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Fuera de juego

Una historia ignorada

Por Mintxo / Miércoles 26 de enero de 2022
Johann Trollmann. Foto: Hans Firzlaff

Johann Trollmann Rukeli saltaba, se escurría a sus oponentes, bailaba en el cuadrilátero con un estilo poco habitual. Además, era romaní en tiempos en los que Hitler ya había comenzado sus políticas racistas de exterminio. Rukeli. Johann Trollmann y la resistencia romaní antinazi es un libro que recoge la particular resistencia de este campeón del boxeo dentro y fuera den ring.

La historia viene así: por un lado, el escenario es la Alemania nazi en tiempos de guerras. Muertes sin sepulturas, gusanos, caracoles de metal, el atropello de lo humano, Adolf Hitler en el centro, con todo lo que representaron sus tropelías a la razón. Dentro de ese marco, la penuria de una minoría pocas veces rescatada: los gitanos. Roma y sinti, para ser más precisos y señalar sus denominaciones de origen.

Siempre en el ojo de los prejuicios, la historia de la persecución gitana en Europa no solo tiene que ver con el nazismo. Eran nómades por definición, pero también porque los echaban de todos lados, eran poco bienvenidos, eran acusados de reos y vagos solo por sus apariencias. Al principio fue la fobia y el acosos desorganizados, pero lo que hizo después el nazismo fue darle forma: aprobar leyes para limitar sus derechos y actividades y así tener vía libre para la violencia represiva. Los gitanos eran, al igual que los judíos, una amenaza para la (estúpida) pureza de la raza aria.

Al parecer, cuenta la leyenda que Hitler, antes de llegar a ser lo que fue, visitó a una adivina romaní. Ella, observando la bola de cristal, le dijo que tendría mucho poder. También le dijo que su caída sería mucho más rápida que su  ascensión. Hitler, enojado, concluyó que podría vencer ese vaticinio si destruía la raza que lo había pronunciado.

En el medio de todo esto, el boxeo como hilo conductor. ¿Por qué? Primero, porque a Hitler le apasionaba como deporte y no solo eso, sino que ordenó que todos los jóvenes alemanes debían practicarlo para forjarse a través de él como soldados de guerra. Lo escribió así: «Dad a la nación alemana seis millones de cuerpos deportivos, impecables, entrenados, todos refulgiendo de fanático amor por la patria y entrenados para el más elevado espíritu guerrero, y un Estado nacional surgirá de ellos». Segundo, porque al boxeo siempre lo dominaron las minorías, los que no tienen dónde ir y se apiñan en un cuadrilátero donde depositan sus aspiraciones, sus deseos, el futuro. Ahí se erige Johann Trollmann, alias Rukeli, el actor principal de esta historia, un boxeador de origen romaní que, cuando se lo proponía, no tenía rival que le durara mucho.

 

Siempre resistir

Rukeli. Johann Trollmann y la resistencia romaní antinazi (Punto de Vista Editores, 2018) es un libro que conmueve. Es la historia de «cómo los roma y sinti lucharon, resistieron, murieron y sobrevivieron al Holocausto, de cómo la sociedad y los gobiernos convirtieron a atletas individuales, seres humanos complejos, en símbolos simplistas de sus políticas raciales y de cómo la lucha por la memoria aún continua», según se expone en sus propias páginas.

Hay mucho boxeo, está lleno de trompadas, acaso como paralelismo de la vida misma, aunque «la vida se parece al boxeo en muchos inquietantes aspectos. Pero el boxeo solo se parece al boxeo», como diría Joyce Carol Oates.

Golpe a golpe, se trata de una obra que oficia como repaso de la historia olvidada de una parte de la población europea de entre guerras. En el libro, bien sostenido en los pilares de la investigación y las fuentes fidedignas, se podrá comprobar que en 1925 Hitler y sus secuaces ya tenían la idea fija de la persecución; que casi en la misma época, en Bavaria, se aprobaba la Ley para la Lucha contra Gitanos, Vagabundos y Vagos; y que ya en 1929 existía un campo de concentración para gitanos, entre otras historias desagradables. Como contrapartida, aunque con el sufrimiento a cuestas, también se podrá leer sobre resistencia, impotencia, resiliencia, banalidad del bien y el mal, de verdugos escondidos y de hombres y mujeres valientes.

El boxeo, además, tendrá que ver porque la propaganda nazi hizo mucho hincapié en los deportes para que su régimen trascendiera. Por eso la historia de Rukeli también está enlazada con lo que pasó en los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936, en los que Alemania ganó más medallas que nunca, pero varios deportistas demostraron que eso de la raza superior era un verso, de los peores, uno de los tantos que justificaron una de las mayores masacres de la historia de la humanidad.

Una historia ignorada que merece ser leída.

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