Se viene «Fiesta Nibiru», de Manuel Facal
Películas rápidas con amor
Por Gonzalo Torrens / Jueves 26 de julio de 2018
Diseño: Juan Salvo
Manuel Facal es un joven cineasta uruguayo que viene haciendo ruido en el mundo del cine independiente desde hace rato. Produjo, guionó y dirigió películas de bajo presupuesto, y, también tuvo su debut comercial con la archiconocida Relocos y repasados, estrenada en 2013. Con PRYSA, su productora de películas rápidas y sin amor, filmó su última película, Fiesta Nibiru que está por estrenarse en cines. A propósito de la película, sus comienzos y referencias, conversó Gonzalo Torrens con él.
Conocí a Manuel Facal en la entrega de premios de un Video Relámpago, allá por el año 2002. Los dos habíamos hecho un corto bajo las condiciones del concurso, que implicaban filmar y editar un cortometraje en las inmediaciones de la plaza Cagancha, en un total de seis horas. Su corto me había encantado, se sentó atrás mío en la entrega de premios y me acuerdo de haberlo felicitado cuando regresaba con su diploma, porque sentí sinceramente que, si ese tipo seguía filmando cosas, era evidente que a mí me iban a gustar y eso me daba mucho entusiasmo.
Coincidimos después en la Escuela de Cine, él cursaba segundo y yo primero; siempre me recordaba a mí mismo que podríamos haber compartido clase si no fuera porque hice un año de Ciencias de la Comunicación antes de empezar la ECU. Me gustaba la idea de que aquel grupo de pibes, que hacíamos cortos a pulmón contra todo pronóstico en concursos callejeros, nos encontráramos luego en un salón de clase estudiando Cine, como si se tratara de un tema identitario, generacional y, en parte, evidente. Nosotros éramos los que filmábamos, ¿cómo haríamos para no encontrarnos?
En el bar, cuando fui a hacerle esta entrevista, me asaltaron todos estos pensamientos, porque, a pesar de que Relocos y repasados (2013) fue la primera película que Manuel estrenó en salas comerciales, uno de mis primeros recuerdos como estudiante de Cine fue bajar a la galería de la Cinemateca Pocitos y comprar por cien pesos una copia en DVD de Achuras —una película casera de zombis de bajísimo presupuesto, muy fiel en ingenio y espíritu a las primeras películas de Sam Raimi y Peter Jackson—, que el propio Manuel había producido y dirigido, y hasta había actuado en ella. Ahora, bajo el contexto del inminente estreno de su segunda película en salas comerciales, Fiesta Nibiru, aprovecho para preguntarle qué ocurre por la cabeza de un director que se enfrenta a su segunda película, teniendo en cuenta lo difícil que es filmar en Uruguay, y cómo, muchas veces, la primera película es la que marca la cancha.
—Relocos y repasados empezó como un juego, una pregunta que me hice: ¿Qué pasaría si escribo una comedia de enredos?, ¿la podré filmar?, ¿se estrenaría en cines? Pero no es una película que se ubique dentro del universo de historias que usualmente escribo y, si bien fue una película que disfruté mucho (casi tanto como lo que la padecí), no es verdaderamente mi tesis, por decirlo de algún modo, sobre todo en lo que refiere al género y a la mezcla de géneros, que es algo que me interesa mucho. En ese sentido, Fiesta Nibiru se sintió más como una primera película que Relocos y repasados; en esta hay muchas más cosas que vengo probando hace tiempo, como un conjunto de caprichos más personales.
Y hay algo que resulta gracioso en eso porque, por lo general, la primera película de un director es la que resulta más fresca, más genuina; y, en todo caso, las que vienen después pueden ser más convencionales, o acercarse más al cine mainstream de formato comercial, ¡y yo empecé al revés! Mi primera película es la más «comercial», ¡yo empecé vendiéndome! [Bromea.]
Si tuvieras que hacerme una sinopsis sin spoilers de la película, ¿cómo sería?
—Cinco veinteañeros, algo nihilistas, que se creen mejor que todo lo que los rodea, se juntan en un apartamento para no ir a una fiesta que hay esa misma noche. En un momento ocurre una tragedia y terminan teniendo una suerte de encuentro del tercer tipo del que obviamente no puedo adelantar mucho. Es algo así como una comedia negra de ciencia ficción y, esta vez, hay algo de terror también.
Vos que sos un cinéfilo, ¿qué referencias manejaste para esta película?
—¡Yo no soy un cinéfilo! [Se ríe.] He conocido gente cinéfila y me he dado cuenta de que yo no soy uno de ellos, yo puedo estar días sin ver una película. Las referencias que tenía presentes para esta película son graciosas porque, a primera vista, no tienen mucho que ver la una con la otra. Por un lado, aparecía Nowhere de Gregg Araki, porque también es una película sobre un grupo de adolescentes que comparten muchas características con los protagonistas de Fiesta Nibiru y, por el otro lado, E.T., el extraterrestre de Spielberg.
