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Series y libros

Es más de lo que puedo decir de ciertas series: «True Detective» y lo nuevo de Bret Easton Ellis

Por Patricia Turnes / Viernes 15 de marzo de 2024
Jodie Foster y Kali Reis en «True Detective: Night Country» (HBO, 2024).

Digresiones mediante, la nueva temporada de True Detective: Night Country y sus grandes protagonistas mujeres viene al encuentro del último libro de Bret Easton Ellis, Los destrozos. Porque lo interesante es justamente derivar por las series y libros, Patricia Turnes defiende reseñas creadas por inteligencias no artificiales.

Desde que se anunció el regreso de True Detective, la serie de televisión policial creada y escrita por Nic Pizzolatto, supe que iba a ser difícil que esta cuarta temporada superara a la primera. Aquellos capítulos fueron un éxito desde el estreno en HBO en 2014, debido, en gran parte, a la magia de aquella dupla conformada por Matthew McConaughey y Woody Harrelson. 

A la cuarta temporada de la serie, Night Country, la dirige una mujer, la mexicana Issa López. El argumento gira en torno a un grupo de científicos que mueren congelados en Ennis, Alaska. Algunos sucesos sobrenaturales que ocurren en este remoto pueblo complicarán la investigación. Jodie Foster y Kali Reis interpretan a las dos mujeres policías que investigan el caso, a la vez que cargan con sus propios demonios interiores. A los pocos días del estreno, True Detective: Night Country fue blanco de una campaña de odio machista en las redes sociales. Los que se ensañaron con la serie lo hicieron, según ellos, por «exceso de mujeres en roles protagónicos y secundarios», planteo tan ridículo e insólito como el que le hicieron a La sociedad de la nieve por no ser inclusiva.

Según ha reconocido su directora, hay unas cuantas películas en las que se basó para darle forma a este policial. López se propuso rescatar lo fantástico al estilo de John Carpenter y uno de los modelos que tomó como referencia fue The Thing

Debo confesar que los primeros capítulos de Night Country no me entusiasmaron demasiado, me pareció bastante cliché todo. Incluso la estética de esta cuarta temporada no me terminaba de cerrar. El personaje principal, la sheriff Liz Danvers (Judie Foster) me hizo acordar a otros personajes femeninos que ya había visto antes: a Marge Gunderson, encarnada por Frances McDormand, en la película Fargo y también a Marianne «Mare» Sheehan con Kate Winslet como la detective de pueblo de la serie Mare of Easttown.

Pasaron varios capítulos y yo seguía anhelando aquella fantasmagoría generada en torno al nombre Carcosa, aquellos diálogos sobre Dios y el escepticismo de los detectives Rust Cohle y Martin Hart, aquel clima gótico sureño que flotaba en la primera temporada de la antológica serie. Los protagonistas de los capítulos iniciales eran hombres, bastante misóginos y machistas, por cierto; las asesinadas en general eran mujeres. Esta cuarta temporada es muy políticamente correcta comparada con la primera, es casi su reverso: son mujeres quienes ostentan los puestos de poder, la mayoría de los asesinados son hombres. 

La serie aborda varios temas: desde los pueblos nativos hasta la corrupción policial, pasando por el racismo, la contaminación ambiental y la violencia doméstica. En Night Country hay hombres congelados, muertes misteriosas, fantasmas, extraños símbolos, bebés que nacen muertos, visiones místicas, cuevas de hielo, auroras boreales, osos polares. Sin embargo, a mí lo que terminó enganchándome fue la relación pigmaleónica que tiene Liz Danvers con su protegido Peter Prior. Peter Prior (Finn Bennett) es un policía que imita a su mentora en casi todo: pasa de ser un sagaz aprendiz a ser un investigador full-time. La obsesión por el trabajo lo llevará, incluso, a descuidar a su propia familia. Él es una pieza fundamental dentro de la trama. 

