pensamientos alternativos
Carlos Castaneda: Hay que escuchar lo que responden las lagartijas
Por Teresa Porzecanski / Jueves 15 de marzo de 2018
Corrían los años sesenta cuando un estudiante de Antropología de la Universidad de California en Berkeley eligió como tema de su tesis de doctorado investigar las creencias y prácticas de un chamán de la cultura yaqui en un poblado del noroeste de México. Como era de rigor, lo haría a través de ciertas técnicas: observación participante, entrevistas abiertas y descripción detallada del entorno de situaciones y conductas. Nadie podía sospechar en ese momento, y desde la rígida separación entre conocimiento científico y conocimiento «popular», que su primer libro derivado de dicha tesis, publicado en 1968, sorprendería por su contenido, y demostraría que, cuando de lo humano se trata, la observación «objetiva» simplemente no existe.
Las Enseñanzas de don Juan: una forma yaqui de conocimiento arrasó en ventas y no menos ocurrió con la docena de libros que le siguieron. Castaneda no solo alcanzó así su doctorado, sino que ascendió, en aquellos años de hippiesmo y experimentación con drogas alucinógenas, a figura paradigmática que parecía demostrar que las ciencias sociales que se pretendían «objetivas» eran apenas otro de los mitos contemporáneos, y que el rescate de las maneras de ver el mundo de antiguas poblaciones nativas, anteriores a la llegada de los europeos, tenía aún mucho que ofrecer al individuo de Occidente, urbano, catapultado en sociedades masivas e industrializadas.
Nacido, aparentemente, en Perú en 1925 (pues hay varias versiones de su fecha y lugar de nacimiento), naturalizado norteamericano, Castaneda devino él mismo una especie de chamán yaqui, y, retirado de su fama en la escena pública en 1973, se dedicó a trasmitir sus aprendizajes a nuevos alumnos en su casa de Westwood, California, a través de Cleargreen, una organización para el desarrollo de la conciencia según una metodología específica que él denominó tensigrity. Más tarde, excomulgado de los círculos académicos, que no soportan demasiado un éxito controvertido y considerado espúreo, Castaneda falleció en 1998 en la ciudad de Los Ángeles y sus cenizas fueron enviadas a México.
Las Enseñanzas de don Juan es un libro en el que se describe la dramática transición entre una realidad «ordinaria» y otra realidad que, inducida por hongos alucinógenos, peyote, ayunos, ungüentos, y todo un régimen de concentración, impulsa a que la conciencia «despierte» a varios descubrimientos: la infinitud, la plenitud, nuevas capacidades de los sentidos y del cuerpo y, sobre todo, emociones intensas y drásticas. Hay seres impensados que viven en las montañas, en los páramos, en las sombras, en los umbrales. Hay mensajes que provienen de pájaros, de árboles, de aguas, de las formas prístinas del mundo que a veces acompañan y protegen, y otras, acechan y amenazan al vulnerable ser que somos. Hay comunicación entre todo ello: es necesario aprender a verlo, aprender a interpretarlo. Tal como en las conceptualizaciones psicoanalíticas del inconsciente, o las jungianas del inconsciente colectivo, es necesario enfrentarse a lo desconocido para crecer y comprender quiénes somos, por qué estamos y para qué.
A manera de ejemplo, veamos la secuencia en que don Juan enseña a Castaneda a plantear una pregunta adivinatoria, cualquiera sea, a dos lagartijas que ha capturado y a las que les ha cosido la boca. Lo instruye, entonces, a escuchar sus respuestas, en estos términos:
«La pequeña lagartija sobre tu hombro estaba describiendo para ti todo lo que querías saber. Te hablaba. Te estaba diciendo todo y tú no prestaste atención. En cambio, creíste que sus palabras eran tus propios pensamientos.»
«Pero eran mis propios pensamientos, don Juan.»
«No eran. Esa es la naturaleza del sortilegio. De hecho, la visión es para ser escuchada, no para ser mirada».
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