El mar y la tierra
Novelones: «La mujer anfibio», de Cristina Sánchez-Andrade
Por Cecilia Ríos / Martes 10 de diciembre de 2024
Portada de «La mujer anfibio» y Cristina Sánchez-Andrade.
Si están pensando en libros para llevarse de vacaciones, Cecilia Ríos recomienda La mujer anfibio, de Cristina Sánchez-Andrade (1968). «No era fácil la vida en un pueblo costero durante la dictadura de Franco, y en el clima de la novela convergen los asuntos políticos y la dureza de la vida en el mar, la pobreza y la maledicencia, las ganas de olvidar y la imposibilidad de librarse de los recuerdos».
El título es atractivo y la foto de tapa más aun: el pelo largo, tesoro y condena de las mujeres de otras épocas, que en este libro vemos flotar etérea y bellamente y más tarde convertirse en nido de avispas y murciélagos. Cristina Sánchez-Andrade (España, 1968) es autora de varias novelas, entre ellas dos que leí y me encantaron: Alguien bajo los párpados y Las inviernas. Publicó un libro de cuentos, El niño que comía lana, y es traductora y autora de literatura infantojuvenil. La puedo imaginar armando La nostalgia de la mujer anfibio como un rompecabezas, contando algo aquí y otra cosa allá, agregando leyendas locales, datos históricos, recetas inventadas y personajes poderosos sobre el trasfondo de un hecho real. Todo con cautela, entusiasmo y buen humor.
En el año 1921, un barco venía hacia Buenos Aires y naufragó a poco de zarpar en una isla de Galicia, Sálvora, ubicada frente al balneario donde la autora pasó sus vacaciones cuando era niña. La historia no está armada con voces diferentes, es una única voz contando las diferentes visiones de cada personaje con un lenguaje cuidado y cercano, a pesar de algunos localismos exóticos para los rioplatenses. Como en sus obras anteriores, la escritura de Cristina Sánchez-Andrade es eficaz para crear una especie de encantamiento que nos hace pasar las páginas hasta el final casi sin darnos cuenta. La autora «pinta su aldea» con tanta imaginación y destreza que nos lleva hasta allí (sin negar el peso que ha tenido la inmigración gallega en nuestras costumbres híbridas y nuestros genes). La claridad de la estructura y el manejo perfecto de los saltos hacia adelante y atrás en el tiempo favorecen la comprensión de la historia principal. Se trata de una historia que se ramifica en otras, muchas de las que nos dan ganas de conocer mejor, aunque sabemos que escribir es también elegir, dejar cosas de lado.
Es cierto que casi al inicio me dije: «¡Otro naufragio!». Un tema que ha sido tratado en crónicas, películas y novelas, que forma parte de leyendas populares y que nos resulta atractivo pero, en exceso, amenaza aburrir. Las comparaciones son inevitables y nos dan, en este caso, otra similitud entre naufragios del norte y del sur del mundo: el saqueo de las pertenencias de las víctimas. Esto no empaña el esfuerzo de los que, desafiando tormentas y mares agitados, salieron con sus botes a buscar sobrevivientes. En el caso de Sálvora, fueron mujeres las que hicieron esto y son debidamente honradas. Una de ellas, que en el momento del naufragio tenía dieciséis años, es la protagonista principal de la novela. Esta protagonista despierta simpatía y fastidio, porque no hay lugares comunes en esta historia que trata de un lugar común: el amor idealizado, conservado por décadas, inmune al paso del tiempo y la realidad. El amor como entidad todopoderosa, venerado como un dios inmutable.
La «mujer anfibio» se llama Lucha Amorodio y centra su vida en el recuerdo de lo perdido (que apenas tuvo, por otra parte) y ese recuerdo interfiere con otras vivencias que pudieron darle felicidad, ahogándola con el peso de lo soñado, de lo no vivido, como si la realidad no pudiera ser otra que la decepción y la grisura. Lucha no es una heroína romántica que suspira sino una mujer bastante antipática y egoísta, además de valiente. Sobrevive a situaciones difíciles y ha pasado la vida «estirándose y agachándose para encontrar el punto intermedio en el camino hacia la ternura», aunque cumple con los deberes que la sociedad de la época exige a las mujeres.
No era fácil la vida en un pueblo costero durante la dictadura de Franco, y en el clima de la novela convergen los asuntos políticos y la dureza de la vida en el mar, la pobreza y la maledicencia, las ganas de olvidar y la imposibilidad de librarse de los recuerdos. Entre estos algunos persisten y otros, en secuencias casi mágicas, son convocados por un hippie y su colección de discos.
Esa zona entre la tierra y el mar
Anfibios son los seres que viven entre la tierra y el mar, y los habitantes de Sálvora emigran a tierra firme pero viven de lo que el mar les deja sacar. Lucha Amorodio encara la pesca y los quehaceres de la sobrevivencia mientras se refugia en sus escasos recuerdos y destrata a sus más cercanos, aunque al final de su vida lo advierte: «la vida, la única que tuve, se me fue pensando en otras mejores». Es un descubrimiento que le permite comunicarse mejor con su nieta Cristal, símbolo de un futuro (quizás) mejor que el ayer y el hoy.
Los personajes secundarios de esta novela tienen personalidades variadas, entre absurdas y patéticas, que seducen. Una peluquera incapaz de ocultar sus deseos sexuales, un hombre carcomido por el rencor, una hija no amada ni cuidada que casi enmudece, una curandera plácida y un aventurero llamado Ziggy Stardust (otro homenaje a David Bowie, tal como hizo Mariana Enriquez en Bajar es lo peor) pasean por la novela para deleite de los lectores.
La memoria y sus transformaciones es quizás el tema que subyace en esta novela, algo que despierta preguntas sin respuestas definitivas, porque Cristina Sánchez- Andrade es sutil en sus planteos como toda gran escritora. Las contradicciones entre el pueblo que eligió olvidar y una pescadora que vive para recordar, el rechazo de las colectividades cerradas a toda forma de disidencia, el dolor de la soledad y la paradoja de dos personas que conviven durante medio siglo aunque su única afinidad sea conservar por otros un amor imposible, son hilos que nos va dejando la lectura. La presencia de un personaje político del período de transición a la democracia me sonó un poco forzada, quizás por lejanía.
Esta es una gran novela de una escritora que me parece genial y no se conoce mucho por estos pagos. Les dejo una frase:
Vivimos de forma paralela dos vidas. Una es la que tenemos aquí, al alcance de la mano; la otra es la que pudo haber sido y, como no fue, pervive en forma de sueños, imágenes y recuerdos.
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