El podcast Trazados empezó en marzo, aunque su idea y producción venían de bastante tiempo antes. Rocío Schiappapietra, además de idearlo y producirlo, ha sido también la conductora de este ciclo de entrevistas enfocadas en las trayectorias educativas. Ya son siete episodios y en la serie es posible observar la curiosidad de Rocío, el afán por dar espacio al trazado educativo que cada persona hace y la entrega al diálogo. Trazados no propone un formato corto (algunos episodios superan la hora de duración), sino que hace hincapié en el tiempo extendido. Al escuchar cada episodio surge, de a poco, la certeza de que solo en la conversación sin prisa es posible dar cuenta de cómo interactúan en cada ser humano la vida social, educativa, económica, espiritual y cultural de cada época, contexto y territorio. En un momento en el que se impone una revisión radical de los modelos educativos, personas como Lucía Topolansky, Gabriel Calderón, los mellizos Estefanell u otros que vendrán, nos han permitido ver que los caminos pueden dar muchas vueltas, pero que la observación de lo diferente es siempre fuente de inspiración para el propio trazado. 

Rocío, ¿qué motivó la idea por detrás del podcast Trazados? 

Detrás de Trazados está mi trabajo en educación, las historias de los estudiantes que acompaño y el sutil trabajo de resignificar junto con ellos. Las personas cuando presentan una dificultad de aprendizaje, o encuentran obstáculos en el sistema que no les permiten continuar, llegan con una narración de sí mismos, con ideas sobre su forma de aprender y distintas experiencias familiares. Saben generalmente muchísimo sobre aquello que no pueden y mi trabajo es acompañarles en la reconstrucción de su identidad como aprendices, en hacer una nueva narración de sí mismos porque nadie actúa o desarrolla lo que no cree. De eso se trata la psicopedagogía y la intervención, es mucho más que una planificación estanca de estímulos sistematizados. 

¿Por qué un podcast? ¿Y por qué hacerlo mediante largas conversaciones?

El podcast es una herramienta maravillosa, es atemporal y permite a quien lo escucha meterse en el diálogo de otros, en las ideas que se comparten. Además, se ajusta a los tiempos de hoy, podés escucharlo en trayectos mientras te trasladás por la ciudad. Los podcast son grandes compañeros.Vengo de una casa donde se escuchaba radio. Cuando me fui de mi casa a vivir a Londres cuando tenía diecisiete años, tuve una primera etapa durante la cual extrañaba mucho y programé la computadora para que a la hora de levantarme sonara radio uruguaya. 

Conversar también es una herramienta potente que siento que estamos perdiendo. Encontrarnos a charlar porque sí y, sobre todo, encontrarnos con personas distintas a nosotras, que estén en las antípodas del pensamiento o hagan de sus vidas cosas que jamás imaginé para mí. Personas de otras edades. Hay un valor en el encuentro intergeneracional al que apuesto a diario, al que le dedico tiempo de vida porque he obtenido de esos espacios aprendizajes gozosos y riquísimos. Trazados tiene mucho de eso, de entender la complejidad del otro al que a veces reducimos con etiquetas.

¿Frente a qué manera de entender la educación surge el concepto de «trayectorias educativas»? ¿Podrías contarnos también cómo llegaste vos a esta idea? 

Es un constructo que se estudia en ciencias de la educación: son los caminos que los y las personas hacemos mientras estamos inmersos en el sistema educativo . Como constructo nos permite seguir a los estudiantes, entender cómo caminan por el sistema, saber más sobre las razones de las decisiones que toman. En Uruguay, donde el sistema educativo está tan fragmentado, hablar sobre las trayectorias es una manera de poner al estudiante en el centro, y no al sistema en sí. En el caso de Trazados tomamos ese concepto y lo adaptamos al producto del podcast. 

La idea principal es mostrar relatos sobre lo educativo, es contar, mediante una conversación, experiencias de aprendizaje. La introducción dice «dibujamos intimidades que al compartirlas democratizan la vida»; estoy convencida de que compartir experiencias, exponernos a las vidas de otros nos abre caminos y, cuanto más lejos de mí esté esa historia, mucho mejor porque me acerca pensamientos o reflexiones que quizá nunca tuve. 

En tu propia «trayectoria educativa», ¿qué lugar ha tenido ese mismo cambio en la forma de entender cómo aprendemos? 