Hay una muy buena entrevista a Finn Bennet que lleva la firma de Laura Huff publicada por Entertainment Weekly. Cuando le preguntan a este actor cómo fue enfrentarse cara a cara con alguien como Jodie Foster, responde: 

¿Alguien como Jodie Foster? Sí, quiero decir, existe toda esta mística sobre Jodie porque es una actriz tan condecorada y célebre, y eso fue muy estresante, y creo que fue uno de los mayores temores que tenía al emprender este proyecto. Y luego, cuando conoces a Jodie, conoces a esta mujer que mide quizás 1, 57 de altura, tiene una gran sonrisa, es muy cálida, amable y muy inteligente, y solo quiere que te vaya bien. Entonces esa imagen desaparece y, simplemente, se convierte en una relación de trabajo encantadora con alguien de quien aprendes muchísimo. Ella fue simplemente brillante. Siempre estaré agradecido por su paciencia para trabajar con alguien con mucha menos experiencia que ella.

Quizá algo de esta alquimia actoral, de esta fascinación que hay entre ellos, repercuta en lo que sucede en la pantalla entre los personajes. 

Ahora valga una aclaración: suelo mirar películas y series con alguna persona de mi confianza que sea un poco más objetiva que yo. De este modo, puedo cotejar mi versión de lo que pasó en la pantalla con lo que en verdad sucedió. Por mi naturaleza imaginativa, tiendo a inventar argumentos paralelos a la ficción que se está desarrollando o, bien, lleno los espacios vacíos de sentido con microhistorias que quizá no fueron tan así. Suelo ensoñar, elijo mi propia aventura dentro de la historia principal. 

Ni qué hablar de cuando en una trama todo depende de recordar pequeños detalles que te proporciona el director con cuentagotas. En esas ficciones en las que tenés que cazar cada pista y relacionarla con la anterior para llegar a la solución de la historia me siento como si fuera Pulgarcito que, en vez de encontrar el camino siguiendo las miguitas, se pierde en el bosque. 

El domingo 18 de febrero terminó True Detective: Night Country. Fueron seis episodios en total y se pasaron volando. Ver el capítulo final me hizo tomar conciencia de que yo había tejido en mi cabeza una historia paralela a la real. Se hizo evidente que la relación romántica que a mí me parecía que había entre la sesentona sheriff Liz Danvers y su veinteañero ayudante Peter Prior había sido un invento propio. Al final, la relación entre la protagonista y el tercero en importancia de la serie iba más por el lado maternal, según leí después en alguna reseña que ponía foco en la relación entre estos personajes.

Quizá podría echarle la culpa de esto a lo que miraba en la tele a mediados de los ochenta: Remington Steele, una serie de detectives con poco de comedia romántica protagonizada por Pierce Brosnan y Stephanie Zimbalist. El cambio fue gradual: a los trece años pasé de ver Candy, Candy, unos dibujitos bastante coloridos sobre una niña huérfana y sus amigos, no exentos de melodrama y amores platónicos, a ver esta serie para adultos que tenía como protagonista a una pareja entre la cual existía tensión sexual constante. En aquel entonces no existía el concepto de home theatre. Lo que yo hacía era poner tres sillas una al lado de la otra y me acostaba frente a nuestro primer televisor a color con un almohadón debajo de la cabeza. Al otro día no había liceo, así que los viernes yo veía varias series de corrido hasta la madrugada. 

Fue la misma época en la que empecé a soñar con ser investigadora privada. Durante años, consumí revistas de cómics en las que venían avisos de toda índole: «¡Estudie esto, estudie lo otro!». El plan de estudiar por correspondencia parecía bastante fácil: solo había que ir hasta el correo y mandar una carta a la dirección que figuraba en esas revistas, así que lo hice y me contestaron que, como yo era menor de edad, el curso se podía concretar si contaba con la autorización de mis padres. Pero mis progenitores no quisieron aquel destino para mí; se nota que albergaban otras ideas: que estudiara inglés y dactilografía, que estudiara alguna carrera universitaria y consiguiera un trabajo «normal». 

Con los años persistí en lo de ser detective. Así fue como logré hacerme de un libro ilustrado en el que explicaban varios de los trucos que usan los profesionales. Lo único que me acuerdo era aquello de echarle talco al picaporte o a la superficie que sea (en donde estén las huellas, bah) para luego ir con una cinta adhesiva, colocarla encima y de ese modo apresar la huella. Por ahí quedó mi carrera de detective, aunque debo reconocer que a lo largo de la vida he utilizado mis habilidades para descubrir mentiras y otros asuntos de la vida adulta sobre los cuales no voy a entrar en detalles ahora. 

