en mi mayor
Viv Albertine: Recuerdos del futuro
Por Tüssi Dematteis / Jueves 16 de noviembre de 2017
Foto: Jackie Dewe Mathews
Generalmente escritas por músicos que orbitan los sesenta años o la mediana edad avanzada, los libros de memorias de rockeros parecen tener, muchas veces, más que un objetivo económico, el simple deseo de recuperar los días de gloria de sus juventudes encima de los escenarios, y de paso confirmar, exagerar o desmentir los mitos y leyendas de una vida amplificada más allá de lo normal. Pero habría una subdivisión entre estos libros que resulta más misteriosa (pero en términos expresivos o históricos —para los melómanos minuciosos, al menos— más interesante) que son las autobiografías de músicos que en realidad nunca tuvieron esos días dorados y fueron, por lo menos en lo comercial, uno de los (relativos) fracasos en que se convierten noventa y nueve de cada cien bandas de rock (porcentaje que atribuyo a ojímetro, pero que tal vez sea muy optimista). Esos libros pueden reivindicar obras injustamente olvidadas, funcionar como testimonios de protagonistas secundarios de grandes fenómenos, o convertirse simplemente en objetos literarios y expresivos de valor propio. Ropa música chicos de Viv Albertine es las tres cosas a la vez, y uno de los libros más fascinantes y bien escritos que haya realizado un músico de rock.
Viv Albertine en 1980 por Philippe Carly
Viv Albertine fue la guitarrista de la banda The Slits, una de las formaciones originales de la explosión del punk británico de 1977, que además fue pionera en el hecho de no tener alguna integrante femenina, sino estar totalmente compuesta por mujeres. Consideradas como una mera curiosidad al principio, tanto por su casi absoluta ignorancia técnica como por el hecho de que se les veía como una mera prolongación del circuito de nuevas estrellas masculinas del punk —Albertine y la baterista Palmolive eran novias de los guitarristas de The Clash, la cantante Ari Up era la hija de la pareja de Johnny Rotten—, las Slits demoraron un par de años más que sus colegas hombres en editar su primer disco Cut (1979), perdiendo su ventana de atención y presentando además un trabajo complejo y experimental —en el que se destacaba la extraña y poco convencional forma de tocar de Albertine y las no menos extrañas e inquietantes vocalizaciones de Ari Up— que no fue precisamente un éxito popular. Llegaron a editar un disco más, en 1981, que pasó aún más desapercibido, y un año después se disolvieron sin mucha pena y nada de gloria.
The Slits en 1978 por Micke Borg
Y eso había sido todo el rock para Albertine, que a los veintiséis años colgó la guitarra, formó una familia y se dedicó a actividades más viables y menos estridentes. Pero a principios de este siglo, luego de la coincidencia de atravesar una difícil maternidad, un cáncer de cuello de útero y un divorcio, Albertine empezó a sentir algo distinto. Algo que la impulsó a reinventarse, reaprender a tocar la guitarra y volver a los escenarios con más de cincuenta años, y escribir este libro, que, esencialmente, no es un conjunto de recuerdos, sino una mirada sobre ese algo. Y, mientras que en la mayoría de las autobiografías musicales tienen un período oscuro, a causa de los excesos o los vaivenes artísticos, y la nostalgia de los tiempos más brillantes, la guitarrista estructura todo su relato sobre el rechazo a esos tiempos más brillantes y a la nostalgia de cualquier clase.
Viv Albertine en la actualidad por Sarah Lee
El tono de la escritura de Albertine es tan distintivo como el fraseo de su guitarra; elegante, analítica, afable y con un humor muy británico, es capaz, al mismo tiempo, de narrar algunas anécdotas de la mayor intimidad con una crudeza difícil de encontrar en los libros de memorias, pero exenta del espíritu trágico-explotar habitual en los textos de músicos de rock. Incluso al narrar recuerdos evidentemente difíciles, como algunos detalles de su enfermedad, el colapso de su pareja o su sentimiento de responsabilidad en relación a un ataque sexual sufrido por Ari Up cuando aún era una adolescente, Albertine tiene una rara serenidad que no incluye ni la autojustificación en pose de víctima —un vicio aún más extendido entre los músicos de rock que las drogas— ni la indiferencia insensible, sino algo que simplemente podríamos llamar madurez, pero que es también una forma de honestidad brutal que no busca la transgresión, sino una forma más auténtica de contarse a sí misma. Ropa música chicos es mucho más que otra entrada lateral y testimonial en la historia del arte popular de hace cuatro décadas, es sobre todo un libro fuerte, triste y, aunque parezca contradictorio, lleno de energía y esperanza.
Ropa música chicos
Albertine, Viv
Anagrama (2017)
Páginas: 528
UYU 1290