Mi trayectoria educativa está muy marcada por el interés y la curiosidad. Tuve y tengo la suerte de tener una familia que estimulaba mis intereses, de tener en una misma familia personas que están políticamente en las antípodas y participar desde temprano en discusiones en las que entendí que la historia del otro estaba muy vinculada a la forma en que pensaba. Me cambié de centro educativo más de una vez. Desde chiquita tomé clases de piano con Venus, una profesora que, además de enseñarme a leer, me mostró que los momentos históricos afectan hasta el ritmo, que un hecho cultural como lo es una invención tiene impacto en nuestras formas de pensar y sentir. 

Además, fui a una escuela disruptiva para esa época y para la actual. Teníamos muchos espacios de participación, problematizábamos temas como el cambio climático, tomabamos decisiones sobre nuestro aprendizaje y en ese lugar aprendí a participar. Esto último, en la adolescencia, ya en un centro educativo bastante menos desarrollado, me trajo problemas, pero como académicamente nunca tuve dificultades siempre zafaba. 

Fueron muchas las personas que me influenciaron, pero sobre todo mis padres que siempre, a pesar de la incertidumbre, me acompañaron en lo que se me ocurría aprender. Aprender y acompañar aprendizajes me desafía, encuentro belleza ahí. Educar, decía Platón es enseñar a desear lo bello, lo bello como lo genuino asociado a la búsqueda de la verdad. 

¿Qué te permitió ver el trazado que cada uno y una de los entrevistados tenía que llevar al día de la grabación? ¿Guardaste esos trazados? 

En los trazados me encontré con la diversidad, con esa belleza que te decía antes. Si los mirás, no hay uno igual a otro. Todos pasaron más o menos por el mismo sistema, la misma cantidad de años. Incluso algunos en los mismos años. Pero cada uno y una de los entrevistados, hizo su camino, encontró sus referentes y vivió hitos historicos o culturales que marcaron sus intereses y construyeron lo que son hoy. Hay tanto valor en habilitar eso. Quizás no lo saben, pero tengo estudiantes que escucharon el podcast con Gabriel Calderón y dicen sentirse identificados, sobre todo las personas con dislexia o algún tipo de dificultad en el acceso a la lectura a quienes les gustan las letras. Creo que Gabriel, sin saberlo o quizás sí, tiene un discurso sobre la literatura, el teatro y, hasta te diría, el arte que es democratizador, es laico en un sentido profundo del concepto de laicidad. La laicidad entendida como principio que ofrece a los estudiantes todos los caminos posibles y les permite optar libremente. Lo mismo ocurre con Luciano Corujo, quien recupera una idea de escuela vareliana que valora el encuentro y la diversidad sociocultural. En un país como Uruguay donde hay una escuela para ricos y otra para pobres, una escuela segregada territorialmente, el relato de Luciano es políticamente necesario.

Los guardo a todos y agradezco la generosidad del compartirse.

¿Cuáles fueron los aprendizajes más interesantes a lo largo de la grabación de este ciclo de podcasts, en lo personal y en lo grupal? 

Más que aprendizaje, refuerzo la idea de que vale la pena hablar sobre educación. En nuestro país se habla mucho a nivel de medios sobre educación y generalmente el tema está mediado por el conflicto. En Trazados, revalorizamos el encuentro y la escucha. Nos encontramos a hablar sobre educación desde la experiencia subjetiva. Personalmente, Trazados me llevó a reencontrarme con el sentido de mi tarea. La escuela incendiada de nuestros días es por momentos expulsiva; necesité entonces recuperar el sentido, volver a tener presente por qué me dedico a esto y no a otra cosa. Trazados me permitió contactar con eso. Volví, después de una pandemia e inserta en una crisis educativa, a recuperar esta idea de que aprendemos para vivir, no para adaptarnos. 

Cuando busqué equipo para Trazados no quería solamente alguien que supiera grabar voz y editar, sino que entendí que precisaba personas que estuvieran dispuestas a pensar conmigo el producto. Así llegaron Tincho y Kike, dos personas con un capital cultural y gusto que hacen al producto. Lo mismo con la ilustración que realizaron Carolina y Diego. Escaramuza fue un oasis en tiempos veloces, me dieron libertad creativa y tiempo. Tiempo. 

¿De qué manera se relaciona Trazados con los debates sobre la educación en el Uruguay actualmente? 

