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El ángel de las chicas doradas

Por Eduardo Aguirre / Lunes 19 de mayo de 2025
El ángel de las chicas doradas
Fotograma de «Ángel» (2025). Dir. Manuel Soriano.

La novela Las chicas doradas, de Manuel Soriano, ganó el Premio Onetti en 2023, otro galardón para un autor que los cosecha desde hace tiempo. Además, Soriano estrenó como director y guionista en la serie Ángel. En este texto, Eduardo Aguirre repasa la potencia expansiva de un autor que pisa de los dos lados del charco y que se da el gusto de ser irreverente con todas las credenciales. 

Este sábado voy a ver a Jaime Ross a la casa y no sé qué llevar dijo Soriano en el medio de la charla. Hacía unas horas habíamos jugado al fútbol cinco, como lo hacemos desde hace diez años. Todo surgió como un grupo de escritores amigos y la cosa se fue ramificando, buscando players para que no se extinguiera el fuego sagrado, la cofradía, ni siquiera importaba ya que fueran escritores. Y la pregunta fue en el medio de ese postpartido, tomando algo, esperando por la carne en un bar que hemos adoptado en los últimos tiempos, una especie de refugio al que, cada tanto, vamos a comer un asado de dudosa calidad. El resto es historia…

Cuando Soriano dijo eso no pudo evitar dejar en evidencia una expresión mezcla de orgullo y de miedo. Es que, por más que haya nacido en Buenos Aires en 1977, desde hace veinte años vive en Montevideo; vino como tantos, a otro país por amor, y se quedó también por amor, como tantos otros; y a pesar de ser muy bostero, es el más uruguayo de todos los escritores argentinos que conozco. Y toda esa ondulación entre un lado del Río de la Plata y el otro, es patente en su obra. Podríamos decir que ha ganado los premios más importantes que hay en Uruguay y también en Argentina (Premio Clarín, Premio Banda Oriental, y recientemente su última novela Las chicas doradas ganó el Premio Onetti).

Además, hace poco salió a luz el primer trabajo de Soriano en el mundo audiovisual: Ángel. Se trata de una serie uruguaya políticamente incorrecta, en la que además de escribir el guión, es el director. Delirante comedia de humor negro sobre todo lo que está mal y está bien hablar, si me permiten el oxímoron; temas como la sexualidad reprimida, la homofobia, el racismo, y los chistes subiditos de tono hacen las delicias de la incomodidad y en esto hay un factor común con Las chicas doradas. Usted se preguntará qué tiene que ver una novela que cuenta la desaparición de unas chicas y los extraños empalamientos de perros mientras Gwyneth Paltrow queda azorada y lo convierte en trending topic con la historia de un actor, dramaturgo, que decide montar un negocio de resolver casos a través de la actuación como ocurría en una reconocida serie de principio de siglo en Argentina. Bueno… todo: el humor negrísimo, las libertades literarias y sin censura que se ven plasmada en la serie, las incomodidades sexuales de lo reprimido, incluso hay algunos pasajes casi que idénticos, transcritos en parlamento de alguno de los personajes. «Por el camino de la mentira llegaremos a la verdad», escribió Dostoievski.

Hay una particularidad en la obra de Soriano y es la forma sistemática de romper barreras narrativas, estirar las narraciones y volverlas a llevar a una matriz, como si cinchara de un chicle. También el uso de lo lúdico, la delgada línea entre lo periodístico y la narrativa más pura hacen que, por momentos, estemos en medio de un episodio de True detective, primera temporada. Las constantes menciones al mundo pop y folklórico nos hacen entrar rápidamente en el juego. Somos testigos de un noir pueblerino, como si Adrián Caetano fuera parte del juego de cámaras y escenografía que se va llevando a cabo. («Podía tenerlo atrás. Podía romperle el cuello casi sin esfuerzo y dejarla entre los pastizales. Sintió a su espalda el sonido de pisadas sobre tierra seca», escribe en la página 231).

Esta novela —evitemos espoilear— está alejada de la veta de cronista en la que Soriano viene incursionando con sus trabajos anteriores, y se despega evidentemente del heterónimo llamado Koch, mecanismo por el cual «un mismo personaje» se desdobla infinitamente para incomodar y sacar afuera su lado más ácido. En Las chicas doradas se acerca más a una literatura manierista, en la que dos policías intentan resolver un caso de misteriosas muertes de perros que azotan en un recóndito pueblo llamado Santurio (estamos ante un nuevo acto de cofradía literaria, estimado lector, recuerden eso del principio de esta nota y la referencia del fútbol y los amigos: todo esto no es algo menor y se ve reflejado en cada libro de Soriano), y esas muertes empiezan a ramificarse cual endemia, mientras el gobernador del distrito controla la ciudad desde una transmisión televisiva.

Por momentos, en Las chicas doradas todo parece que cuadra mucho dentro de una distopía, pero no hace falta remontarse muy lejos para encontrar actos similares por estos lares, incluso llevado a la radio, no hace falta irse muy lejos… pero no nos desviemos. Es una elegante novela de retorcidos trazos que nos mantiene en vilo, por momentos en un relato noir a la espera de que se resuelvan preguntas ramificadas y, por otro lado, el narrador en tercera persona (que no es un narrador típico de tercera persona) intenta adentrarse en la psiquis de cada personaje. Ahí es que empezamos a sentir que por un instante nosotros también somos parte de ese Koch encubierto que asoma y nos hace vernos reflejados en lo turbio, lo obscuro de cada uno, y nos interpela, nos perturba.

