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la historia de un taller y su libro

«Bosque de palabras», el libro creado en el taller de literatura para niños

Por Horacio el oso / Domingo 07 de enero de 2018
En el 2017, Virginia Mórtola dio un taller de escritura para niños en Escaramuza llamado Bosque de Palabras. Las clases fueron en la sala donde vive Horacio el oso y él pudo ser parte también. Los niños escribieron un libro y a Horacio le gustó tanto que hoy quiere compartir la historia del taller y los cuentos que crearon estos pequeños escritores.

¡Hola, amigos lectores!

¿Qué tal comenzaron el año? Yo todavía sigo mal de la panza de todo lo que comí. Mis amigos cocineros de Escaramuza me hicieron una cena muy especial pero no supe decir basta y me comí todo, ¡hasta los platos! Es que el verano me pone ansioso, me da muuucho calor, yo vengo del Polo Norte, ahí donde vive Papá Noel, y es verdad que tenía mucho frío, pero también es verdad que acá el calor a veces me vuelve loco. Y, bueno, nada que un buen baño de mar no solucione.

El libro que les voy a recomendar hoy es archimegatriplehiperespecial porque lo escribieron unos niños a los que quiero mucho y con los que compartí muchas historias y aventuras durante el 2017. Estos niños son los pequeños escritores del taller que dio Virginia Mórtola, ¿la conocen, no? Es la que escribe en el portal sobre libros para niños, pero, en realidad, les escribe a los adultos. En el taller, todos aprendimos cosas increíbles: a soltar nuestra imaginación, a organizarla y a descubrir historias en todo lo que nos rodea.

Además, tuvimos visitas extraordinarias: vinieron Mercedes Calvo, que nos guio por el mundo de Anaclara, iluminó el camino con poesía e hizo que le hiciéramos muchas preguntas al espejo; Valentina Echeverría, con la que aprendimos mucho más de ilustración, de personajes y de calzoncillos para elefantes; y, también, vino Virginia Brown y aprendimos algo genial: los cuentos se pueden armar igual que las colchas de parches, con pedacitos de historias que vienen de distintos sitios.

El taller se cerró a lo grande y los niños crearon un libro genial que se llama igual que el taller, Bosque de palabras, y tiene historias e ilustraciones de cada uno de los pequeños autores, además, la tapa tiene una foto mía, así que estoy feliz de compartirlo con ustedes. Aquí les dejo los cuentos y los invito a crear muchas historias acerca de las vacaciones, la playa o de lo que ustedes quieran dejar vivo para siempre en papel.

 

EL WÁTER GALÁCTICO - Maia Barrios

El señor Roberto Spunk era un hombre tan feo como su apellido. Cada vez que paseaba por el vecindario, los vecinos le decían:

—Spunk, ¿me lavás los platos?

Y él se reía con sarcasmo.

La tarde en que todo sucedió, el señor Spunk se estaba bañando y cantaba —supuestamente bien— cuando le dieron ganas de ir al wáter. Salió de la ducha y fue directo. Al abrir el wáter vio un vacío infinito y escuchó una voz misteriosa, que le dijo:

—Señor Spunk, como tienes un horrible apellido te vamos a enviar al infinito sporripilante donde NO se puede cantar.

Un viento fuertísimo salió del wáter y ¡BOOOOM! ¡Se tragó al señor Spunk!

Estaba muy asustado, no sabía qué hacer, hasta que llegó a La Nada. Seguramente imaginan un lugar todo negro, pero era mucho más… aburrido. ¡No había televisión! Y lo único bueno es que había internet. El señor Spunk pensó: «Si me saco una selfie voy a tener más seguidores en Instagram». Sonrió, sacó la foto y puso: #En la nada #Me gustanloshashtag #Soy raro #Me voy de acá. Corrió y corrió, pero no pudo escapar.

Y esa fue la vida del señor Spunk.

