Cuestión de palabras
Perdón por la redundancia
Por Silvana Tanzi / Martes 13 de noviembre de 2018
Foto: Mauro Martella
La redundancia es un recurso harto utilizado por todos los hablantes de español. Silvana Tanzi nos cuenta cuándo se utiliza para enfatizar, o para generar algún tipo de recurso poético para el lector, y cuándo se abusa de ella y se reitera lo obvio, sin aportar nada nuevo al discurso.
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Los hispanohablantes somos redundantes, pero esto no es algo necesariamente negativo. Por ejemplo, decimos: «Lo vi con mis propios ojos», en lugar del simple «lo vi», o le preguntamos a alguien con enojo, «¿cómo me hiciste esto a mí?», que es más enfático que decirle «¿cómo me hiciste esto?».
La redundancia es una repetición de significado que, como en estos ejemplos señalados en negrita, le dan expresividad al discurso. Cuando esto ocurre, estamos frente a las buenas redundancias.
Pero también están las malas: las que se pegan a lo ya dicho sin agregar información y mucho menos gracia o elocuencia. Suelen aparecer en la escritura como un relleno y por eso son innecesarias y a veces bastante ridículas. Entonces, hay que eliminarlas.
Algunas vienen del ámbito burocrático o académico. Por ejemplo, cuando se establece un prerrequisito (¿un requisito antes del requisito?) o se pide experiencia previa (¿no es siempre previa?). Otras aparecen en las noticias, cuando hablan de vuelo aéreo, accidente fortuito o de que algo perduró en el tiempo. Hay algunas engañosas porque parecen decir algo muy importante, y tal vez lo sea, pero no por la reiteración, como sucede con base fundamental (la base es el fundamento o apoyo de algo) o valorar positivamente (el verbo valorar ya implica lo «positivo»).
Las mejores redundancias surgen naturalmente en el discurso o se usan como un recurso poético que se llama pleonasmo. Miguel Hernández escribió en uno de sus versos: Temprano madrugó la madrugada / temprano estás rodando por el suelo. ¿Alguien se atrevería a cambiar una sola de estas palabras?
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