Amar con los dedos
Constelación Lesbiana
Por Gabriela Borrelli Azara / Lunes 21 de setiembre de 2020
Ilustración de Aymará Mont
Mujeres agrupadas brillan con manojos de versos en la constelación Lesbiana, una silueta en el cielo prendida para celebrar el amor entre mujeres. Gabriela Borrelli traza las primeras estrellas de esta constelación poética y nos acerca a los textos de cinco mujeres que amaron a otras mujeres. Ilustra Aymará Mont.
Es setiembre acaso (así sin la p) el mes de las noches más estrelladas en el Río de la Plata, o acaso también, el de las noches más amables con el aire lleno de micropartículas que viajan hacia las flores. Porque no solo lo que nos daña vive en ese microcosmos sino también las alegrías escondidas, aquellas de las que solo nos llega la brisa de lo que fue. Una cantidad finita de materia en el espacio que nunca se pierde sino que se transforma: así con las palabras finitas, transformándose en el aire del poema. Esa misma materia enloquecida que forma las estrellas y la misma fuerza invisible pero poderosa que las une en constelaciones. Como esta: una pequeña gran constelación de lesbianas. Poemas y relatos que arman el amor entre mujeres. Imaginarios brillantes de nuestras pasiones, inscripciones poéticas de amores consumados (o no tanto). Una constelación para saltear las genealogías territoriales o cronológicas y reagrupar los relatos en una conversación poética de piezas distantes pero parientas. La poesía lésbica o lesbiana, por lo menos la constelación que veremos aquí, es una exploración sobre la lengua en la que hablamos, la intención de una organicidad literaria. Es en el sentido de Denise Levertov, una poesía orgánica «aquella en que el movimiento métrico, la medida, es la expresión directa del movimiento de la percepción. Y los sonidos, actuando junto con la medida, son una especie de onomatopeya extendida, es decir, no imitan los sonidos de una experiencia sino el sentimiento de una experiencia, su tono emocional, su textura». Sobre esas texturas se extiende este agrupamiento.
El más grande de los poemas de amor lésbico: por primero y por fundante, porque es un poema de amor, pero además es una afirmación de existencia disidente, de no elegir lo mismo, del deseo que se sabe otro, es de Safo. Solo se conservan 650 fragmentos de su obra, entre los que se encuentra este que aquí compartimos en una traducción rioplatense de Barbara Belloc y Alcira Cuccia. La estructura es fascinante; una tesis, una antítesis, y una conclusión para contradecir a Homero: Helena no fue raptada, aunque su marido era un buen marido, Helena siguió su deseo. Se trata de una afrenta a la épica entendida como poesía celebratoria, una declaración justificada de las preferencias y una tierna caricia a aquello que vive en el recuerdo.
Algunos dicen que un ejército a caballo, otros que los soldados a pie,
y otros que una escuadra de naves, sobre la tierra negra,
es lo más bello. Pero yo sé que los más bello es
lo que se ama.
Lo que es sencillo de entender para cualquiera,
puesto que ella, entre todos los mortales
la más bella, Helena, dejó a su esposo
excelso
y partió navegando a Troya
sin añoranza alguna de su hija
ni de sus familiares queridos, guiada (por Cipris)
(con ligereza)
así, luminosamente
recuerdo ahora a Anactoria,
la ausente:
sus bienamados pasos, la vibrante
luz en su rostro preferiría contemplar
y no las carrozas de Lidia o las armaduras
de los soldados[1].