Volviendo al tema de la tensión sexual entre parejas de detectives, había otra serie, Luz de luna, protagonizada por Bruce Willis y Cybill Shepherd en el papel de detectives privados. Era una mezcla de drama, comedia y romance.  En 2011 llegó The Killing, una serie danesa que jugó con la misma fórmula, acción más romance entre una pareja de investigadores que intentan resolver crímenes. 

Sé que no me pagan por contar las películas que me hago cuando miro series, pero creo que valía la pena hacer esta pequeña digresión. Al fin y al cabo, ¿cuál es la diferencia entre que una IA haga una crítica y que un ser humano como yo la escriba? El filtro sensible es lo que una inteligencia artificial jamás podría crear. 

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Y, hablando de detectives, después de trece años sin escribir ficción, Bret Easton Ellis se despachó con un ladrillo de casi setecientas páginas llamado Los destrozos. ¿De qué va? Va de chicos que están terminando la secundaria e iniciándose en la sexualidad. Hay un asesino serial que le da el toque de thriller a todo el asunto.  

El escritor norteamericano cuenta que los primeros intentos de escribir esta novela datan de más de cuarenta años atrás. En 1982 el referente innegable de la Generación X ya tenía la intención de escribir este proyecto de autoficción: quería contar cómo vivía y sufría sus diecisiete años de entonces, escribir de modo directo acerca de sus problemas, con todas aquellas personalidades suyas en conflicto. En aquellos tiempos se sabía gay pero trataba de pasar por heterosexual. En una entrevista que le hace el escritor argentino Rodrigo Fresán, Bret Easton Ellis cuenta que en aquellos años se dio cuenta de que no estaba preparado para afrontar una novela así. Como no pudo escribir aquella idea que tenía en mente, hizo «un libro que era pura vida exterior y poca consciencia -un mood, un ambiente, una atmósfera, casi una crónica- y que de algún modo hizo clic con ese espíritu medio zombi y como anestesiado de esos tiempos y se convirtió en algo arquetípico y, casi enseguida, en un lugar común de cortesía de todos sus imitadores: Menos que cero».

Durante todos estos años Bret Easton Ellis no paró de  pensar en esa novela, no dejó de creer que alguna vez la escribiría. Tras un período de proyectos fracasados en Hollywood, se lanzó a continuar ese primer texto. Lo que destrabó el bloqueo creativo que tenía con este material fue entender que debía abordar el proyecto desde un narrador que, al igual que él, se encontrara en el «otoño» de la vida. 

Los destrozos narra la época en la que Bret Easton tenía una novia, Debbie Schaeffer, una de las más populares del colegio, lo cual era una tapadera para no mostrar su homosexualidad. Todo es bastante idílico en el mundo de estos chicos privilegiados de Los Ángeles: mansiones con piscina, autos caros, ropa de marca, fiestas, porro, cocaína, quaalude, gimnasios, cines, padres ausentes, empleadas que se hacen cargo de las tareas difíciles. Hasta que entra al colegio el enigmático y bello Robert Mallorie. En torno al nuevo de la clase se teje la trama de esta novela. El Bret Easton Ellis del texto se obsesiona con este personaje. «Siempre me han atraído personas que a la vez me aburrían» admite Bret Easton Ellis refiriéndose a Mallorie.

Y ya que estamos de confesiones, debo admitir que mientras leía esta novela imaginé al personaje de Robert Mallorie todo el tiempo con la cara de Jacob Elordi, el actor que saltó a la fama encarnando a Nate en la serie Euphoria y se consolidó con las películas Priscilla y Saltburn.

Hay un video que realizó Penguin en ocasión de la presentación de esta novela en Madrid. Allí la escritora que entrevista a Ellis, Lucía Lijtmaer, le hace una observación muy pertinente sobre Los destrozos

Es la voz de una persona de mediana edad que cuenta la historia y no la de un adolescente de diecisiete años. Se nota mucho en la escritura que también hay una aproximación mucho más tierna que en otras novelas tuyas, incluso en el tratamiento del amor, del sexo. Por ejemplo, el sexo es mucho menos mecánico que en otras obras tuyas como Glamourama, en donde las descripciones son una tras otra…  ¿Piensas que tus personajes lo requerían? La sensación que da es que el juego que da entre el narrador y Bret escritor nos da a un personaje muy honesto en todo lo que puede ser honesto, especialmente en su deseo, ¿no?, en el sexo.

