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El legado sioux oglala

Tan alto como las águilas

Por Teresa Porzecanski / Martes 15 de febrero de 2022
Alce Negro, a la izquierda (1887). Elliott & Fry.

Alce Negro (Heȟáka Sápa o también Black Elk en inglés) fue un hombre santo de los sioux oglala norteamericanos. Conocido por su sabiduría, supo contarle sus memorias a John G. Neihardt, quien las publicó como Alce Negro habla (1932). Teresa Porzecanski se detiene en este libro clásico, reeditado por Capitán Swing, y muestra cómo las enseñanzas de Alce Negro poco tienen que ver con la visión estereotipada que nos dejaron los westerns y son un precioso testamento espiritual.

John G. Neihardt, nacido en 1881 en Nebraska dentro de una familia pobre y en un pueblo cercano a una reserva indígena, además de llegar a ser poeta y profesor, sintió desde muy temprano una curiosidad etnológica por los nativos americanos que vivían en dicha reserva. Había oído de uno, especialmente, llamado Alce Negro (Heȟáka Sápa o Black Elk en inglés), el más anciano y lúcido, y que había sido un chamán de los Sioux Oglala. Alce Negro también era primo del último jefe del grupo Caballo Loco, derrotado hacía tiempo por los «wasichus», nombre que los nativos daban a los blancos en la conquista del Oeste. De este modo, y en varios largos encuentros durante 1930, Neihardt conversó con él y, contra toda expectativa, pues antes había rechazado a cualquier otro interrogador, Alce Negro aceptó a Neihardt y le describió su vida, la de su tribu, y todas las idas y venidas a las que los llevaron las guerras contra sus enemigos, que no habían sido solo «el hombre blanco», sino otras tribus también nativas, las de los Crow y la de los Pies Negros, especialmente.

La primera vez que fui a hablar con Alce Negro sobre los sioux oglalas lo encontré sentado, solo, bajo un techo hecho de ramas de pino cerca de su cabaña situada en una colina pelada […] me estuvo hablando toda aquella tarde de agosto, a excepción de cuando quedaba en silencio, meditabundo, sentado con los codos apoyados en las rodillas, mirando el suelo con ojos medio ciegos...

En 1961, en el prólogo a la segunda edición de Black Elk Speaks (Alce Negro habla, originalmente publicado en 1932), Neihardt agrega que, antes de comenzar a hablar, Alce Negro le pidió a su nieto que trajera algo así como «una estrella de cuero teñida de azul, de su centro pendía una tira de piel de bisonte y una pluma de águila». El conjunto se colgaba del cuello por medio de una correa. Alce Negro dijo: «He aquí el Lucero del Alba. Él que lo contemple siempre podrá ver más allá, porque será sabio. Esto significa Wakon Tonka (el Gran Misterioso) y que nuestros pensamientos deben volar tan alto como las águilas».

 Aparece también la historia del chamanismo de Alce Negro, de su primera visión a los nueve años y de su consagración a los dieciocho. Pudo entonces curar a los enfermos, no por sí mismo, sino a través del poder de sus visiones, en particular una visión de un hombre rojo que de pronto se convierte en alce. Usó también los poderes del bisonte y las enseñanzas de otro antiguo curandero sioux, además de bailes y cánticos, invocaciones y rituales.

Quien está informado de que la población nativa de las Américas se originó cuando ciertos grupos de Asia del Este, hace tal vez 25.000 años, cruzaron el Estrecho de Bering congelado y caminaron a lo largo de cientos de años bajando paralelos a la Rocallosas hasta encontrar los prados del Oeste Americano donde pastaban enormes cantidades de bisontes, debe saber que los Westerns de Hollywood han adornado una historia trágica de guerra y exterminio, de muerte y declinación. Sin embargo, los sistemas de creencias se mantienen todavía de forma subterránea y pueden ser descubiertos en este libro testimonial y único:  Alce Negro Habla. Historia de un Sioux.

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