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Con Santiago La Rosa y Soledad Urquía, de Chai

«Los libros que decidimos publicar tienen que tener una singularidad»: Chai Editora

Por Pía Supervielle / Jueves 24 de marzo de 2022

La cordobesa Chai Editora se ha consolidado con un catálogo excepcional en pocos años. Tapas inconfundibles. Una selección que se acerca a la perfección. Y traducciones por escritores. Pía Supervielle entrevistó a Santiago La Rosa y Soledad Urquía, fundadores y editores de Chai: «Para nosotros es muy importante poder construir nuestro universo literario y no solo importar el que ya fue exitoso».

Es una mañana cualquiera de febrero y, en algún punto de las sierras de Córdoba, el sol entra manso y silencioso por la ventana. Ahí, a siete horas y 700 kilómetros de Buenos Aires, lejos de la urgencia de la novedad y de la ferocidad del minuto a minuto de las redes sociales, Santiago La Rosa y Soledad Urquía fundaron en 2019 Chai Editora. Querían, antes que nada, edificar un catálogo que les diera placer y que fuera, al final del día, una conversación entre lectores. Santiago y Soledad son escritores —él viene de publicar La otra hija y ella La luz y la montaña—, pero antes que nada son lectores. Su sello, sus antojos, sus descubrimientos y también su mirada estética y ética de la industria editorial se manifiestan en cada uno de los libros que publican cuidadosamente en Chai. Lo que sigue es la síntesis de una charla sobre lecturas, traducciones, el oficio de la edición y el amor por los libros. 

La exposición de motivos de Chai termina con esta frase: «Nuestro catálogo es la biblioteca que queríamos tener en casa». ¿Cómo pasaron de ese sueño hasta llegar a la conclusión de que iban a poner en marcha una editorial independiente?

Soledad (SU): Fue un proceso bastante natural. Un día charlando dijimos: «¿Por qué no armamos una editorial de traducciones de narrativa contemporánea?». 

Santiago (SLR): Fue tan natural porque veníamos de toda esa experiencia lectora de frustrarnos con traducciones españolas y de ver que hay autores que no se traducen que, para nosotros, eran fundamentales. La idea se venía incubando desde hacía mucho. 

SU: Muchas veces me pregunto por qué hacemos traducciones; sería más sencillo publicar manuscritos en español. Pero la verdad es que en Argentina hay muchas editoriales que publican autores que escriben en español y lo hacen bárbaro. Y después están las editoriales que publican traducciones que se especializan en rescates de autores. Pero no había ninguna editorial que publicara autores y autoras casi desconocidos. 

¿Y cómo llegaron a los primeros nombres?

SU: Estábamos todo el día mirando revistas y editoriales extranjeras; también hablábamos con agentes para ver qué estaba disponible. También nos pasó que Fede Falco, que dirige la colección de cuentos, tenía un par de autores que siempre quiso publicar. Deborah Eisenberg, por ejemplo. Ahora el catálogo que tenemos nos va llevando hacía otros escritores y escritoras. Es más sencillo. Un libro te lleva a otro libro. 

SLR: Investigamos mucho editoriales que nos gustaban, editoriales norteamericanas, inglesas, italianas, francesas. Una de ellas es Coffee House que es una editorial chiquitita de Minneapolis. Pero más allá de los nombres que nos encanta publicar, siempre tuvimos claro que queríamos que Chai fuera más que las personas que publicamos. Que sea más que Cynan Jones, Deborah Eisenberg, Peter Orner o Amy Fusselman. Lo más hermoso de Chai es que hay una cierta confianza en la editorial por parte de los lectores. Para nosotros es muy importante poder construir nuestro universo literario y no solo importar el que ya fue exitoso en The New Yorker o en grandes editoriales. 

SU: Y la sensación de descubrimiento es muy linda. Nosotros quisimos publicar a Miranda July, pero en ese caso nunca hubiera sido un hallazgo. Pero Cynan Jones sí lo es y te diría que pasa con la mayoría de nuestros libros. Probablemente, los lectores no hubiesen llegado a esos nombres de otra forma o les hubiera sido muy difícil. 

SLR: Y para llegar a esos descubrimientos leímos y descartábamos un montón. Al principio por cada libro que elegíamos, leíamos diez. Y no era que no nos gustaban, eran para otro perfil de editorial. Ahí empezamos a tener una serie de axiomas que se construyeron con ese proceso; por ejemplo: no alcanza con una buena historia. 

SU: Los libros que decidimos publicar tienen que tener una singularidad, tiene que valer la pena que sean traducidos. 

En Chai hay un especial destaque al trabajo de los traductores, están jerarquizados en la portada del libro y también en la web de la editorial. ¿Qué tan esencial es la traducción en el camino de la edición de un libro? ¿Se toman el trabajo de elegir qué traductor debería trabajar con tal o cual autor?