 

CUENTOS ENTRE CUENTOS - Santiago Pérez

En la librería Escaramuza estaba Mary Poppins. Leía un libro sobre un conejo que vivía en un castillo, comía kiwis y disfrutaba de su sabor, cuando cayó por las escaleras. Como se lastimó la pata, fue a visitar al doctor Papanatas, que le dijo:

—Le voy a gontar un güento para que se megore —decía todo con g porque estaba resfriado.

Y empezó:

Había una vez un sancocho que estaba triste por ser un sancocho y sancocheaba por toda la ciudad. Hasta que se dio cuenta de que no era un simple sancocho: ¡era el Santo Cocho!

El conejo se murió de la risa y al día siguiente fue su funeral.

A Mary Poppins no le gustó ese final y se murió de tristeza.

Pero no crean que este es el final, el doctor Papanatas cuando vio que no podía salvar a nadie también se murió.

Final trágico, sí, pensé lo mismo. Pero ese tampoco es el final: el Santo Cocho los resucitó a todos.

 

LECHUGAMAN - Santiago Cejas

Un día común y corriente, un vendedor de vegetales encontró un líquido radioactivo y decidió regar una lechuga. Luego se la comió y le vino indigestión. Se acostó a descansar y cuando despertó era… ¡¡Lechugaman!!

 

LA NIÑA QUE SE TRANSFORMÓ EN KIWI - Nicolle Xavier

Había una vez una niña llamada Laluz que comía mucho kiwi. Comió tanto que quedó gorda y se transformó en un pájaro kiwi con dos patas, un pico largo y dos alas para volar. Voló y voló hasta que llegó a un zoológico. Los señores que trabajaban ahí nunca habían visto un pájaro así. Nadie sabía cómo era su nombre y le preguntaron. El pájaro respondió que se llamaba Laluz y era una niña. Todos se impresionaron, porque nunca habían visto una niña que fuera un pájaro. Ella tuvo hambre y voló alto en busca de comida. Voló, voló y voló hasta que se chocó con un águila. Todos los señores vieron que el águila empezó a perseguir a la niña pájaro de kiwi para comérsela y quisieron ayudarla. Subieron a un helicóptero y fueron hasta donde el águila atacaba a la niña. Tiraron una red al águila y otros se tiraron en paracaídas para salvar a la niña. Otras águilas vinieron y quisieron rasguñar a los señores, pero no pudieron porque ellos llegaron rápido al piso. En tierra firme le dieron a Laluz un medicamento y volvió a ser una niña. Nunca más comió tanto kiwi.

 

THE COMPETITION - Isabella Quagliotti

Una banana (mi fruta favorita) y una manzana eran grandes enemigas. Las dos eran muy talentosas y  estaban parejas en todo. Por eso decidieron jugar al tenis para ver quién era la ganadora.  Jugaban muy mal al tenis.

—Hoy en la tele estamos trasmitiendo el partido de Banana vs. Manzana —dijo el relator— Saca Banana, responde Manzana.

El partido seguía empatado hasta que, en un tiro de Banana, Manzana se distrajo mirando a una manzanita en la primera fila de la platea y en ese mismo momento se enamoró. La pelota siguió y fue punto para Banana.

Banana ganó el partido de tenis, se llevó el trofeo  y la medalla como mejor fruta del mundo.

—¡Banana! ¡Banana! ¡Banana! —gritaban todos.

Manzana y Manzanita salieron de la cancha de la mano.

—¡Buuuuu! ¡Buuuu! —gritaron hasta que se fueron.

 

EL HOMBRE Y EL OSO - Miligaros Zecca

Una noche tormentosa, un hombre viejo caminaba por un bosque. Se había empezado a mojar cuando encontró una cabaña. Parecía sacada de una película, tenía una estufa a leña, una alfombra de piel de oso, animales disecados y una mecedora para viejitos. Al estar vacío el lugar, el viejo decidió pasar la noche ahí, estaba tan cansado que quedó profundamente dormido.

Al despertar, la cabaña estaba tapada por tantos árboles que parecía una carpa de circo natural. Intentó abrir la puerta, pero no pudo.

