Ida Vitale e Idea Vilariño
Al mismo tiempo
Por Roberto Appratto / Lunes 29 de abril de 2019
«Deux personnages (la lecture)» de Pablo Picasso
Ida e Idea, Vitale y Vilariño. Dos mujeres uruguayas contemporáneas, dos poetas diversas en su estética y sin embargo similares en su metodología, pasión y vitalidad poéticas. Roberto Appratto reflexiona sobre la vida de ambas poetas y nos insta a detenernos para leerlas.
Mientras escribo esta nota, Ida Vitale (1923) está recibiendo el Premio Cervantes, la máxima distinción literaria en lengua española. El hecho de que Vitale cumpla 96 años en noviembre, esté lúcida y camine sin dificultades, ha sido tan destacado como su poesía y la excepcionalidad de este premio para Uruguay: solo Juan Carlos Onetti, uno de los más importantes narradores del país, llegó a recibirlo. Es cierto que la edad y la persistencia importan, pero mucho más el valor de su escritura, que, más allá de este y de muchos otros premios internacionales con que se la ha distinguido en los últimos años, es también una de las más fuertes y singulares de este país.
Por otro lado, en estos días se cumplen diez años de la muerte de Idea Vilariño (1920), poeta que también llegó a una avanzada edad y produjo una obra no tan premiada pero sí muy destacada, dentro y fuera de fronteras. Hablar de ambas en virtud de la coincidencia de estos acontecimientos, es hablar de poesía, y especialmente de la poesía uruguaya de las últimas décadas, así como de ejemplos ya instalados en una tradición viva: la de modelos posibles de escritura.
Ambas pertenecen a la generación del 45, son estrictamente coetáneas, empezaron a publicar en la misma década (la del 40). Formar parte de una generación no implica participar de un modo estético, ni de un sistema de valores, ni siquiera de una manera de concebir el arte que cultive (la poesía, en este caso). Es simplemente llegar más o menos al mismo tiempo a la lectura de un contexto cultural y social (el Uruguay y el mundo de de los cincuenta, sesenta, setenta) de la cual salió, con resultados diversos, su poesía. Lo que tal vez corresponda sea examinar qué hicieron con sus modelos y sus referentes inmediatos para generar, como voz y como respuesta, su escritura; y a partir de allí las obras que las convierten en modelos posibles de quien se ocupe de la poesía uruguaya actual.
Tal vez convenga hablar de actitudes. A los cincuenta años, Ida se fue del país hacia México, y después hacia Estados Unidos, y siguió escribiendo, a la luz de la cultura que ya poseía y de la que sus lecturas y experiencias le procuraron. Idea no se fue y siguió escribiendo, instalada en el Uruguay de la dictadura y de la post dictadura, y convirtió su poesía en un arma expresiva que la mantuvo a la vez en sí misma y hacia el mundo. No obstante las diferencias de temperamento y posición, ambas solidificaron su escritura por la vía de encararla como un trabajo vital; a la vez que escribían críticas y ensayos, traducían, investigaban, publicaban, ambas hicieron un culto de ese trabajo: si Idea hablaba en primera persona, perfeccionaba su sentido del ritmo, cambiaba el sentido de sus textos por la división en versos, Ida describe su entorno cultural y afectivo, condensa y suelta su expresión en síntesis luminosas. Cada una en lo suyo, cada vez más ellas mismas, cultivaron su poesía desde el lenguaje: la elegancia, la inteligencia y la sutileza de Ida, la expresividad directa, la intensidad y el paisaje sonoro de Idea, no son posibles sin un tiempo de estudio, sin lecturas que orientaran y ayudaran a cuestionar lo que se llama el hacer poético.
Ambas, en última instancia, pueden tomarse como representantes de dos maneras de hacer poesía igualmente serias. Las dos llegan a puntos diferentes, pero a partir de una misma búsqueda formal, una misma consideración del poema como campo de trabajo y como lugar en que confluyen distintas fuerzas de representación del mundo y de la escritura. El hecho de preparar un poema implica para las dos pensar cómo decir lo que se quiere decir en la clave expresiva elegida, con el sonido elegido, con las repercusiones semánticas elegidas; con tendencia a lo explícito o a lo elíptico, a decir o a sugerir, y un énfasis en la reflexión que les permitió ensanchar permanentemente su universo. En la evidencia de su poder de escritura, en la capacidad de evocar libremente sus asuntos, de manera emocional e intelectual, reside su condición de ejemplos para quien escriba poesía, acá o en cualquier otra parte. Además de celebrarlas debería leérselas con detenimiento.
También podría interesarte
En 1999 la UNESCO declaró el 21 de marzo como Día Mundial de la Poesía, por contribuir «a la diversidad creativa al cuestionar de manera siempre renovada la forma en que usamos las palabras y las cosas». Roberto Appratto reflexiona en torno a esta conmemoración.
Olvidadas, negadas, ignoradas o abandonadas. Así son las historias, la vida y la producción literaria de muchas mujeres y personas trans. Ilustrada por Aymará Mont, Gabriela Borrelli comienza una columna dedicada a todas ellas, acercándonos en esta nota la poesía de la boliviana María Josefa Mujía, la Ciega.
«Inventores», «maestros» o «diluidores» son algunas de las categorías que Ezra Pound define en El ABC de la lectura, para referirse a los escritores según sus aportes a la poesía. Roberto Appratto recupera estas tipologías y nos invita a una lectura crítica, cuestionadora del gusto más personal.