Sueños a plena luz
Noche transfigurada
Por Roberto Appratto / Jueves 04 de marzo de 2021
Ilustración de Elián Stolarsky para «La noche americana».
La oscuridad trasciende la noche, atraviesa al día y se convierte en refugio de poetas, que la moldean y erigen en sus versos. Roberto Appratto recomienda La noche americana. Ensayos sobre poesía nocturna, de Francisco Álvez Francese (Pez en el Hielo, 2020), un libro en el que los sueños se cruzan con las pesadillas, la luna y otros animales nocturnos.
«Noche americana» es un término que designa la simulación de la noche en escenas filmadas en pleno día. La noche es, entonces, en las películas (sobre todo americanas) previas a que algunos realizadores se animaran a filmar en espacios nocturnos, un efecto especial, un artificio, para representar lo que no es y dotar a las imágenes de un halo sugerente, propiciatorio de amores y crímenes. Ese es el recurso al que alude Francisco Álvez Francese en el título de este ensayo, pero fuera del cine: trata de ver qué es la noche para la poesía, y sobre todo como la poesía construye la noche, en su propia manera de simulación. El libro es un ensayo, un intento creativo de lidiar con la creación en torno al tema, que es también un núcleo múltiple de significaciones.
Álvez Francese es Licenciado en Letras y Magíster en Filosofía, pero también un crítico, un poeta, un lector que escribe a favor de lo que sabe al respecto; por eso va diseminando con fineza sus referencias y reflexiones para ayudar a pensar su asunto. No es un tópico fácil; más bien está cerca del lugar común, por lo cual es necesario ser tan específico como exhaustivo. Desde San Juan de la Cruz, Sor Juana Inés de la Cruz y Shakespeare hasta Alejandra Pizarnik, Marosa Di Giorgio, García Lorca, pasando por Louise Glück, Dylan Thomas, Amanda Berenguer y Supervielle (poeta en el cual Álvez se ha especializado) son ejemplos de distintas maneras de tratar lo nocturno, de integrarlo a la escritura poética: la noche no solo ha producido imágenes, estados de ánimo, percepciones oníricas de distinto cuño, sino instancias de recuerdo y reflexión. La noche, como tópico romántico que es, está ligada desde siempre a la fantasía y a la interioridad: lo que se percibe y lo que se imagina en ese ámbito se aproximan a la creación poética y permiten la liberación imaginativa, la conciliación de contrarios.
Eso es lo que va registrando Álvez Francese, atento a las modulaciones que los poetas mencionados y otros (como Edgar Allan Poe, Baudelaire, Julio Herrera y Reissig, Silvina Ocampo) han impreso a la noche. Es fascinante ver cómo los sentimientos amorosos, de pérdida, de desolación, de espera, de deseo, se unen en algunos textos a otros, crean una red a través de la cual circula la escritura. La belleza de algunos de esos textos que el ensayo permite visitar dan la medida de las posibilidades de la poesía en ese ámbito de confusión de planos y de tiempos. Por ejemplo, estos versos de San Juan de la Cruz:
En la noche dichosa,
En secreto, que nadie me veía,
Ni yo miraba cosa,
Sin otra luz y guía
Sino la que en el corazón ardía
O estos de la mexicana Elena Garro:
No queda del jardín
Sino la noche
No queda del jardín
Sino el fantasma
Pálido golfo de perfume
Lo oscuro lo rodea.
Por otro lado, también la noche ha permitido al autor asociar recuerdos personales, caminatas, canciones, frases y poemas de amigos; la asociación es, precisamente, un modo de pensamiento vinculado con la escritura, y con la escritura nocturna, reconcentrada, solitaria. En esa tierra de nadie que es la noche, parece decir Álvez, prospera la imaginación pero también la decantación poética de la soledad creativa, la inteligencia que permite apreciar matices en el fondo oscuro de pasiones y fantasmas. Esa doble condición de ensayista y poeta es la clave para captar ese universo, abrir el juego a las posibilidades de la escritura y de la lectura de poesía. La continuidad de su pensamiento convierte al libro, también, en poesía.
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