En 1983, Michael McDowell publicó la saga Blackwater, una novela dividida en seis volúmenes que narra la misteriosa historia de la familia Caskey en el pequeño pueblo de Perdido, Alabama. La editorial Blackie Books lanzó la saga en América Latina (luego de hacerlo en España), por primera vez traducida al español y respetando la diagramación original por entregas (se publicaron dos volúmenes por mes entre octubre y diciembre de 2024). La traducción es de Carles Andreu, menos en el volumen IV, que corresponde a Albert Vitó. Cuarenta años después, Blackwater se transforma en un descomunal suceso literario: miles de ediciones vendidas, miles de lectores fanatizados, reseñas en redes sociales, recomendaciones y amplificación del fenómeno mediante el boca en boca. Todo conspira para que las seis partes que conforman la novela encuentren ahora un público lector no angloparlante y un momento de merecido reconocimiento. Es que esta historia propone un mundo extraordinario en el que, con facilidad, cualquier lector puede habitar con disfrute y, no menor, el diseño de los seis libros de pequeño formato que componen la colección es por demás exquisito. 

Blackwater sigue durante décadas la vida de los Caskey, un matriarcado dedicado a la industria maderera que se encuentra entre los más importantes de Perdido. A lo largo de los años, y de los volúmenes de la saga (La riada, El dique, La casa, La guerra, La fortuna y Lluvia), asistimos al ascenso y desarrollo de la familia durante la posguerra, la Gran Depresión, la Segunda Guerra Mundial y el boom económico estadounidense. A lo largo de esta historia se atestigua el devenir de los miembros de este clan, especialmente el de sus mujeres, quienes tienen el poder y deciden los destinos del resto de sus familiares. Blackwater fusiona a la perfección la novela de terror, la fantasía, el gótico sureño, la novela histórica y el culebrón familiar al mejor estilo telenovela. Intrigas, misterios, sucesos extraños, romances, herencias, matrimonios, partos y funerales se suceden mientras el país y el mundo caen, resurgen o crecen. Al mismo tiempo, un misterio sobrenatural se enrosca en los recovecos de la novela y un enigma prístino se vuelve una obsesión que hará que sea imposible abandonar la lectura. 

La saga inicia con La riada, que narra cuando los habitantes de Perdido sufren una devastadora inundación debido al desborde de los dos ríos que recorren el pueblo, el río Blackwater y el río Perdido. Durante la mañana de Pascua de 1919, con el  pueblo bajo el agua, Oscar Caskey, hijo mayor de la familia, recorre la inundación a bordo de una canoa en busca de sobrevivientes acompañado por su sirviente negro, Bray. Es así como descubren a una joven desconocida llamada Elinor Dammert, quien se encuentra atrapada en una habitación de hotel y es rescatada por los dos hombres y puesta a salvo en tierra firme. La llegada de Elinor a Perdido transforma para siempre el destino del pueblo y sobre todo el de los Caskey. Es a partir de la aparición de este misterioso personaje que los engranajes de la historia se ponen en movimiento y llevan a un viaje narrativo intenso y cuidadosamente urdido. Quien se adentre en esta novela experimentará la fastuosa sensación de la buena literatura popular, porque Blackwater no es otra cosa que una novela popular pura y dura, que aúna una enorme calidad literaria con el disfrute y el entretenimiento. 

Los géneros populares 

Blackwater es una rareza en sí misma. Por un lado, buscaba continuar y revitalizar la tradición popular de la novela decimonónica por entregas, el folletín, al estilo de Charles Dickens o Alejandro Dumas, pero mediante su fusión con el género fantástico y ecos mitológicos. Por el otro, es reeditada y traducida en un momento histórico en el que la forma narrativa más popularizada globalmente son las series audiovisuales y en el que la hibridación de géneros es la norma. El atrevido gesto de McDowell de imponer a su editor, en 1983, que la publicación de la novela se realizara dividida en seis partes, una por mes en aquel entonces, perjudicó el éxito comercial de la saga, que no fue la obra más vendida del autor en vida. Podría pensarse que no existía momento más propicio que el siglo XXI, que lamentablemente Michael McDowell no llegó a conocer, para que Blackwater volviera a la vida y encontrara hordas de lectores devotos por distintas partes del mundo. Y es que la lectura de la saga se asemeja mucho a la experiencia de ver una serie, cuyas sucesivas temporadas no dejan de sorprender debido a los nuevos vericuetos en que se adentra la historia. 

