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Extraño destino

«Todos pájaros»: conservar la radiación

Por Verónica Pamoukaghlian / Martes 18 de marzo de 2025
Foto: Lucía Silva Musso

Sobre una magistral puesta en escena, la de Roxana Blanco, y sobre un texto dramático, el de Wajdi Mouawad, que no deja a nadie indemne. «¿Cómo ver el dolor del otro si todo mi espacio visual-mental está ocupado por proyecciones de mí misma? Esta obra de Mouawad es infinita como Hamlet, es la respuesta de nuestra época a Edipo»: Verónica Pamoukaghlian escribe sobre Todos pájaros, en cartel hasta el 20 de abril.

En tu lucha contra el mundo, ponte del lado del mundo.

Franz Kafka, Diario, 1917 [1]


Cuando estés luchando contra algo, dale tu apoyo a aquello contra lo que estás luchando. Protegé al enemigo. Para no perderte. Cuestionate constantemente, especialmente cuando tengas un enemigo.

Wajdi Mouawad, Oda al enemigo


¿Qué es más hermoso que un pájaro? Un pájaro lleno de aliento solar, un pájaro solo en medio de las tormentas, llevando a los confines del día su extraño destino. 

Wajdi Mouawad, Incendios


Si en la tercera función estaban más tranquilos, más concentrados, más livianos, les faltaba la energía interior... Lo que faltaba, diría yo, era la «radiación», eso que surge cuando se grita o se intensifica la presión. Estaba allí, pero como les pedí que se controlaran, esa radiación se debilitó un poco. Debemos conservar la radiación. La radiación viene del hecho de que uno conserva la tensión porque lo que sucede en el escenario siempre es algo serio, siempre es importante. Es la vida a mil por hora. Sin embargo, en esta actuación más calma, han estado demasiado cerca del ritmo de la vida. El escenario es una autopista. Es la vida que sale de una calle de ciudad para embarcarse en una autopista de seis vías (voces) donde no hay límite de velocidad.

Wajdi Mouawad [2]


En un comentario aparecido en El País: el periódico global sobre la puesta de Todos Pájaros dirigida por Mario Gas, la autora, Raquel Vidales, se quejaba de que los actores tenían un registro artificioso, que faltaba modulación y «vibración sostenida» [3], lo que el autor de la obra, Wajdi Mouawad, llama «radiación». La puesta de Roxana Blanco en Uruguay es todo lo contrario de lo que describe Vidales. La directora trabajó a fondo esos límites, la contención del impulso melodramático, que la obra ciertamente contiene. Porque su fuerza, a pesar de las escenas más dramáticas y trágicas, radica en lo que pasa dentro de los personajes y, fundamentalmente, en lo que pasa dentro de los espectadores.


Historia de una familia

Un amor impensado surgido en una biblioteca de Nueva York hace que confluyan, en Israel, Etgar, un judío alemán sobreviviente de Auschwitz que alguna vez se dedicó a «vaciar» pueblos palestinos, su hijo, David, la esposa de este, Norah, una psiquiatra [4] judía de Alemania del Este, los jóvenes amantes, el judeoalemán Eitán y la palestina-norteamericana Wahida. Allí se encuentran con personajes locales, la que fuera esposa de Etgar y madre de David, Leah, una joven soldado israelí, Edén, y un enfermero que cuida de las víctimas de un atentado.

Al principio de la obra hay un viaje al origen. Es el viaje de Wahida para investigar el personaje de su tesis, León el Africano, un moro converso del siglo XVI que escribió un famoso tratado sobre el África, que también es el viaje de Eitán para conocer la verdad sobre su propio origen, al ir al encuentro de una abuela desconocida.

La maestría en el arte dramático tiene mucho que ver con la capacidad de ponerle carne a perspectivas muy distintas del mundo en personajes creíbles. Aquí, cada personaje es un universo. La puesta de Roxana Blanco y las magistrales actuaciones de Mané Pérez (Wahida), Joel Fazzi (Eitán), Elizabeth Vignoli (Leah), Juan Antonio Saraví (Etgar), Florencia Zabaleta (Norah), Sofía Lara (Edén), Gustavo Saffores (David), Mauricio González (Wazzán) y Mauricio Chiessa (médico), les dan espacio para existir a todas esas perspectivas. Si vemos la obra varias veces, un día empatizamos con Wahida, otro día con Leah, con Eitán, con Edén. Es raro ver una obra en que todas las actuaciones destacan y conmueven. 

Recuerdo haberle dicho a Roxana que lo que más me había impresionado era la actuación de uno o de otra en diferentes oportunidades. Esto es el resultado de un buen casting, de la entrega de cada uno de estos actores maravillosos, y de un trabajo fínisimo de investigación dramática. Y en cada experiencia se descubren nuevas pistas, nuevos portales hacia la conciencia del otro, acaso la del enemigo del que habla Mouawad.

Las puestas de Roxana Blanco me hacen al mismo tiempo amar y lamentar lo efímero de una obra de teatro. Cuando vi su Salto de Darwin (Sergio Blanco), ambientada durante la Guerra de Las Malvinas, pensé que tendrían que verla todos los argentinos. En cuanto a estos Pájaros, pienso que debería verla al mundo entero. La creación de esta directora, este equipo técnico y este elenco está, como pocas puestas, a la altura de la trascendencia del texto de Mouawad. Creo que alguna vez escuché a Sergio Blanco llamarle «el Shakespeare de nuestro tiempo». Y Shakespeare era un gran artesano de la puesta en escena de sus obras. Los Mouawads necesitan de artistas como Roxana y su elenco para que sus textos brillen como lo hace Todos pájaros en esta puesta inolvidable de la Comedia Nacional. 

