Cuestión de palabras
Que nunca falte
Por Silvana Tanzi / Jueves 18 de agosto de 2022
Ahora es el turno de Silvana Tanzi en «Cuestión de palabras» y el eterno y gran problema de la coma. Ya sea por omisión, como por redundancia, explica Silvana, ese pequeño signo ortográfico puede cambiar por completo el sentido de un mensaje. Y al final Silvana pide ayuda a la comunidad en torno a una situación de veras escandalosa.
[Si tienen dudas que puedan resolverse en esta columna, pueden escribir a cuestiondepalabras@escaramuza.com.uy]
Qué signo de puntuación que trae problemas la coma. A veces porque se la emplea demasiado y en forma errónea, a veces porque se la ignora. Justamente una de las más ignoradas es la coma del vocativo, esa palabra que usamos para dirigirnos a una persona cuando queremos darle una orden o que nos preste atención. El olvido de esta coma provoca ambigüedades o situaciones graciosas, aunque algunas no tanto. Miren, si no, la cara de terror de estas criaturas:
El vocativo más frecuente es el nombre propio («Juancito, dejá de correr y vení que quiero comer»), pero puede ser también un nombre común como señor, doctor, colega, mamá…
Si la cocinera del mensaje anterior hubiera sabido usar niños como vocativo, el apetito hubiera sido otro: «¡Hora de comer, niños!» / «¡Niños, hora de comer!»
En Twitter sigo a La Letroteca, un militante de la coma vocativa, y le robé este ejemplo, muy ilustrativo:
En este mensaje, Neymar es el sujeto de la oración (un sujeto que te anda toqueteando), pero con una coma, su nombre se transformaría en vocativo y salvaría su reputación.
Otro ejemplo aparece en una publicidad de Antel que invita a sumarse a sus planes de telefonía celular a puro ritmo tropical. El estribillo dice: «Llamame más temprano, bebé»
La protagonista de la canción es una muchacha que espera ansiosa una llamada. Y usa bebé como vocativo, porque la suya es una verdadera invocación.
Las horas pasan en la madrugada y bebé no llama. Es de esperar que en la vida real esta joven no haya cometido el terrible error de escribirle, pero, si cayera en un momento de debilidad, tendría que hacerlo correctamente:
Hola, bebé:
¿Por qué no me llamás?
La Fundéu explica que en los encabezados de cartas o mensajes electrónicos, «lo apropiado es escribir “Hola, Ana:”, “Buenos días, compañeros:”, en lugar de “Hola Ana:” o “Buenos días compañeros:”, pues Ana y compañeros son en estos casos vocativos». Hay que reparar, además, en el uso de los dos puntos después del saludo.
Sin embargo, si la chica ansiosa quiere ponerse más cariñosa y elige, por ejemplo, la palabra querido, no tendría que usar coma, porque bebé no sería un vocativo, sino un sustantivo acompañado de un adjetivo que lo califica:
Querido bebé:
Me fui a dormir, desgraciado.
Y con desgraciado, le mandó sí un buen vocativo.
En las expresiones de agradecimiento o felicitaciones, también hay que usar una coma. Por ejemplo, si en este momento le quisiera agradecer a la Fundéu, puedo hacerlo de tres maneras:
Muchas gracias, Fundéu, por aclarar siempre estos temas.
Fundéu, muchas gracias por aclarar siempre estos temas.
Muchas gracias por aclarar siempre estos temas, Fundéu.
A veces el vocativo está involucrado en una pregunta. El Diccionario Panhispánico de Dudas aclara: «Cuando ocupan el primer lugar del enunciado, se escriben fuera de la pregunta o de la exclamación; pero si van al final, se consideran incluidos en ellas»:
Bebé, ¿me vas a llamar o no?
¿Me vas a llamar o no, bebé?
Más que el buen uso del vocativo, a esta muchacha habría que recomendarle que cambie: primero de canción, después de novio y, por las dudas, de celular. Y para su bebé se me ocurre una larga lista de vocativos, ¿me ayudan?
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Aclaración
Estas columnas tienen como objetivo ofrecer reflexiones sobre los usos y cambios en la lengua y recomendaciones a partir de la normativa para lograr una escritura clara y comunicativa. Sus autoras son periodistas, docentes de talleres de escritura y correctoras, y si bien tienen formación en lenguaje y literatura, no son especialistas en gramática ni en idioma español. Escriben a partir de su experiencia, de sus lecturas y de la observación de situaciones confusas, cuando no ridículas, que circulan en la marea de textos que leen a diario.
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