Manuel empezó filmando con amigos películas de zombis, historias cargadas de efectos especiales caseros, muzarelas lisérgicas asesinas, guiones escatológicos irreverentes de un humor corrosivo. Me interesaba saber cómo un tipo que viene de un sistema de producción tan particular había hecho la transición a modelos más «convencionales», qué costos había implicado, qué sacrificios.
—Relocos y repasados fue una experiencia que rozó la idea de «cine industrial»: aplicamos a fondos, esperamos para juntar el dinero para filmarla, fuimos a laboratorios con el guion, tuvimos mucho tiempo de preproducción y se hizo larguísimo. El tiempo que demoran estas etapas me enloquece, soy muy ansioso, no puedo estar mucho rato esperando, entonces, para Fiesta Nibiru no quería repetir el mismo esquema, estaba dispuesto a que fuera una película más barata y más rápida de filmar, algo más cercano en su concepción a lo que fue Achuras 2 [la secuela de Achuras que Manuel rodó con amigos en una casa de veraneo, luego de Relocos y repasados, casi a modo de terapia pos rodaje industrial]. Pero tampoco queríamos hacerla sin nada de dinero, entonces pensamos que podría existir algo intermedio, una mezcla entre el modelo convencional de producción y el que nosotros sentimos más nuestro; fue en ese momento en que se sumó el Cucu al proyecto [Ignacio García Cucucovich, productor de la película], y es un poco la figura que nos ayudó a ordenar las piezas en la preproducción y a no filmarla de inmediato y sin un mango.
Al final, ambos modelos terminaron pareciéndose demasiado y tuve que esperar lo mismo, pero en etapas diferentes del proyecto, cosas que pasan.
Manuel es de los pocos guionistas que existen en Uruguay, no solo escribe proyectos propios, sino que también escribe para terceros, entre ellos la inminente película Al morir la matinée, dirigida por su amigo Maximiliano Contenti [otra figura nacida en el mundo del cortometraje y que frecuentaba los mismos concursos que Manuel].
—Yo empecé a escribir a los catorce años y como que nunca paré. De hecho, Relocos y repasados era el décimo guion de largo que tenía escrito. No fue hasta que ese guion ganó algunos premios que empecé a reconocer todo lo que me habían enseñado los otros. Si bien eran películas imposibles de producir y de filmar, a mí me sirvieron como entrenamiento, era una forma de ejercitar el músculo creativo.
¡También fuiste guionista de cine porno!
—¡Ahí empecé profesionalmente! Tenía una amiga que estaba trabajando como directora de arte para Divas TV y necesitaban un guionista porque estaban haciendo una película por día. En realidad fue una etapa muy interesante mientras duró.
¿Metiste ciencia ficción ahí también?
—Sí, hubo de todo: ciencia ficción, fantasmas, terror, de todo..., pero, bueno, no había mucho presupuesto por lo que también era un desafío; se cortó, sobre todo, porque llegué a un límite. Era bastante intenso el trabajo, más allá de que eran guiones de pocas páginas, era todo un trabajo porque tenían una estructura y, a veces, tenías que hacer cambios de último momento por un tema de personajes o de locaciones que se caían, fue un ejercicio interesante.
¿Qué es PRYSA?
—Todo empezó como una especie de chiste que teníamos con Joaquín Tomé [guionista, director y uno de los protagonistas de Relocos y repasados]. Estábamos tan podridos del panorama del sistema de producción de fondos, y la lentitud de los procesos, que dijimos: «Bueno, ta, hay que hacer películas rápidas y sin amor», cine explotation, secuelas piratas de películas que ya existen, cosas directo para DVD y, bueno, ahí empezamos a inventar títulos y hasta a escribir guiones.
¿Guiones de largos?
—Sí, guiones de largos, y, luego, cuando filmamos Achuras 2 dijimos: «Bueno, vamos a ponerle PRYSA a la productora porque algún nombre tiene que tener», y, de hecho, Achuras 2 es una película bastante PRYSA [películas rápidas y sin amor], no porque haya sido hecha sin amor, ¡fue hecha con mucho amor!, pero la hicimos en un año. Fiesta Nibiru tuvo inicialmente ese espíritu también. La idea surge de buscar alternativas de producción para hacer películas en tiempos más acotados y con mayor agilidad. Pero reconozco que es algo utópico también, yo por un lado tengo esa inquietud de querer producir mucho y, a la vez, quiero producir cosas de calidad, que pase el tiempo y pueda decir: «Esta película que filmé es buena y es buena porque le dediqué tiempo», entonces, es como que estoy siempre en ese debate.
La última vez que había charlado con Manuel fue cuando compartimos unos días en el Festival de Cine de Sitges, donde Fiesta Nibiru tuvo su estreno internacional. En ese momento, un desperfecto en el avión lo había dejado varado en Colombia por doce horas y otro vuelo había perdido sus valijas, lo encontramos desesperado completamente solo, empapado en transpiración y discutiendo con un guardia catalán, mientras sostenía el tránsfer de la película en una mano. Esa misma cinta fue la que proyectaron en el festival.
Ahora, terminando la cerveza en el bar Las Flores, me cuenta que el tráiler de Fiesta Nibiru está por salir y que el estreno en salas uruguayas tendrá lugar en los próximos meses… Me pregunto si otra vez llevará él mismo la copia.
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