El hombre gritó y gritó hasta que escuchó pasos que lo hicieron guardar silencio. ¡Era un oso del tamaño de un caballo! El viejo se asustó del animal. Antes de que pudiera hacer algo el oso lo sacó dando zarpazos a las ramas.

Cuando salió de allí, se encontró con el guardabosques, le contó sobre el oso y se enteró de que el oso estaba domesticado para ayudar a las personas.

El viejito siguió su camino.

 

LAS MASCOTAS DEL INFIERNO - Sofía Montero

  1. Las mascotas del infierno

Alfredo volvía a su casa luego de hacer las compras cuando encontró una tienda de mascotas llamada: Las mascotas del infierno.  ¿Y si compro un conejo?, pensó.

El dueño de la tienda le dijo que tuviera cuidado, el conejo no era muy amigable…

  1. La venganza del conejo

—¡No! ¡No! Conejito bueno, conejito bueno. No me saques más dedos, plis. ¿Qué te doy para que no me mates? ¿Acaso querés zanahorias bañadas en sangre de humano? ¿Sangre coagulada de ratas, mosquitos, perros? ¡No sé! ¡Algo!

[Voz robótica de conejo robot]

—Nada. Humano no poder ayudar.

—¿Por qué? ¡Yo quiero vivir!

—Cuando conejos dominar mundo humanístico, humanos no vivir.

—Tenés que tener piedad. Recordá que si yo no te hubiera adoptado, no podrías dominar el mundo humanístico.

—Humano tener razón, pero conejos no ser piedad, ser vengativos.

—Pero… ¿Por qué querés matar a la humanidad?

—Humanos matar familias de conejos, entonces yo matar humanidad. JA, JA, JA.

Autor: Me cansé de escribir.

El final: los conejos dominan el mundo, matan a la humanidad… 

-¡Un conejo! ¡Soy alérgico! ¡Muero, muero!

 

LA MEDIA DE RAÚL - Francisco Tomé

Raúl estaba triste. No encontraba ni a su caracol mascota, Kevin, ni a su media favorita. Raúl amaba las medias.

Era el peor día del mundo para él.

Vagó por toda la ciudad, pero no encontró nada. Cuando estaba por perder la esperanza descubrió una especie de baba de caracol, la tocó, luego la lamió y sintió sonar una música genial, como en las películas. Era la baba de Kevin. Otro caracol que andaba por ahí le contó que estaba en otro cuento con toda su familia y se había llevado su media favorita.

Raúl decidió salir en busca de Kevin y su media favorita. Luego de dos días, trece horas y tres minutos llegó a una historia donde encontró a Kevin, que lo llevó con su media.

Perdón, me quedé sin punta y no puedo contar el regreso a casa.

 

AMNESIA - Micaela Blezio

—Mirá —dijo mi amigo—, el espacio entre las hojas de aquellos árboles se parece a dos ciervos.

Es curioso que no me hubiese percatado de eso, ya que llevaba una hora bajo la sombra de esos árboles. Inmóvil, confuso y pensativo, eran tres palabras que describían mi estado a la perfección. La amnesia era mi peor enemiga en ese momento. Pero sabía algo de mí, lo había averiguado los sesenta minutos que estuve ahí tendido. Yo era muy paciente, una cualidad de la que muchos carecen. Si no lo fuese, habría entrado en pánico, corrido y llorado como cualquier otra persona. Pero decidí reposar y meditar tranquilo. Aun así, seguía sin entender mucho. Y, aun así, me reusaba a irme. Es decir: ¿a dónde iría? Ni siquiera sabía si tenía hogar.

—El ciervo de la derecha parece estar en pose defensiva —insistió mi amigo.

El tiempo entre sus dos comentarios había sido bastante, lo que me hizo pensar que mi supuesto amigo era atento y observador.

—El de la izquierda no parece querer atacarlo —le dije, por primera vez, desde que tengo memoria.

 

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