Los lectores hispanohablantes habíamos conocido la obra de Michael McDowell gracias a la editorial argentina La bestia equilátera, comandada por Luis Chitarroni, que publicó por primera vez en español Los elementales (2018), fabulosa novela de fantasmas y gótico sureño que se convirtió en un suceso inesperado para los editores y abrió la puerta al extraordinario mundo de este escritor desconocido durante tanto tiempo. Más adelante publicaron también las novelas Agujas doradas y Katie, dos joyas en las que se mezclan la novela histórica, la historia de venganza, el gilded age estadounidense y los deslices paranormales. Además, en los últimos años, la obra de McDowell fue publicada y traducida en Francia e Italia, con Blackwater a la cabeza, donde se produjo un éxito de ventas inaudito que llamó la atención de los editores españoles. Y la enorme repercusión que está cosechando la historia de los Caskey asegura la traducción de nuevos títulos.       

McDowell no escribía por el prestigio ni para la posteridad, le interesaba la literatura comercial, escribía género fantástico porque vendía y cultivarlo era una tarea que se tomaba con absoluta seriedad. En el libro Faces of Fear (1985), del escritor y antologador Douglas E. Winter, se publica una de las pocas entrevistas que dio en vida, en la que afirma: 

Soy un escritor comercial y me siento orgulloso de ello. Escribo para la gente de hoy. Escribo cosas para que sean puestas en la vidriera de las librerías el mes que viene. Y creo que eso es importante. Creo que es un error tratar de escribir para el futuro. Dudo seriamente que vaya a quedar nadie acá dentro de cien años. Pero si hay alguien, no hay forma de saber qué es lo que estará leyendo.

Con acento sureño 

Michael McDowell nació en Alabama en 1950 y se crio en una zona rural cerca de la frontera con Florida. Estudió en Harvard y se doctoró en literatura con una tesis cuyo tema fue «la muerte en Estados Unidos entre 1825 y 1865». En 1979 consiguió un contrato para publicar su primera novela, The Amulet, título todavía desconocido en español que narra una larga sucesión de muertes a manos de un amuleto maldito. Vivió en Massachusetts desde 1969 hasta su muerte en 1999 por complicaciones relacionadas al VIH. Además de las novelas firmadas con su nombre, publicó también con seudónimo y en colaboración. Un ejemplo interesantísimo es la saga Valentine & Lovelace Mystery, un policial gay escrito bajo el seudónimo Nathan Aldyne junto a Dennis Schuetz, y publicado durante los ochenta. Sabido es también que escribió guiones para cine y televisión; los de Beetlejuice y de El extraño mundo de Jack son los más recordados, pero también guionó episodios para la serie de George A. Romero, Tales from Darkside, y para Alfred Hitchcock en Presenta.

Era, ante todo, un tipo progre y eso se refleja en su literatura, sin ser esto ningún tipo de activismo o bajada de línea, sino, más bien, un claro punto de vista. En Blackwater, como en el resto de sus libros, hay personajes queer, hay familias monoparentales o diversas y se retrata con excepcional pulso el complejo vínculo de los blancos del sur de Estados Unidos con la población afroamericana segregada (en la saga, los personajes negros, sus saberes y asistencia desde el margen son fundamentales para la construcción del universo en el que se desarrolla la historia). Sin embargo, el tema que más parecía obsesionarlo era la familia: «No tengo ningún interés en tener una familia propia y tiene que haber familias ahí afuera, solo que yo no quiero tener nada que ver con ellas. Pienso que son violentas, opresivas y manipuladoras». McDowell prefería la compañía de amigos y los vínculos horizontales. Era justamente su aversión a los lazos familiares que lo llevaba a buscar diseccionarlos mediante la literatura. Disfrutaba enormemente extraer todo el drama y el conflicto que podía supurar de ellas. 

Blackwater es una historia familiar, como lo es Cien años de soledad, de quien es deudora. A lo largo de sus seis entregas se atestigua el paso del tiempo y cómo afecta las relaciones entre las personas, las vueltas que da la vida o cómo las historias se repiten sin solución. Es también una novela de gótico sureño, con caserones oscuros que dan miedo; una novela sobre la vida junto al río, el calor asfixiante del verano, los secretos familiares y los rencores añejos. Pero en su corazón yace un mundo fantástico y terrorífico, en el que hay monstruos, fantasmas y cruelísimos actos de violencia. Al leerla se toma partido, se aborrece personajes y se quiere con locura a otros. No se sale indemne. Se emerge de ella con fascinación y tristeza por haber concluido su lectura. Su publicación en español y la extendida popularidad que viene ganando tiene un sabor a revancha, es una devolución de cariño, muy merecida, hacia uno de los más refinados y devotos escritores de literatura popular norteamericana.