Laberintos literarios
Novelones: «La más recóndita memoria de los hombres», de Mohamed Mbougar Sarr
Por Cecilia Ríos / Lunes 10 de febrero de 2025
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Portada de «La más recóndita memoria de los hombres» y retrato de Mohamed Mbougar Sarry (foto: Camille Farah Lenain).
Texto monumental sobre la literatura y sus avatares, La más recóndita memoria de los hombres, del senegalés Mohamed Mbougar Sarr (1990), tiene ecos de Bolaño en el mejor de los sentidos. Según Cecilia, además, «por momentos parece un thriller, en otros una disquisición filosófica, una búsqueda de raíces familiares y hasta un retrato social de los estragos del colonialismo».
En estos tiempos, quizás por la curiosidad que nos despierta la vida privada de los demás (privada de privacidad), es frecuente que datos como la juventud o extrema vejez de los autores, que sean campeones de salto largo, naden sobre tiburones o hayan tenido experiencias espantosas, atrapen nuestro interés en leer sus obras. Hay un paralelismo culto a esta condición frívola: la «identidad» (geográfica, racial, sexual, etc.) de los autores se discute como si de ella emergiese la mejor literatura. Esta reflexión surge de la novela La más remota memoria de los hombres (Anagrama, 2022), del senegalés radicado en Francia Mohamed Mbougar Sarr en traducción de Rubén Martín Giráldez.
Mbougar Sarr hoy tiene 35 años y, por lo tanto, escribió La más remota memoria de los hombres siendo incluso más joven: hace cuatro años obtuvo por esta novela el premio Goncourt, el más prestigioso de Francia, y varios otros premios, traducciones, grandes ventas. No es su primera novela sino la quinta (y la segunda disponible en español; la primera fue Hombres puros, también multipremiada).
Leer en Uruguay a un autor tan inteligente y dotado para la ficción es un privilegio, sin dejar de reconocer el fenómeno comercial que significa. Llegan pocos africanos a nuestras librerías y, cuando lo hacen, es a través de una editorial multinacional, luego de pasar el «filtro» europeo. Digo «africanos» para nombrar a los nacidos en un continente de unos 30 millones de kilómetros cuadrados y casi un billón y medio de habitantes. Mi frase suena como la de quienes, para referirse a los latinoamericanos, dicen «latinos».
Mohamed Mbougar Sarr habla wolof y serere, idiomas de su tierra que aparecen sin traducir a lo largo de La más remota memoria de los hombres, escrita en francés, «el francés flexible y enriquecido por los millones de hablantes que habitan los territorios colonizados», como dice el mismo Mbougar Sarr. La dicotomía entre hablar el idioma de los colonizadores o las lenguas africanas es una más de las numerosas líneas que se entrevén en esta novela sugerente, respetuosamente pretenciosa.
El acápite me sorprendió: una cita de Los detectives salvajes, de Roberto Bolaño. De este libro sale el título y al repasar la frase luego de leer esta novela, le encuentro más sentido. Lectores, críticos y los propios libros se extinguirán, como también la más recóndita memoria humana. Si alguien pretende inmortalizarse a través de la literatura, no lo logrará. Como fanática de Bolaño, lo anterior me despertó el entusiasmo. Con igual proporción de expectativa y resquemores me dispuse a leer el libro
La historia principal, que funciona también como pretexto, trata de un escritor exiliado en Francia, Diégane Daye, que busca obsesivamente saber el destino del autor de un libro (El laberinto de lo inhumano) escrito por un senegalés ochenta años antes. Tal libro, del cual se destruyeron casi todas las copias, fue muy celebrado en París al momento de su publicación y, después, acusado de plagio y defenestrado. Las huellas de su autor, T.C Elimane, obsesionan a Diégane Daye, quien recibe testimonios, cartas y relatos de varios personajes, entre quienes se destacan algunas mujeres. Mbougar Sarr se inspiró en un episodio de la vida del escritor Yambo Ouologuem, de Malí, a quien dedicó este libro. Ouloguem fue autor de una novela exitosa en Europa y muy valorada en África, a pesar de incluir pasajes «plagiados».