Es un poema bello, sutil y poderoso que como una estrella no murió sino que se juntó con otras para formar la trama más hermosa. Se completará muchos años después con aquellas que tomaron su figura y quisieron volver a fundar Mitilene en París. Una reunión poderosa de mujeres artistas y bohemias que constituyen París-Lesbos. La vitalidad parisina de la década del 20 que suele leerse como una respuesta a la primera guerra mundial tuvo sus mejores luces en la comunidad de lesbianas visibles que la habitaba. Dolly Wilde, la única de la familia del famoso escritor que decidió no cambiarse el apellido; Natalie Clifford Barney, excéntrica anfitriona de las reuniones literarias del llamado salón de Barney, que se celebraron durante más de sesenta años en su casa situada en el rive gauche de París, y René Vivian, de quien nos ocuparemos especialmente en esta constelación. El mejor libro en estas pampas para acercarse a ese clima de época y de deseo es el extraordinario El Affair Skeffington, de Maria Moreno. Libro bífido, mitad novela, mitad poemario, que reconstruye la historia de París-Lesbos cambiando nombres y condensando en la figura de una sola poeta a todas las demás. Reneé Vivian nació como Pauline Mary Tarn en Londres pero muy joven se trasladó a París. Ahí vivió un romance con Natalie Clifford Barney, después con una baronesa casada y madre de dos hijos, hasta que siguió los pasos de una admiradora en Constantinopla. Murió a los 32 años después de haber intentado suicidarse en una oportunidad con láudano, como un homenaje último a su primer amor Violet Shillito. Con este poema la sumamos a la constelación, uniendo a la visión de mundo sáfica la presencia del deseo corporal, el deseo en la carne y las manos como elemento erótico.
Carne de las cosas[2]
Tengo, en mis dedos sutiles, el sentido del mundo,
pues el tocar penetra como hace la voz.
La armonía y el sueño y el dolor profundo
tiemblan en la punta de mis dedos.
Comprendo mejor, por el roce, las cosas bellas.
Comparto su intensa vida al tocarlas.
Es entonces que sé lo que hay en ellas
de noble, de dulcísimo y como de canción.
Porque mis dedos han conocido la carne del barro,
la carne lisa del mármol, de femeninos contornos
que la mano que los sabe modelar ha herido,
y la de la perla y la del terciopelo.
Mis dedos han conocido la vida íntima de las pieles,
¡vellón caliente y soberbio en el que hundo las manos!
Mis dedos han conocido el ardiente secreto de los cabellos
donde se han deshojado miles de jazmines.
Y, al igual que los que vienen de muy lejos,
mis dedos han recorrido horizontes infinitos,
han iluminado, mejor que mis ojos, caras
y me han profetizado oscuras traiciones.
Mis dedos han conocido la piel sutil de la mujer,
y sus crueles estremecimientos y sus hipócritas perfumes...
¡Carne de las cosas! Creí a veces apagar un alma
con el prolongado roce de mis dedos...
Creer que tocamos algo con solo nombrarlo. Esa es la estela del poema de Renée Vivian que parece encadenarse y hacer lugar para que aparezca Eroica de Diana Bellessi. En 1988 Bellessi publicó este libro después de haber viajado por Latinoamérica y de haber vivido en los EEUU (de esa estancia quedó para siempre una de las mejores antologías de poesía norteamericana Contestáme, baila mi danza que se acaba de reeditar en la Argentina). Eroica forma parte de lo que podríamos enmarcar dentro de la poesía de la post dictadura militar, caracterizada por la insistencia en nombrar de nuevo al mundo después de la desaparición forzada de personas y de palabras. ¿Con qué palabras nos amamos si con esas mismas otros torturaron? Eroica (así sin H, para que Eros se una a las pequeñas épicas del deseo) es un manifiesto al amor entre mujeres y también a la vitalidad poética de volver armar al mundo.
Amar a una mujer (fragmento)[3]
Cuando digo la palabra
nuca
¿te chupo suavemente
hasta hundir
el diente aquí?
¿Estoy tocándote acaso?
Cuando digo pezón
¿la mano roza
las dilatadas rosas de los pechos tuyos?
¿te toco acaso?
¿Toca, lengua, la comisura
de mis labios y aprisiona
en la vasta cavidad el cuerpo
que desea ser tocado y ceñido
por tu lengua cuando nombra
mi boca la palabra lengua, acaso?
No me mandes al rincón
No hagás de mí el testigo
que se mira con palabras
Es la mano nombrada
no el nombre
quien desea aprisionar tus nalgas
—Hábleme
—¿Cómo será?
—¿Qué?
—Tu voz
¿fuego oculto en la madera
del fuego que se expande?
¿Así será?
