En mi mayor
Uno flaco, alto y raro: Mick Fleetwood
Por Tüssi Dematteis / Viernes 26 de octubre de 2018
Foto: Matthias Clamer para «Playboy» en 2012
El caso de Mick Fleetwood, de Fleetwood Mac, es uno de los pocos en los que la banda es famosa por su baterista. Carismático y siempre arriba, este personaje, que ha sobrevivido a las más variadas formaciones de la banda sin dejar de ser la estrella, cuenta su vida en una autobiografía picante, que nos llega a través de la lectura de Tüssi Dematteis.
Esquivando la tentación de hacer alguno de los viejos chistes que los otros instrumentistas hacen sobre los bateristas, hay que reconocer que son infrecuentes las bandas lideradas por uno de estos músicos. Los Eagles de Don Henley, el Genesis de Phil Collins, los Foo Fighters de Dave Grohl (aunque en este caso no suele tocar la batería en dicha banda), Darkthrone o Death Grips son algunos nombres que pueden venir a la cabeza, pero, aun si el baterista es el mejor músico de un grupo, es raro que sea el que lo comanda artística o empresarialmente.
Teniendo esto en cuenta se hace más excepcional y curioso el caso de Mick Fleetwood, quién no solo ha sido el líder de Fleetwood Mac desde hace medio siglo, sino que, además, lo ha hecho sin haber sido nunca su principal compositor, su frontman o siquiera quien decidía la dirección musical de la banda, pero permaneciendo como cimiento de esta a través de al menos tres cambios radicales de estilo, y conservando esta función aun a la sombra de figuras del calibre de Peter Green, Danny Kirwan, Lindsay Buckingham o Stevie Nicks. De alguna forma Fleetwood —y en menor medida el bajista John McVie, el Mac del nombre de la banda, ideado por el genial Peter Green en un momento de despojamiento hippie— ha sido como el dueño de una franquicia, de un nombre bajo el cual se han expresado músicos y compositores radicalmente distintos, provenientes del blues, el folk y el pop, pero con el eje en común de la figura desgarbada del baterista y su sentido del control de calidad y orden, que le ha hecho mantener a la banda funcionando con éxito desde hace cincuenta años.
El que haya logrado esto es un misterio y Play On: Now, Then, and Fleetwood Mac: The Autobiography se presenta como una oportunidad para entenderlo. Realizada en colaboración con el periodista Anthony Bozza, es cuestionable hasta qué punto es una autobiografía —entre otras cosas, porque Fleetwood, como Ozzy Osbourne, es un disléxico serio a quien le cuesta mucho escribir— y hasta dónde una simple biografía informada y conducida, como ha hecho con su banda, por el baterista.
Como es habitual en las autobiografías, Fleetwood se presenta como alguien muy similar a su personaje, es decir, el baterista excéntrico, alocado, paternal y carismático que por momentos funciona como ícono físico de la banda, algo que es inevitable gracias a su delgada y altísima figura, sus ojos claros saltones y su costumbre de llevar dos bolas —artificiales, aclaramos para la gente impresionable— colgando de su ingle. Una singularidad visual que sin dudas ha tenido que ver mucho con su rol central en el grupo y que lo llevó ya a ocupar en exclusivo la portada del segundo disco de la banda, Mr Wonderful (1968), aun si la estrella y líder era Peter Green, algo que se repetiría otras veces incluyendo la carátula del legendario Rumours (1977), ese monstruo que lleva vendidas más de cuarenta millones de copias desde su edición hace cuatro décadas.
Pero si para cualquier seguidor de Fleetwood Mac o simple melómano, la historia desde adentro de esta banda tan proteica es a priori fascinante, está claro que una autobiografía de su patriarca tiene el atractivo extra del morbo y el barro, es decir, de toda la mística y el anecdotario de una formación que, a pesar de su imagen apacible y la amabilidad general de su sonido, viene acompañada de una fama bastante turbulenta con relación a las tormentas sentimentales endogámicas que vivió y sus monumentales excesos tóxicos.
Una palabra que se ha vuelto casi sinónimo de Fleetwood Mac, además de rumores e infidelidades, es cocaína. Las anécdotas y leyendas sobre el consumo de esta droga por parte de sus integrantes —especialmente Stevie Nicks y el propio Fleetwood— se han disparado hasta el punto de que es imposible saber cuáles son reales y cuáles no, aunque hay sólidas razones para creer que casi todas lo son. Fleetwood es consciente de esto y, cuando llega el momento en que el tema es ineludible, en particular cuando tiene que narrar la prolongada y maníaca producción del disco Rumours, Fleetwood habla sobre su consumo y adicciones. Pero el baterista prefiere presentarse como un amante, no como un adicto, y el tema drogas ocupa mucho menos espacio en el libro que el espacio dedicado a sus cuitas emocionales, las idas y venidas de su relación con su esposa Jenny Boyd —con quien se casó dos veces—, y sus devaneos sentimentales. Este espacio amoroso es tal vez un poco extenso de más, y no parece ser un despliegue de sinceridad. No es que una autobiografía rockera sea un texto particularmente confiable, pero varios textos paralelos que han tratado sobre Fleetwood Mac han presentado al baterista como esa figura paternal y bonachona, como se quiere mostrar a lo largo de Play On, pero también como alguien mucho más mujeriego, arbitrario y descontrolado de lo que aquí se presenta.
Der todos modos, es irrelevante, es su verdad y su selfie, y en ella sale como quiere, pero este cuidado y maquillaje general termina produciendo un libro mucho menos turbulento y sórdido de lo que se hubiera esperado, lo que es posiblemente más un problema del lector que de quien lo escribió o dictó.
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