Es imposible no comparar la epopeya de Diégane Daye con la búsqueda de Cesárea Tijanero por parte de Arturo Belano y Ulises Lima en Los detectives salvajes. Pero la diferencia entre ambas novelas es también una manera elegante de afirmar cómo se puede hacer algo original con un argumento ya usado. Varios escritores y escritoras aparecen en el texto, hablando de El laberinto de lo inhumano o de su misterioso autor.
Vamos al detalle
La más remota memoria de los hombres se divide en tres partes llamadas «libros», que a su vez tienen secciones más breves, en las que hay testimonios, cartas, notas de prensa ficticias y, lo que a mi entender hace mejor Mbougar, relatos sobre lo que le dijeron al protagonista en un momento de intimidad no necesariamente sexual. De esta forma, las distintas voces se dirigen casi siempre al protagonista y esto le confiere simplicidad a una estructura compleja. El primer «libro» fue el que disfruté más: es un prodigio narrativo, lleno de astucia y sátira hacia el mundillo literario, tanto francés como senegalés. Y también de humor. En una escena, el protagonista, borracho, oye a dos colegas tener sexo en la habitación de al lado y recibe la visita de Jesucristo, con quien tiene una charla en la que le pregunta si «volvería a hacerlo» y cómo eran las vistas desde el Gólgota.
Hay dilemas que recorren todo el libro: ¿es tan importante la literatura como para dedicar la vida a ella? ¿Vale solo el texto o también la vida que se recrea en cada libro? ¿Importa el autor o la obra? ¿Se puede vivir el instante y a la vez escribirlo? ¿Es la subjetividad del gusto un criterio de distinción? ¿Relatar una historia oral transmitida durante varias generaciones es plagio? Y surgen otras preguntas por el estilo. Hay respuestas a favor de una u otra idea; pocas verdades quedan firmes en esta novela.
Destaco algunas máximas con las que se despacha Mbougar Sarr:
Ninguna de estas cualidades [talento, lecturas, sensatez, compromiso, inteligencia, emoción, etc.] basta nunca cuando se trata de literatura, ya que escribir exige siempre otra cosa, otra cosa, otra cosa.
La masa de lectores buscaba… un placer fácil, divertido, repleto de emociones simples moldeadas en frases que raramente excedían las nueve palabras, se escribían en presente y rechazaban toda subordinada.
Cuando alguien te dice corrígeme si me equivoco probablemente ya es imposible corregirlo.
Como ya apunté, la estructura de la novela es sugestiva, variada e inteligente. El autor nos atrapa en una sucesión de relatos que incluyen otros que conducen a otros y así vamos pasando las más de trescientas páginas sin desear otra cosa que continuar en esa maraña literaria. En un momento pensé en volver atrás y anotar la red de personajes y testimonios. El autor me ahorró la tarea porque en las últimas páginas vuelve a contar los hechos principales y esto los ordena, al menos cronológicamente.
El libro demuestra erudición a través de citas a autores, músicos e intelectuales. Entre los hispanoamericanos están Borges, Gardel, Sabato, Cortázar, Silvina Ocampo, Manu Chao... Las peripecias del protagonista y su escritor ignoto incluyen diversos lugares geográficos, desde el Río de la Plata a Ämsterdam, y el regreso a Senegal como cierre.
Si los escritores no hablan de literatura, es decir, si no hablan de ella desde dentro, como a prácticos, obsesionados y poseídos, como enamorados, como locos […], ¿quién lo hará? […] Nuestra vida es esto: intentar hacer literatura, sí, pero también hablar de ella, porque hablar de ella también es mantenerla con vida, y mientras tenga vida, la nuestra, aunque sea inútil, incluso trágicamente cómica o insignificante, no estará perdida del todo.
La más remota memoria de los hombres por momentos parece un thriller, en otros una disquisición filosófica, una búsqueda de raíces familiares y hasta un retrato social de los estragos del colonialismo. Es exuberante y admirable, aunque hay momentos en que «se ve» demasiado la ambición del autor y alguna de las historias laterales resulta extensa en demasía, lo que le quita algo de fuerza a la novela. No obstante, son pequeños detalles que no empañan la belleza y el placer de leer este libro que enaltece la literatura.
Su fantasma, acercándose, murmurará los términos de la terrible alternativa existencial que fue el dilema de su vida; la alternativa ante la que vacila el corazón de toda persona obsesionada con la literatura: escribir, no escribir.
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