El cuerpo de tu voz
en el instante en que
no me mandes al rincón
fluye miel de las granadas
No quiero
tocar un fantasma
ni quiero
la fantasía cortés
del trovador a su dama
Es a vos, mi amada
áspero cuerpo de la amiga a quien deseo
Gesto
de mutua apropiación
instante
donde no se sabe
los límites del tú, del yo
El nombre y lo nombrado
en tersa conjunción que sabe
no durará
y sabe
es más eterno
que el filo de un diamante
Alegre
relámpago de zarpa
y de mordisco
animal
el más bello de todos
el instinto
impera aquí
Su voz no tiene traducción
Verbal moneda de intercambio
no
Una tierra, la nuestra, que a fuerza de militancia traza otras fronteras. Geografías dislocadas que se desarman y reagrupan. Desde principios de los 2000 en Latinoamérica, el impulso de los movimientos LGTTBQI generó la apertura de espacios en diferentes sectores sobre todo en el social y el político. No quiere esto decir que las violencias hacia nuestros cuerpos y en el caso de las lesbianas, las violaciones y vejaciones correctivas se hayan disipado, sin embargo desde el 2010 específicamente y con Argentina como punta de lanza de la aprobación del matrimonio igualitario se trama otra red de derechos. Se sumó Uruguay en 2013 que tenía ya para todo su territorio la unión civil, Brasil también en el mismo año, Colombia, Ecuador, Costa Rica y Ecuador. En 2001 le poeta y autorx activista lesbiana no binarie feminista Gabby de Cicco publicó «Queerland»: una cabalgata poética por territorio nunca conquistado, una oración para decirnos en voz baja o enarbolarla como bandera.
Queerland[4]
Yo que monto, rozo, lamo tus nalgas. Yo
que perezosa devengo nave en tu río, y cabalgo las ancas
salvajes de tu cuerpo. Yo que hago de mi cuerpo
un vicio, no penetro.
***
De mí dicen que soy: bollo, torta, tortillera. Sin huevos
se hace esta pasta, cocinada despacito entre dos
minas de carbón u oro.
Revolver con el don del dedo que sabe que allí
donde toca algo, brota. Fuego, boca de fuego,
que deshace los nenúfares de tu jardín.
Bésame diosa. Bésame, como si fuera esta noche
la última.
A una diosa entonces convocamos para que marque el último punto de esta constelación, una que pueda unir mares y luchas, que haya pasado toda su poesía resignificando la lengua con la que nos escondieron y haya conspirado en imágenes nuestras secretas fantasías: Cristina Peri Rossi. Desde Lingüística General de 1979 hasta sus últimos poemas, las que vamos a amar te saludamos. Levantamos la vista al cielo en noches estrelladas y unimos puntos brillantes.
4 Estación: Ca Foscari[5]
Te amo como mi semejante
mi igual mi parecida
de esclava a esclava
parejas en la subversión
al orden domesticado.
Te amo esta y otras noches
con las señas de identidad
cambiadas
como alegremente cambiamos nuestras ropas
y tu vestido es el mío
y mis sandalias son las tuyas
como mi seno
es tu seno
y tus antepasadas son las mías.
Hacemos el amor incestuosamente
escandalizando a los peces
y a los buenos ciudadanos de este
y de todos los partidos.
A la mañana, en el desayuno,
cuando las cosas lentamente vayan despertando
llamaré por mi nombre
y tú contestarás
alegre,
mi igual, mi hermana, mi semejante.
[1] Safo. Fragmento 16. Poemas y Fragmentos completos. Argentina: Pato-en-la-cara.
[2] Poema de René Vivian traducido por la investigadora María Dolores Martínez Muñoz.
[3] Bellessi, Diana (2009). Eroica. Tener lo que se tiene. Poesía reunida. Buenos aires: Adriana Hidalgo Editora.
[4] De Cicco, Gabby (2019). Queerland.Transgénica. Obra reunida. Buenos Aires: Baltasara editora.
[5] Peri Rossi, Cristina. (1979) 4 Estación: Ca Foscari. Lingüística General. Valencia: Prometeo.
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