A esa provocación, Bret Easton Ellis responde: 

Bueno, eso soy yo. ¡No es un ejercicio intelectual! Todos los libros que he escrito son una reflexión de dónde estaba yo en un momento determinado. Por ejemplo, en Menos que cero estaba en la universidad, también Las leyes de la atracción; cuando fui a Nueva York, American Psycho; cuando estaba intentando sobrellevar mi vida de famoso, Glamourama; y cuando trabajaba en Hollywood, Suites imperiales. Es decir, mi narrador ha ido envejeciendo conmigo a la vez. […] En Los destrozos escribí sobre mis sentimientos, mi amor por mis compañeros de clase. Los críticos decían que este libro era pornográfico. Yo creo que lo estoy contando como fue. Yo simplemente quería escribir sobre ese período con total libertad.

En la charla queda claro que hay en el escritor cierto anhelo de aquellos años dorados en los que no existían los celulares, de cuando los padres no estaban tan presentes en las vidas de sus hijos, cierta añoranza de una idea de la libertad que ahora parece mucho menos posible. Para poner un ejemplo de este mood nostálgico, Bret Easton Ellis recuerda la escena de la novela en la que su personaje espera en el cine para ver una película: 

Bret llega al cine veinte minutos antes de que empiece la película, y se sienta, no tiene un celular. Tiene caramelos, tiene muchas ganas de que empiece la película. Piensa en sus amigos, en su vida, mira a la gente que entra en el cine, y la pantalla es un catalizador de todo lo que pasa en el libro, está disfrutando de esta experiencia, piensa en su vida. Esto fue exactamente así, yo fui a ver El resplandor y eso es lo que sucedió. Que esto ya no sea así me da pena.

En esta novela ocurren asesinatos rituales, siempre con el toque de humor negro que no puede faltar en los libros de Ellis. Cuando le preguntan al escritor en la entrevista anteriormente citada por qué cree que existe violencia explícita en sus novelas, comenta que ha estado conversando con Quentin Tarantino, parece que se simpatizan mutuamente. Ambos tenían cinco o seis años cuando ocurrieron los asesinatos de Charles Manson y fue algo que aterrorizó a ambos cuando eran niños. Como reconoce: 

Había muchos asesinos en serie en California en los setentas, los había por todos lados, eran una sección en el periódico había una cantidad de asesinatos, la verdad es que daban mucho miedo. Tarantino tiene la influencia de esta violencia al igual que yo, encontramos algo muy poderoso en ella y la queremos replicar en nuestra obra.

Es interesante descubrir que, al contrario de lo que muchos puedan pensar, para Bret Easton Ellis no fueron los ochenta la mejor década. Los noventa fueron los mejores años. «Fue la época en la que más sexo tuve», comenta, «escribir era algo muy glamoroso en los noventa, había buenas revistas, las drogas eran muy buenas, había buenas películas como Pulp Fiction».  Por otra parte, los escritores favoritos de Bret siguen siendo Joan Didion, Hemingway, Don De Lillo... Y si nos ponemos en el plano de lo crítico, se puede decir que lo que hace este escritor se enmarca dentro del realismo sucio y también dentro de la corriente llamada «ficción transgresiva».

Para terminar, hay que decir que HBO ya compró los derechos para convertir Los destrozos en una serie. Para este proyecto Ellis escribirá los guiones. Según la información que circula, Luca Guadagnino habría sido contratado para los primeros capítulos. Pero hay más novedades. Bret Easton Ellis se ha quejado en algunas entrevistas de sus intentos fallidos de dirigir películas. Estuvo a punto de dirigir varios proyectos que luego se vinieron abajo y la pandemia frustró uno de sus últimos intentos. La noticia que empezó a circular en estos días es que parece que debutará por fin como director de cine. Hay que recordar que, como guionista, Ellis tiene cuatro películas en su haber y, como director, ha hecho algún que otro comercial y la serie web The Deleted (2016). 

Relapse, así se llamará la peli, contará con Joseph Quinn de Stranger Things en el papel protagónico. La película tendrá, al parecer, todos los tics de Bret Easton Ellis: sexo, drogas y paranoia. También será divertida y comercial, según cuenta el escritor: «Crecí viendo las emblemáticas películas de terror de la década del setenta. Resulta apropiado que mi primer largometraje sea una película de terror. Hay una simplicidad en Relapse que parece la forma perfecta para mi debut como director». 


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