de 2021

Criatura editora es un sello editorial independiente, fundado en octubre de 2011 en Montevideo, con un vasto catálogo en literatura uruguaya y latinoamericana contemporáneas. En el marco del Día Nacional del Libro, su editora responsable, Julia Ortiz, nos cuenta sobre las dificultades y oportunidades de editar voces uruguayas, en un sentido que amplía fronteras.

«Yo libros uruguayos no leo» es una frase que escuché más de una vez como librera, y que desbarataba mis recomendaciones más entusiastas con el peso de lo irrefutable. Igual me hacía pensar por qué teníamos las obras ordenadas según el lugar de nacimiento de quien las escribía. La definición de qué es la literatura nacional es resbaladiza porque se entrevera con la discusión de qué es la identidad nacional, muy difícil de dar, sobre todo para los países que tenemos cinco minutos de historia independiente. Tampoco es un tema que me importe demasiado, como no le importaba a la primera biblioteca pública, que se fundó un 26 de mayo de 1816, cuando el propio concepto de Uruguay estaba en veremos.

Podría creerse que, como con las personas, la literatura nacional es una voz particular, una manera de hablar, un acento local y también un conjunto de temas recurrentes y una forma de abordarlos. Pero no. Me gusta pensar más bien en una masa, a la que todo el tiempo se están añadiendo ingredientes, medio al tuntún. Una masa que todavía no sabemos si es comestible pero que hay que ligar, que poner a conversar, traer al frente lo que va quedando atrás. Cuando una obra se integra a la literatura de un país, lejos de endurecerse, se vuelve más flexible, se adapta a los tiempos, está disponible para su recuperación. En ese impulso [Criatura editora] volvimos a poner a disposición a Felisberto Hernández, a Roberto de las Carreras, a Armonía Somers; así como otras editoriales pusieron a Julio Inverso, a María Inés Silva Vila, por solo nombrar algunos ejemplos. El tiempo se encargará de darle forma a esta masa, si es que resiste los destemples de la globalización.

Por supuesto que la influencia de la literatura extranjera siempre fue avasallante, esa no es una novedad del siglo XXI. Pero lo que sí trajo este siglo es la inmediatez del acceso a las novedades. Un ritmo de impresión que corre siempre un paso atrás de la lógica perversa de la novedad comercial. Una multiplicación tan frenética de la oferta que obliga a los títulos a pelear a los codazos su espacio en las librerías. Una imposición de las modas a la que este rubro, por más que le cueste admitirlo, es tan permeable como cualquier otro. Desde una editorial local, independiente, el trabajo es hacer una curaduría del catálogo, que casi sin quererlo se vuelve un lugar de resistencia, un garante natural de la bibliodiversidad, una impulso artesanal pero con un profesionalismo que, lejos de avergonzarse, se vanagloria de su subjetividad. ¿Un poco pretencioso? Puede ser.

Atrasa un montón pensar que hay una Literatura con mayúscula, y que se separa de la comercial. Por suerte, quienes menos lo piensan, libres de esas ataduras y de tantas otras, son quienes mejor la hacen. Echan mano a la voz propia o (para volver a la masa) a lo que tenían en la heladera; abren terreno en el campo de la Literatura. Conquistan, descubren. En vez de regodearse en los mismos rincones recontra visitados en las aulas, en esas obras prestigiosas que hacen bostezar desde el título. Lo que busco cuando hurgo en la literatura escrita por personas nacidas en Uruguay, o que vivan acá, o cerca, qué más da, es una voz. Una voz distinta a todas las voces, corrida de las tradiciones y de los cánones nacionales, pero que, a la vez, resulte tan familiar para mí como para cualquier habitante del mundo.

No soy fan de los nacionalismos, pero podemos golpearnos el pecho un rato: Uruguay es un noble lugar para editar libros. Hay una tradición lectora que se mantiene. Hay un interés general por los libros o una sospecha de que en ellos hay un valor intrínseco. Mandamos a imprimir mil libros en la primera tirada igual que ciudades con ocho o diez veces más población que la nuestra. Afuera de Uruguay, la literatura uruguaya no le interesa a nadie, y es lógico que así sea. Por eso es una conversación doméstica, que sucede aún, como decía, en la cocina. Sin embargo, a veces, algún libro uruguayo pasa de contrabando por la frontera y se presenta en la sociedad del mundo. Si le va bien ahí, en una de esas, aquellas personas que entraban a la librería negando toda la producción literaria nacional le den una oportunidad.

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