Una gran virtud que tiene el libro de Soriano —a pesar de que la edición es un poco incómoda, demasiado grueso el volumen y casi que hay que destriparlo para poder leer con comodidad (que cada cual se haga cargo de cada cosa)—, es ponernos en la incomodidad una y otra vez, una y otra vez, como un loop. Y ya no importa mucho quién es el asesino de perros y qué está pasando con la desaparición de las chicas doradas o si realmente Gwyneth Paltrow va a visitar la ciudad como todos esperan o si la oficial Mota, cada vez que toca de forma instintiva su seno cercenado, es parte de un guiño a Gertrudis y La vida breve, porque no se puede dejar pasar por alto los constantes guiños en la obra de Soriano, que al igual que las citas, forman parte del chiste y de la broma infinita que propone.

Bonus Track 1

Diálogo entre amigos, mediado por Sofía, la novia de Soriano, que graba audios mientras él maneja (y por eso esta tercera persona casi ausente). 

Pablo Fernández Agosto pregunta: ¿Manuel Soriano cree que de no haber vendido a Uruguay, habría escrito los mismos libros?

Bueno, Manuel considera que es difícil saber qué habría escrito de haberse quedado en Argentina. Si hubiera escrito o tal vez cuándo y cómo hubiera escrito. Sin embargo, está claro que no habrían sido los mismos libros. Mudarse le dio tal vez un lugar de no ser ni de aquí ni de allá, y ese no lugar está plasmado en esta novela, que no sucede en ningún lugar específico, no es territorio argentino ni territorio uruguayo. En otras novelas de sus novelas y cuentos sí hubo un territorio más claro. De hecho, un poco la distopía tiene que ver con un no lugar. Por ejemplo Manuel ya no necesariamente usa las palabras argentinas, a veces dice «preciso» en vez de «necesito».

Leonardo Santurio pregunta: ¿Es la primera vez que abordas el terreno distópico en tu literatura? ¿Te parece un lugar en el que quedarse? Y, dentro del terreno distópico, ¿hay una crítica subyacente a la realidad en Las chicas doradas?

La distopía en un lugar en el que no hay que quedarse, pero sí entrar y salir… habrá que ver si en otros textos no aparece lo distópico aunque sea un poco, pero no necesariamente su próxima se va a situar en el mismo dilema.

Mostrar la sexualidad y cosas que incomodan al lector y al espectador, tanto en Las chicas doradas como en Ángel, ¿lo ves más como un trabajo personal de exorcismo de cosas obscuras que uno tiene, o simplemente son obsesiones dentro del mundo artístico, o simplemente son para incomodar?

Bueno, en torno a la sexualidad, Manuel considera que no es que haya tanta oscuridad o cosas terribles en su literatura sino más bien aspectos sexuales que forman parte de la vida de la gente, tal vez en el foro íntimo, ¿no? ¿Por qué no mostrar eso que es parte de la vida del personaje? También la gente convive con esos aspectos de su sexualidad, los piensa, los experimenta pero se siente incómoda y le sorprende verlos en el texto o en la pantalla sin ningún tipo de… ¿cómo decirlo, no? Mmm… sin ningún tipo de vergüenza, es decir asimilados, y tal vez eso es una cuestión social.

Sobre el narrador. Puede haber un narrador omnisciente pero este narrador por momentos lo es y por momentos se fusiona con la narración en primera persona de los personajes. ¿Qué puede decir sobre esto?

Manuel en esta y otras de sus obras tiene preferencia por el narrador en tercera persona, pero que tiene el foco o la perspectiva de un personaje. Entonces se acerca mucho a la primera persona pero no es primera persona. Sí juega con el diálogo interno o el monólogo interno de ese personaje al que sigue pero es verdad que no es un narrador omnisciente porque no sabe todo de todos. Está bien en la mente del personaje desde el cual narra o desde el cual presenta la historia, pero no es primera persona. Le gusta el límite difuso ahí para poder jugar con el monólogo interior pero desde afuera.

¿Cuántas películas de Gwyneth Paltrow tuvo que ver y si ya le hicieron llegar la novela a la actriz desde la editorial?

Todas las que aparecen en el libro, todas las que el Gobernador menciona y dos o tres más que no incluyó. Todavía no hubo comunicación directa con Gwyneth, está ocupada.

En realidad autor y editor están deseando la demanda, que inicien un juicio a ambos y llevar la novela a la estratosfera.

Bonus Track 2

Soriano lucía una campera retro Adidas color aceituna. Siempre me interesó lo arriesgado de su outfit. Lo había visto en presentaciones de pantalón deportivo y camisa, o de short deportivo y camisa. Quizás esa forma desprejuiciada de vestirse en algunas ocasiones era la misma forma desprejuiciada a la hora de escribir. Sin censura. Pero ir a conocer a Jaime implicaba una cierta caída al vacío, un lugar en donde no todo puede ser controlado… En definitiva, Jaime era aún parte de un sueño a realizar. Y no se podía ir de visita con las manos vacías o con cualquier cosa. Por eso la pregunta a corazón abierto de qué era adecuado llevarle a alguien a quien tanto admirás demandaba el consenso de los amigos.

—Llevale unos scones de queso —sugirió Santurio.

Hubo un silencio y recordé ese momento incómodo después de un chiste de humor negro, como los tantos que ocurren en Ángel, contados por Gustavo Garzón, pero vino uno a mi cabeza como un loop, en el que un niño le pregunta a su madre «¿Qué es el aborto, mamá, qué es el aborto?».

—¿Y si le llevás un libro tuyo? Además está Gwyneth Paltrow en la tapa. Esa sí que es una chica dorada.

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