Tabloid Art History realiza frecuentemente la siguiente dinámica: postea dos imágenes, una del campo de los medios de comunicación y otra de las artes visuales o áreas afines. Por ejemplo, en uno de los últimos posteos, se juntan fotos de la red carpet del Met Gala organizado por el Instituto del Vestido del Museo Metropolitano de Nueva York y la editora de moda de Vogue Anna Wintour, con fotos de obras clásicas. Este evento reúne cada año a celebridades y gente de la élite neoyorquina que deben ir vestidos bajo el lema de la exhibición. Este año es el statement de «Cuerpos celestes: la moda y la imaginación católica».

De esta manera, se conecta la cultura pop con la historia del arte —así como lo hace la propia acción del Met—. Ese es el atractivo de ciertos posteos de este sitio que proponen una intertextualidad, es decir un diálogo. Este mecanismo produce —como afirma Mijaíl Bajtín desde la filosofía del lenguaje— distintas relaciones de voces icónicas que pueden presentarse desde la crítica, la ironía y la parodia, entre otras propuestas. Ese gesto o «guiño» nos produce una sonrisa. Pero las imágenes siempre nos están cerrando un ojo, haciendo referencia a otras imágenes.

Estas comparaciones también hacen repensar acerca de la mirada. La percepción visual es un proceso fisiológico, pero también es un fenómeno cognitivo y emotivo. Un objeto no se presenta ante nosotros, sino que también lo reconocemos (re-conocemos), lo identificamos y le cargamos sentido —más si nos toca las emociones—. El ojo no es inocente —diría Ernst Gombrich—, la cultura atraviesa nuestra mirada, pero también la constituye —generando cierta pedagogía de la mirada—. Hay ciertas imágenes que en el campo de la mirada remiten a determinados valores, convenciones, historias, y relaciones. Estas imágenes y estas miradas se conservan en el tiempo, en conexión con espacios, lugares, sensibilidades, autores, y contextos.

Estas imágenes, además, nos remiten al concepto de fórmula emotiva o pathosformel, de Aby Warburg. No hay una definición exacta, pero el autor hace referencia a ciertas formas y significados que atraviesan el tiempo y los lugares. Desde esta perspectiva, y desde su necesidad de supervivencia de los símbolos, empezó con el Atlas Mnemosyne, un proyecto que no terminó, en el que quería agrupar material y en el que recopiló unas dos mil imágenes articuladas en sesenta tablas.

Para otro autor, el catalán Román Gubern, existen imágenes que transmitirían arquetipos universales y que son significativas para el mantenimiento de la sociedad. Plantea que desde lo formal hay una gramática expresiva subconsciente y muy probablemente universal de las formas simbólicas. En su caso, se refiere a formas: círculo —como equilibrio—, línea vertical —poder, autoridad—, ángulo agudo —agresividad—, cuadrado —estatismo—, la elipse —feminidad—, la espiral —dinamismo—, entre otras connotaciones que se desarrollan en las diferentes culturas.

Pero no es cuestión de pensar en una continuidad inmóvil de imágenes, sino en un diálogo de formas y significados que enriquecen la iconósfera, es decir, del espacio del imaginario colectivo en el que «viven» las imágenes. Con el tiempo suceden procesos de resemantización —deslizamientos de sentido—, por el cambio de contexto, y de reapropiación de significados. Y esos cambios también son los que nos sorprenden en la yuxtaposición de imágenes.

Esta propuesta de juntar imágenes que se conectan nos hace surgir una serie de preguntas: entonces, ¿cuál es el original y la copia? Si es por orden de aparición, esa respuesta podría realizarse. Pero si no se tuviera ese dato, la cronología dejaría de ayudar en la contestación. ¿Cuál es la originalidad que le da el autor? ¿Y nuestra mirada que contextualiza? ¿Es tan importante el autor? Esta conexión de imágenes de diversos ámbitos ¿hace que se banalice el arte o que se piense las imágenes mass-mediáticas de otra manera? ¿Qué vínculo hay entre las imágenes del arte y los medios de comunicación? Todo esto y mucho más, deja pensando esta cuenta de Instagram.