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Fronteras que se derrumban

La maldición de seguir vivo

Por Emmanuel  Sticchi / Lunes 24 de junio de 2024
Portada de «Soy leyenda», de Richard Matheson (Libros del Zorro Rojo, 2024).

Soy leyenda, de Richard Matheson, es un «libro infaltable en la biblioteca de cualquier fan del género fantástico, pero también una gran puerta de entrada para aquellos que todavía no se dejaron cautivar por la gran literatura de la imaginación». Con esta reseña, le damos la bienvenida a la nueva edición de Libros del Zorro Rojo, ilustrada por Jorge González y traducida por Pilar Ramírez Tello. 

En 1954, el autor estadounidense Richard Matheson publicó I am Legend, traducido como Soy leyenda, una novela postapocalíptica de vampiros que cambiaría para siempre los parámetros del género fantástico. El libro amplió las fronteras del género, reimaginando la figura de los no-muertos y creando en ese movimiento el arquetipo contemporáneo del zombie. Libros del Zorro Rojo acaba de publicar una nueva edición de este clásico, ilustrada por Jorge González y con traducción de Pilar Ramírez Tello, que acerca uno de los grandes títulos de la literatura de terror y ciencia ficción de todos los tiempos a los lectores del siglo XXI. Leer este libro hoy permite vincularse con esa historia de una forma muy cercana, ya que la idea de una pandemia y de un mundo en conflicto son temores que resuenan con una actualidad vibrante.

Soy leyenda presenta a Robert Neville, único sobreviviente a una epidemia que arrasó con la especie humana y que la transformó en vampiros. Es inmune a este contagio y vive resguardado en una casa acondicionada como búnker, con generadores eléctricos, congeladores para comida, acopio de alimentos, equipos de sonido y libros para matar el tiempo. Durante el día los vampiros permanecen en un estado letárgico que los obliga a mantenerse ocultos y Neville recorre una ciudad de Los Ángeles completamente abandonada, munido de estacas para buscarlos, matarlos y prenderlos fuego. Al oscurecer se encierra, los monstruos salen y se agolpan frente a su casa, le gritan, lo retan a salir a la calle para poder alimentarse de su sangre. Él intenta evadirse de lo que sucede afuera a fuerza de alcohol y música clásica. Esta rutina se repite a lo largo de los días hasta el hartazgo. 

Neville es un hombre estadounidense promedio, blanco, heterosexual y de clase media que perdió a su familia a causa de la pandemia. Primero perdió a su hija Kathy, a la que debieron quemar en un foso común por orden del gobierno tras contraer la enfermedad, y después a su esposa Virginia, a quien enterró él mismo de manera clandestina por no tener el valor para quemar su cuerpo. Esos fantasmas lo persiguen, lo atormentan: el recuerdo de la vida que ya no existe, de las mujeres amadas, el trauma por no haber podido salvarlas. Observamos sus distintos estados mentales, sus momentos de ira propulsados por el exceso de alcohol, su profunda tristeza que no es suficiente para obligarlo a acabar con su propia vida.   


Una vuelta de tuerca

Los vampiros de Soy leyenda son especiales, responden a ciertas normas del vampirismo clásico, como la repulsión al ajo, la muerte por estaca, la imposibilidad de andar bajo el sol, pero son salvajes, violentos, andan sucios y descerebrados. Son figuras más parecidas a los zombies que al conde Drácula. En los años 50 el zombie estaba muy ligado al vudú y películas como Zombie Blanco (1932) o Yo anduve con un zombie (1943) eran todavía muy populares. Es por eso que la novela opta por plantear una nueva forma de vampirismo, uno causado por una bacteria que infecta a sus víctimas y toma el control de los cuerpos. Estos vampiros son una plaga, un contagio irrefrenable enmarcado en tiempos de guerra fría y temor a las armas bacteriológicas. Plena época del miedo a la amenaza roja del comunismo y de paranoia norteamericana. 

Soy leyenda hace su aparición cuando el género necesitaba una reinvención. Las décadas precedentes habían sido dominio de H.P. Lovecraft y su corrosiva influencia de horror cósmico con monstruos tentaculares provenientes del espacio y de la popular revista pulp de historias de terror Weird Tales, que ahora languidecía hacia la muerte. Al igual que John Polidori, Thomas Sheridan Le Fanu o Bram Stoker durante el siglo XIX, Richard Matheson hizo su gran aporte al mito del vampiro y lo adaptó al siglo XX de posguerra. El muerto revivido y voraz producto de una infección imparable sentó las bases para el despliegue de todo un nuevo universo. En 1968 George A. Romero estrenó la película La noche de los muertos vivientes, y más tarde confesaría que la película estaba basada en un relato suyo que era una copia de la novela de Matheson. Desde entonces el zombie se volvió una figura central en la cultura pop occidental.


Esa otra dimensión

Las ilustraciones hechas por Jorge González para esta nueva edición de Soy leyenda expanden el universo creado por el autor norteamericano. Con un estilo sombrío y perturbador, usando tinta negra sobre blanco, trazos gruesos y manchas, confecciona las figuras de los habitantes de este mundo arrasado. El barrio desolado, las casas bajas, los árboles y el cableado eléctrico, los cadáveres sobre el asfalto de la calle, todo a través de un filtro de pesadilla. El apocalipsis vampírico de la novela encuentra cuerpo en estas imágenes, algo que ninguna adaptación cinematográfica consiguió jamás. Los rostros de los vampiros-zombies están deformados, son borrones negros, parecen salidos de algún universo retorcido de David Lynch. 

Además de una distopía, Soy leyenda es una novela profundamente existencialista. La soledad que habita Neville lo carcome, el anhelo por encontrar compañía lo lleva permanentemente a la desesperación. A pesar del horror y las constantes secuencias de acción narradas con una gran maestría y economía de recursos, en esta historia también hay resquicios para la ternura y la fragilidad. Notable es el tramo del relato en el que Neville ve a un perro vivo a plena luz del día, un perro sano, no infectado con la bacteria vampírica. Desde ese momento hará todo lo que esté a su alcance para ganarse la confianza del animal y poder atraerlo hasta su casa. Esta lucha por conseguir un amigo, un compañero, sin importar la especie, fabrica uno de los momentos más sensibles del libro. 

Soy leyenda habla de la construcción del otro, el enemigo. Y en tal sentido su mirada no es maniquea ni esquemática, destroza el binarismo: la amenaza son los otros, los monstruos son los otros, pero con la sagacidad del autor se comprende que, mediante un simple giro en la perspectiva, el monstruo podemos ser nosotros. Que no hay un lado correcto. Que, en definitiva, el lugar en el que reside el bien o el mal es solo una cuestión de fuerzas y de quien escribe finalmente la historia. Robert Neville lo comprende hacia el desenlace de la novela. Así también lo harán los lectores de esta fábula moderna sobre la soledad, el miedo y la imposibilidad de vivir en aislamiento. Un libro infaltable en la biblioteca de cualquier fan del género fantástico, pero también una gran puerta de entrada para aquellos que todavía no se dejaron cautivar por la gran literatura de la imaginación.  

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