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Alaíde Foppa, la heroína desaparecida

Por Gabriela Borrelli Azara / Martes 10 de setiembre de 2019
Alaíde Foppa, la heroína desaparecida

Poeta, editora, traductora, feminista, activista y defensora de los Derechos Humanos, Alaíde Foppa escribió desde su propia vida con la contundencia de quien quiere transformar con la palabra. Gabriella Borrelli analiza la poesía de esta escritora desaparecida durante la dictadura guatemalteca de Romeo Lucas García. Ilustra Aymará Mont

Hay vidas que son como un grito. Un grito que permanece en el aire por décadas, no ensordecedor sino potente para sonar bien lejos. Esa necesidad de alzar la voz para atravesar continentes es una de las características de la poesía, la obra y la vida de Alaíde Foppa. Española de nacimiento, guatemalteca por decisión política y amorosa, pasó su infancia en Argentina y se formó en Italia. Poeta, crítica de arte, traductora, activista por los derechos humanos y catedrática universitaria, fundó un periódico fundamental para la historia del feminismo latinoamericano: FEM.


Ella se siente a veces


como cosa olvidada


en el rincón oscuro de la casa


como fruto devorado adentro


por los pájaros rapaces,


como sombra sin rostro y sin peso.


Su presencia es apenas


vibración leve


en el aire inmóvil.


Siente que la traspasan las miradas


y que se vuelve niebla


entre los torpes brazos


que intentan circundarla.


Quisiera ser siquiera


una naranja jugosa


en la mano de un niño


–no corteza vacía–


una imagen que brilla en el espejo


–no sombra que se esfuma–


y una voz clara


–no pesado silencio–


alguna vez escuchada.


 


La vida de Alaíde Foppa estuvo signada por el movimiento político de Latinoamérica. Lo personal y lo político borran sus límites (im)precisos cuando la militancia política se hace de los días y de la vida. Tres de sus cinco hijos pertenecían al Ejército Guerrillero de los Pobres, lo que a dos de ellos les costó la vida.


Cinco hijos tengo,


cinco caminos abiertos,


cinco juventudes,


cinco florecimientos.


Y aunque lleve el dolor


de cinco heridas


y la amenaza


de cinco muertes,


crece mi vida


todos los días.


 


Alaíde permanece aún desaparecida desde que en 1980 un grupo de inteligencia guatemalteca conocido como G-2 la secuestró una mañana en el centro de Ciudad de Guatemala.


Anatomía no es destino (1976):


Durante milenios la mujer ha sido considerada en función de su cuerpo y de su sexo: el parto, la crianza, la «satisfacción» sexual que puede dar al hombre, su intrínseca impureza determinada por las hemorragias, su efímera belleza, su condición de ser inútil y agotado cuando ya no es fecunda. Aún los llamados trabajos «femeninos», dependen sobre todo del cuerpo, pues son en su mayoría tareas «manuales». La mujer, por su parte, aceptó el papel que se le asignaba y, consciente de que su cuerpo era lo único importante que poseía, no pudo menos que dedicarle toda su atención, si deseaba valorar sus atributos; estuvo por lo tanto, casi siempre dispuesta a ser de uno u otro modo «objeto sexual». Hoy las cosas han cambiado, ya no se discute, por ejemplo, si la mujer tiene o no alma, como sucedió todavía en los primeros siglos del cristianismo oficial, y muchas mujeres desempeñan tareas que no son precisamente inútiles. Sin embargo, los estereotipos persisten y en una forma implícita se les sigue regateando a las mujeres el derecho –y el deber– de ser algo más que un cuerpo.


 


La idea de una poesía de combate, de verso corto y directo que la acompañara en su militancia se vuelve palabra. La presencia del romancero en algunos poemas atraviesa un castellano hecho del exilio, una lengua que puede dar cuenta del sueño latinoamericano de la revolución y también lanzar una línea histórica hacia los movimientos de mujeres revolucionarias.


«Mujer»


Un ser que aún no acaba de ser,


No la remota rosa angelical,


que los poetas cantaron.


No la maldita bruja que los inquisidores quemaron.


No la temida y deseada prostituta.


No la madre bendita.


No la marchita y burlada solterona.


No la obligada a ser buena.


No la obligada a ser mala.


No la que vive porque la dejan vivir.


No la que debe siempre decir que sí.


Un Ser que trata de saber quién es


Y que empieza a existir.


 


Alaíde nació en Barcelona en diciembre de 1914 y publicó: Poesías (1945), La sin ventura (1955), Los dedos de mi mano (1960), Aunque es de noche (1962), Guirnalda de primavera (1965), Elogio de mi cuerpo (1970) y Las palabras y el tiempo (1979).


«Un día»


Este cielo nublado


de tempestad oculta


y lluvia presentida


me pesa;


este aire denso y quieto,


que ni siquiera mueve


la hoja leve


del jazmín florecido,


me ahoga;


esta espera


de algo que no llega


me cansa.


Quisiera estar lejos,


donde nadie


me conociera:


nueva


como la yerba fresca,


ligera,


sin el peso


de los días muertos


y libre


ir por caminos ignorados


hacia un cielo abierto.


 


Elogio de mi cuerpo puede leerse como manifiesto poético y estético de un feminismo activo conectado con las luchas de liberación latinoamericanas sin perder la búsqueda poética. Un corazón como puño en alto, una dulzura potente, una vida que vuelve.


«El corazón»


Dicen que es del tamaño


de mi puño cerrado.


Pequeño, entonces,


pero basta


para poner en marcha


todo esto.


Es un obrero


que trabaja bien,


aunque anhele el descanso,


y es un prisionero


que espera vagamente


escaparse.

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