La elección de Joel Fazzi y Mané Pérez como el Romeo judío y la Julieta palestina de esta historia es un hallazgo.. A la vista de los resultados, no pudo haber existido otro Eitán, no pudo haber existido otra Wahida. El amor entre esos dos personajes, su profundidad, su intrínseca imposibilidad, es una de las cosas más conmovedoras de la puesta. 


Hacia atrás

Cuando Mouawad dirigió este texto, lo hizo con actores palestinos, israelíes, norteamericanos, alemanes. La obra estaba subtitulada y hablada en hebreo, árabe, inglés y alemán, los idiomas que esos personajes utilizarían normalmente en distintas situaciones. Roxana Blanco se enfrentó al reto de reproducir el perfume de esas lenguas sin la posibilidad ni el deseo de reproducir lo que Wajdi había hecho, y encontró una gran solución. Mané canta una canción de cuna árabe, que en algún momento de los ensayos fue una canción de Sylvia Meyer con palabras inventadas, una no-lengua capaz de contener la multiplicidad de las lenguas. Para una parte en que el alemán era necesario, Daniel Yafalián creó una delicada cacofonía de voces en esa lengua como banda de sonido. La pista es perfecta, no distrae con ideas foráneas a los que hablan alemán ni tampoco ilustra lo que se supone que está siendo dicho, mientras dos abuelos le cuentan a su nieto en coma, en susurros inaudibles, la historia de su origen. Las voces en alemán funcionan como una especie de poesía abstracta, en total sintonía con el momento dramático.

Entre las cosas más trascendentes de la puesta está la música de Sylvia Meyer, que confluye aquí con creaciones de la griega Eleni Kalainddrou (conocida por músicas de films del gran Theo Angelopoulos), quien hizo la banda original para Mouawad, y del propio Daniel Yafalián, quien, además de ser el diseñador de sonido más refinado del cine uruguayo, es un reconocido e inspirado músico contemporáneo. Esta es la primera incursión en el universo del teatro, coronada con una nominación al Florencio compartida con Meyer y Kalaindrou.  

Vi Todos pájaros varias veces. Ya conozco todos los finales. Y siempre lloro. Siempre paso por todos los estados. Todos pájaros es la historia íntima de una familia, y también es una obra que contiene las profundas contradicciones del siglo XX, y hasta hoy: la guerra civil española y el nazismo tácito de las masas, la revolución rusa y el estalinismo, las dictaduras latinoamericanas, la lucha armada en Colombia, la destrucción de Gaza, el genocidio armenio, los Balcanes, Rwanda. Todos esos conflictos y masacres en los que parece fácil determinar quiénes son los buenos y quiénes son los malos, pero muchas veces no lo es. Esta pieza contiene innumerables claves. ¿Qué es un enemigo? ¿Por qué soy enemigo de mi enemigo? Para Wajdi Mouawad es importante darle espacio para existir al enemigo, acaso el enemigo tiene algo que enseñarme. 

Mientras miraba por cuarta o quinta vez la obra, pensaba también en la película A Real Pain. Hay algunas frases en la escena de la fiesta judía del Seder que podrían haber sido sacadas de la película de Jesse Eisenberg. ¿Quién tiene derecho a sentir dolor frente al dolor de las víctimas de Auschwitz? ¿Cómo puedo hablar de mi propio dolor siendo un joven judío de clase acomodada? Son preguntas sin respuesta que nos llevan inexorablemente a la reflexión. 

La relación de Mouawad con el enemigo también me hizo pensar en la Agonía del Eros, de Byung-Chul Han, ese libro que también habla de la posibilidad de un otro en una época centrada en el reflejo narcisista del yo, mediado por la tecnología. ¿Cómo ver al otro? ¿Cómo ver el dolor del otro si todo mi espacio visual-mental está ocupado por proyecciones de mí misma? Esta obra de Mouawad es infinita como Hamlet, es la respuesta de nuestra época a Edipo. En tiempos de Sófocles, algunas cosas eran más simples: todo se podía explicar con el destino, con la ira y la gracia de los dioses. De alguna manera, Todos pájaros es el Edipo [5] que nuestra época necesitaba.

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Notas

[1] Las traducciones del alemán, inglés y francés del inicio son de la autora.

[2] Citado en el postfacio de la edición francesa de Todos pájaros.

[3] «Se trata de una obra conmovedora en su conjunto. Gracias, sobre todo, a esa vibración sostenida que subrayábamos antes. Eso es justo lo que falta en la puesta en escena de Mario Gas. Es un problema de atmósfera: la afectación en los gestos o la manera de decir el texto le quita verdad, emoción y carga trágica... No es que [los actores] estén mal de manera individual, es que parten de un tono artificioso. Hay que subrayar, no obstante, que Candela Serrat consigue modularlo mejor que el resto».

[4] En algunas fuentes en francés se la identifica como psiquiatra y psicoterapeuta. En el libro aparece descrita con el ambiguo «psy». En la traducción de Pouso se la nombra como psiquiatra, lo que se utiliza por ese motivo aquí.

[5] Las conexiones de la obra de Mouawad con la tragedia griega son múltiples, no solo en esta obra. En este caso, no revelo más para evitar spoilers.

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