SU: Entiendo que ahora, por contrato, muchos piden estar en la tapa. Nosotros lo hacemos desde siempre porque sentimos que ahí es el lugar en el que tiene que estar. El otro día leí que Jennifer Croft [ndr: traductora, por ejemplo, de Olga Tokarczuk] dijo que no traducía más libros que no la incorporasen en la tapa. 

SLR: Como teníamos una crítica, como lectores, de ciertas traducciones, era obvio que necesitábamos darle un lugar distinto a la traducción. Habíamos leído ensayos sobre traducción de autores como Marcelo Cohen y hay otro reciente de Laura Wittner [Se vive y se traduce, 2021]; es un tema que nos interesa. La pregunta se empieza a desplegar sola: ¿qué lugar tiene un traductor con respecto al autor? ¿Qué lugar tiene en el éxito o no de un libro? Nosotros elegimos pagarle regalías también a los traductores. 

SU: A su vez queríamos que, en la medida de los posible, los traductores fueran escritores. 

SLR: Otro aspecto que se siente en la experiencia del lector es cuando los traductores se entusiasman con el libro con el que están trabajando. Por eso hacemos una fantasía del deseo y pensamos para quién podría ser tal libro.  

SU: Nos pasó con Esther Cross y su traducción de Autorretrato, de Celia Paul. Se obsesionó, se investigó todo sobre ella. Justo es una autora muy fascinante, pero eso se nota en la traducción. 

SLR: A Virginia Higa le pasó lo mismo con Amy Fusselman o a Fede Falco con Deborah Eisenberg. Esa inmersión en la obra y las palabras del otro se nota mucho en la traducción. 

Quiero detenerme en la elegancia de la tapa, en el color pleno, en la tipografía y hasta en el logo. ¿Cómo llegaron a esa síntesis?

SU: Hoy, si querés, podés leer en el Kindle, entonces el libro tiene que ser un objeto lindo. Para eso trabajamos con bastante intensidad con nuestros diseñadores, les pasamos editoriales que nos gustan, un montón de referencias, hasta que llegamos a lo que se puede ver hoy. 

SLR: Nosotros sabemos cómo es el mar de mesas de novedades de las librerías y vemos que desde hace unos años las portadas latinoamericanas vienen repitiendo el modelo norteamericano. Eso quiere decir que cada tapa es bien distinta. Y nosotros queríamos recuperar cierta tradición de la colección porque ahí es dónde nos formamos nosotros: Alfaguara, Anagrama, en otros países Fitzcarraldo. 

SU: Y, como en la mayoría de los casos, son autores y autoras desconocidos, queríamos que la tapa fuera notoriamente de Chai. 

SLR: No queríamos jugar a que cada libro impactara, queríamos dar una continuidad estética, que si ves los lomos te encuentres con una progresión cromática. Que haya una armonía dentro del catálogo. 

Dentro de las colecciones de Chai primero apareció la de cuentos que dirige Federico Falco y ahora sumaron Elementales que se inaugura con Diarios, de Katherine Mansfield. Lo primero que me sale decirles como lectora es que siento que se dan grandes gustos como editores. ¿Lo viven así?

SU: Totalmente, justo ayer terminamos de editar la traducción de Mansfield. Ese es un libro que a mí me encanta y al que vuelvo siempre. Pero lo dudamos mucho porque es un quiebre con lo que venimos haciendo. Y al final dijimos: «es un libro al año que no es contemporáneo, pero tiene una sensibilidad que se puede leer desde el hoy y puede funcionar». Nos dimos el permiso de hacer un rescate al año de un libro que nos encante. Yo estoy copada, la tapa va a ser un poquito distinta y sé que va a ser hermosa, le tengo muchísima fe. 

Si pudieran elegir un pequeño mapa de libros para entender el breve y contundente camino de Chai. ¿Cuáles elegirían? 

SLR: Hay dos líneas que definen Chai. Una es más desfachatada, rupturista y lúdica. Y otra más literaria, más prolija. Nosotros empezamos con Amy Fusselman que está en la primera línea; ella hace lo que quiere con la literatura, puede hablar del duelo y ser terrible y divertida y luminosa al mismo tiempo. Y ahí también están Abi Andrews, Debora Eisenberg y Lola Randl. En la otra línea están Cynan Jones, Nathalie Léger y Celia Paul. Autorretrato es un libro perfecto, creo que está entre lo mejor que publicamos. Esto libros, entonces, tienen otra precisión, otra seriedad. Jones y Paul son los autores más exitosos de la editorial. 

SU: Y después está ¿Hay alguien ahí?, de Peter Orner, que es una joyita bastante única. 

SLR: Cuando me preguntan qué define a Chai siento que es Peter Orner; porque juega en ese intermedio que es el siguiente: disfrutar la lectura, saber de libros, que sean ensayos, pero no pesados, que tenga ese movimiento de arrojar el deseo hacia delante. El libro de Orner te da ganas de seguir buscando, seguir leyendo y de escribir. No sabíamos bien dónde ubicarlo, pero decidimos publicarlo igual. 

SU: Lo que aprendimos es que, si un libro nos gusta mucho, al final funciona. 

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