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Crónicas

Haroldo de Campos, las «Galáxias» y el mar de Puerto Rico

Por Rosario Lázaro Igoa / Miércoles 31 de julio de 2019

Sin ser un libro de viajes, el poeta brasileño Haroldo de Campos creó un martexto de galaxiaspoema que como islas interconectadas invitan a viajar a través del lenguaje, para explorar y deslizarse hasta a llegar al núcleo de la palabra. La también traductora y escritora Rosario Lázaro Igoa, en su nebuloso soñar, nos guía en este viajescritura universal.

Aunque Haroldo de Campos dispone numerosas referencias geográficas en las Galáxias (1984), es difícil asociar este libro a lugares conocidos. El recorrido textual, que el poeta / crítico / traductor brasilero (1929-2003) escribió durante décadas, parece más un sueño en el que todas las partes del mundo se congregan. Están ahí, apretujadas en un puñado de palabras, y generan un efecto alucinatorio. Algo así soñé una vez, hace tiempo ya. El sueño era oscuro y brillante como las fotos de una nebulosa. En esos breves segundos, o largos días (¿cómo saberlo?), pasaba por la India a vuelo de pájaro, luego atravesaba las islas del Egeo a baja altura, sobrevolaba una central atómica austríaca, hacía una parada estratégica para comer papas fritas en Austin, Texas, y de pronto estaba en la punta del Fuerte San Felipe del Morro, en San Juan de Puerto Rico. [Valga anotar que solo conozco esta última porción del globo]. El mar, azul casi negro, con vetas de turquesa centelleante, se me pegaba a los ojos y rodeaba al fuerte como una explosión.

Yo volaba, huelga decirlo. Aun así, las distancias no parecían existir, pensaba en pleno sueño, por más inverosímil que parezca. Subía y bajaba, planeaba, veía todo al mismo tiempo. Había olas enormes que quebraban contra las paredes del fuerte. El viento agitaba las palmeras. Pero no duraba mucho esa escala y enseguida partía de nuevo. No sé cuál era el próximo destino porque el sueño se terminaba a esa altura de los acontecimientos. Cuando lo escribí, al despertar, caí en la cuenta del entrevero. Como un mantra interminable, podría haber repetido algo parecido al principio de las Galáxias. En la traducción de Reynaldo Jiménez al español, que editó La Flauta Mágica (2010), dice así: «y comienzo aquí y peso aquí este comienzo y recomienzo y sopeso y arremeto y aquí me meto cuando se vive bajo la especie del viaje lo que importa no es el viaje sino el comienzo por eso pienso por eso comienzo a escribir» (p. 21).

Haroldo de Campos da el puntapié del transcurso galáctico a sabiendas que todo se juega en el texto. De esta forma, las Galáxias son una especie de bitácora de décadas de búsqueda, deglución que liga los lugares, las lenguas, los libros. Al mismo tiempo, son una vuelta sobre la materialidad de las palabras, sobre las posibilidades aglutinantes de vocales y consonantes. También una puesta en escena de los diálogos y los desvelos de Campos, como se evidencia en pasajes como este: «fritz müller soñando con bromelias el dr. fritz müller de thüringen erfurt con bromelias en el delirio de la fiebre in seiner fieberphantasien muerto en blumenau 1897 el año del coup de dés el dr. fritz müller lector de feuerbach max stirner y quién sabe marx profesor de cruz e souza». Tal como surge la isla de Desterro (Florianópolis), los demás lugares aparecen como destellos. Los hay de norte y sur, este y oeste. Desde João Pessoa, aquella ciudad ventosa en el estado de Paraíba, a las calles de Málaga, pasando por Roma («la tarde romana en la rarefacta rarísima tarde azulsuave enarbolada en las fachadas borravinas amarillodoradas», p. 36), hasta Japón (siguiendo los pasos de Ezra Pound), y también la Buenos Aires de Troilo. Cada ciudad brilla con su lengua, y cada fragmento en todas las lenguas al mismo tiempo. Pero siempre pasan, como un suspiro.

Lo que queda son los colores. Parecen de nebulosas. Los hay densos, viscosos, inverosímiles, con una capacidad de adherencia tenaz. Hay un pasaje que nada casualmente empieza diciendo «multitudinous seas». Ahí, Campos dispone una paleta del azul, y por momentos del verde, que bordea la gloria. A ese «martexto», neologismo tan suyo, lo barroquiza hasta decir basta. Escribe todos los mares, tal vez incluso el puertorriqueño de mi incursión aérea: «ese mar ese mar libro ese libro mar marcado y vario y marchito y flóreo multitudinoso mar purpúreo marúleo mar azúleo» (p. 25). Y, cuando congrega esto en la página, los colores se activan, brillan por sí mismos, encandilan: «aquel violeta que envuelve como un adentro de acuario estás adentro es el pez de ese acuario parietal que te cerca de luz violeta y lila de luz azul y gris hulla de luz negroturquesa desflorada de capilares róseos» (p. 96).

CAMPOS, Haroldo de. Galaxias/Galáxias. Traducción al español y notas de Reynaldo Jiménez. Prólogo de Roberto Echavarren. Montevideo: La Flauta Mágica, 2010.

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