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Apuntes fuera de lugar IV

Por Aldo Mazzucchelli Mazzucchelli / Lunes 23 de julio de 2018

La lucha contra el positivismo como dogmatismo fue clave en el pasaje del siglo XIX al XX. Muchos teorizaron a favor o en contra, abriéndole paso a una nueva forma de ver el mundo: el modernismo. A propósito, escribe Aldo Mazzucchelli en la cuarta entrega de los Apuntes fuera de lugar.

Las oposiciones que el cambio de siglo enarbolaba en su lectura del positivismo en retirada necesitaron de un argumento propagandístico. Este argumento parece haber sido eficaz, y es el que repiten tanto Carlos Arturo Torres como Rodó: antidogmatismo. En efecto, el ataque al positivismo como un dogmatismo que se cerraba a los cambios enarbolando dogmas cientifistas fue el arma dialéctica que empleó la reacción idealista y espiritualista, pero los puntos que destacaban a una y otra filosofía (deseo de aplicación, de efectividad, de eficiencia, de obtención colectiva de la verdad experimental, de formación de ciudadanía democrática, de aplicación prioritaria de los recursos a la infraestructura y el adelanto material, y de función equilibradora del Estado en el campo laboral y educativo) no tienen que ver con ello.

El positivismo había conocido, en América, las renovaciones y la falta de dogmatismo a que lo obligaba su fuerte vocación aplicada; las responsabilidades de gobierno y las exigencias que trae el conocimiento directo son el mejor antídoto contra la esclerosis teórica. A su vez, el tipo de «renovación permanente» que plantea la interpretación que hacía Rodó del «espíritu nuevo» no tiene mucho de original ni de específico, y es bien observada y caballerosamente destrozada por el señor Alfredo Colmo, por ejemplo, un pensador positivista argentino que no pasó a la historia.

Al correr del tiempo, con esa sustitución de ejes y términos de la discusión (realmente la genealogía de las ideas que pasan de los positivistas a los pospositivistas, y de ellos a los antiliberales latinoamericanistas y antimperialistas, es un juego de deslizamientos, una especie de patinaje sobre hielo fino. Se podría ir trazando una genealogía de esos conceptos de modo que se vea cómo pasan a significar en diferentes contextos.

¿Cómo es la maniobra de reacción ante la incertidumbre epistemológica? Esa maniobra se llama modernismo. Es una reacción no ideológica, sino estética. Los poetas modernistas no tienen ningún programa ideológico unificado. Herrera y Reissig es tan modernista como Rodó, y no coinciden en casi nada. Martí sueña una América con «Bolívar y Spencer de la mano». Torres, Rodó, Caso, Korn buscan un más allá de la razón práctica en donde el intelectual haga valer la supremacía de su «aristocracia espiritual» y su capacidad de adaptación permanente frente a la progresiva pragmatización y profesionalización del Estado, liberado del todo de las inspiraciones de los «sabios».

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