La educación en Uruguay viene hace mucho tiempo marcada a nivel de medios por el conflicto, me animo a decir que hay una tendencia al maniqueismo, son pocos los lugares en los que se puede opinar sin ser etiquetada. La brecha en relación a los aprendizajes es grande, pero tambien entre quienes no se sientan a discutir la educación que necesitamos.

Espero que Trazados colabore en entender la trama educativa que subyace a la vida de personas que florecieron de distinta manera. Recupera la importancia de la lectura como competencia básica y que abre caminos, del juego y del ocio, sí del ocio que hoy es hasta una práctica subversiva. Los y las invitadas recuperaban los juegos y conectaban su vida lúdica con sus prácticas actuales. Recuerdo ahora a los hermanos Estefanell narrando un Paysandú antiguo, los juegos en la calle y cómo escribían guiones para actuar con los amigos de la cuadra. A los y las invitadas se les iluminaban los ojos al recuperar juegos de la infancia, a la ludificación de experiencias tan simples como el contar historias.

En Trazados nos encontramos con padres y madres que acompañaron procesos de aprendizaje, con docentes que supieron motivar a sus estudiantes, con centros educativos que reproducen la violencia simbólica, con referentes no docentes y experiencias que vienen de lo no formal como los scouts, por ejemplo. Nos encontramos con todas las caras de la educación y es una puerta más para pensarla y discutirla. Uno de los problemas que tiene Uruguay hoy es la segmentación del sistema educativo, esto significa que no hay mucho diálogo entre inicial, primaria y secundaria. Mucho menos entre lo público y privado o hasta entre proyectos del mismo Estado, como lo es la oferta no formal de INAU y la educación pública. Al construir una narración personal de la trayectoria, Trazados une todos estos subsistemas y recupera la idea de entender al estudiante como centro del sistema, activo y hacedor de su aprendizajes. Lejos estamos de eso en un sistema que no dialoga y es incapaz de establecer políticas de largo aliento en las que el adultocentrismo no obstruya el proceso. Somos tan pocos y tan rígidos, el sistema político en Uruguay demostró ser miedoso y poco permeable a la participación de la sociedad civil, como lo comprobé estando en Eduy21. 

¿Cómo ves Trazados en tanto colección de trayectorias educativas a principios del Siglo XXI? 

En Trazados se narran historias educativas en las que se incluyen dispositivos culturales que no van a ser más parte de las escuelas. Miguel Brechner narra cómo fue el primer computador por medio del que aprendió a programar, lo recupera y lo trae a esta época en la que cada una de nosotras camina con un supercomputador por la vida como lo es el smartphone. Lucía vivió la cima y la decadencia de un Uruguay que nunca conoceremos. Luciano tuvo la experiencia de la educación desde el encuentro, en la que la diversidad sociocultural era un hecho. Ignacio González narra el impacto de tener referentes familiares estimulantes, que desafíen el pensamiento y trae la democrática idea de que el conocimiento está en todas partes. Mercedes encuentra belleza en la diversidad y narra la violencia simbólica de los espacios educativos como producto de una sociedad que naturaliza la exclusión.

¿Qué te parece, desde la futurología, que podría surgir como colección dentro de cincuenta años? ¿Por qué? 

Seré antipática: hacer futurología no me desvela, el futuro lo construyo desde el hoy y en consonancia con el pasado y, mucho más, en el área de la educación, en la que los futuros posibles nos han hecho afirmar grandes incoherencias. ¿Cuál es el precio histórico de matar el presente? Para mí, costosísimo. 

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Rocío Schiappapietra nació en Paysandú en 1991. Desde temprano, recibió formación en música y danza. Aprendió a leer letras al mismo tiempo que música, lo que la volvió tempranamente bilingüe de lenguajes disímiles y con sentidos complementarios. Gracias al arte y por haber asistido a una escuela con un énfasis inclusivo integró la diversidad como parte esencial de su vida. Es licenciada en psicopedagogía. Desde hace diez años trabaja en proyectos que promueven el mejoramiento de los aprendizajes. Trabajó en el desarrollo de herramientas que, integrando tecnología,  buscan promover el aprendizaje de la lectura en estudiantes con dificultades en alfabetización. Es integrante del equipo MACE, un grupo de profesionales que estudian la motivación y la autorregulación en contextos de aprendizaje. Docente universitaria e integrante de la Asociación Uruguaya de Psicopedagogía.