Poesía norteamericana
[Traducĕre #14] Stefania Gomez por Facundo Gutiérrez
Por Facundo Gutiérrez / Jueves 19 de octubre de 2023
«Días pulidos, repentinos/ y brillantes. Merecen un monumento»: nuestra antología sin fin de textos en traducción incorpora cuatro poemas de la norteamericana Stefania Gomez (1995). A manos de Facundo Gutiérrez, hasta un poema visual, pleno de encrucijadas, encuentra su versión en español.
Ars poética
El pasto del parque estaba gris
incluso donde ya no había hielo.
Miré los edificios, la niebla,
la vereda bajo mis pies y no vi color.
El mundo está en blanco, pensé, el día
algo así como el error de un burócrata.
Un recuerdo vino a mí entonces,
de una puerta que una vez cerré
desafiante, y en su ventana pude ver
un reflejo, azotado por el viento, de algo
parecido a la luz, me llegó
tan material, y encontró y acarició
en mi interior una parte de eso
que había abandonado hacía tiempo.
Había tiempo, eso parecía,
cuando lo que estaba por venir, sentí,
era una costura que unía un diseño.
No, recordé más tarde,
mientras caía la noche, no era luz
sino el cielo lo que había visto,
atravesado, como ahora, por oro.
Ars Poetica
In the park the grass was grey
even where the ice retreated.
I looked at buildings, the fog,
the sidewalk beneath my feet, and saw no color.
The world was blank, I thought, the day
some sort of pen-pusher’s error.
A memory came to me then
of a door I’d once shut
defiantly, then caught in its window
a reflection, windblown, of something
resembling light, so material
it reached me now, and found and stoked
within me a part of what
I’d long ago surrendered.
There was time, it seemed,
when what was to come, I felt,
was a seam that stitched a pattern.
No, I remembered, later,
as evening fell, it wasn’t light,
but the sky I’d seen,
shot through, as now, with gold.
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En el memorial del sida de Nueva York
Tu ausencia es una cuadra partida
en dos donde antes había un hospital.
Los restos de una casa amarilla del lado este de Providence
que supimos compartir. Demolida. La camioneta blanca que manejabas
decorada con dados negros. El suelo debajo
hecho polvo —puf— luego pavimentado, gravado como versos
en piedra. Cuando me dijeron lo que te había pasado,
me hundí en el piso mojado del baño de un bar, furiosa
porque nos dejaste para que nos rearmáramos
a partir de los escombros. Para construir, entre paradas del metro,
algún monumento empalagoso
donde caguen las palomas, vacío salvo por una ronda de reinas
charlando, que amueblan el aire como fantasmas. Tu muerte
significa que siempre estamos equidistantes,
no importa a dónde viaje,
dónde me demore,
equivocada, optimista. Ayer de noche, a la luz de las velas,
una mujer me desenterró.
Juntas, ella y yo lloramos
lo imposible de desaparecer
una dentro de otra. Puf. Desde tu muerte,
el borrado me obsesiona. Entre las fotos en el memorial,
una de un cartel que dice ¿DÓNDE ESTÁ TU FURIA?
HACÉ ALGO DEFENDETE LUCHÁ CONTRA EL SIDA, cargado por cinco
jóvenes. Tu cara en cada uno. Tu hermosa cara.
At the New York City AIDS Memorial
Your absence is a bisected city
block where a hospital once stood.
The footprint of a yellow house on Providence’s east side
we once shared. Demolished. A white pickup you drove
decorated with black dice. The ground beneath it
crumbled—poof—then paved over, engraved like verses
into stone. When I was told what happened to you,
I sank to the wet floor of a bar’s bathroom, furious
that you left us to reassemble ourselves
from rubble. To build, between subway stops,
some saccharine monument
pigeons shit on, empty except for a circle of queens
chattering, furnishing the air like ghosts. Your death
means I’m always equidistant from you,
no matter where I travel, where I linger,
misguided, hopeful. Last night, by candle light,
a woman unearthed me.
Together, she and I grieved
the impossibility of disappearing
into one another. Poof. Since you died,
erasure obsesses me. Among the photos at the memorial,
one of a banner that reads WHERE IS YOUR RAGE?
ACT UP FIGHT BACK FIGHT AIDS, carried by five
young men. Your face in each. Your beautiful face.
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Consagrar
Ahora lo sé: si vivir cubre la vida como
lo haría una piel —en algunos puntos
ambas se tocan—. Volaron los años— profesiones, familia joven—.
Estaba el chiste sobre el dispensador de agua,
y claro, la sopa de tomate. Estaba el compromiso de
las plantas de mis pies a la memoria, estaba su
viaje hasta tu boca. Días pulidos, repentinos
y brillantes. Merecen un monumento.
Nadie te lo dice. Nos imaginé como los picos blancos
de una topografía, finas nubes que cuelgan de ellos
como lágrimas. Allí arriba, brillan con la nieve.
Enshrine
I know now: if living is stretched as a hide is
over what’s called a life— in some places
the two touch. Years blew by— our careers, young family.
There was the joke about the water cooler,
and of course the tomato soup. There was committing
the soles of my feet to memory, there was
bringing them to your mouth. Days chiseled sudden
and bright. They ought to have a monument.
No one tells you this. I imagined us as a topography’s
white peaks, wisping clouds hung among them
like tears. Way up there, shining with snow.
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SOBRE LA AUTORA
Stefania Gomez (Chicago, 1995) es poeta, educadora y artista de audio. Tiene una maestría en poesía por la Universidad de Washington y hoy trabaja en The Poetry Foundation, en Chicago. Su poesía ha sido publicada en numerosas antologías y revistas literarias, entre ellas la serie Poem-A-Day de la Academy of American Poets, The Missouri Review y en Sinking City Review. Su poesía combina lo pulcro de la formación académica con lo punzante de un compromiso social que no tiene miedo de denunciar y hacerse oír. Cada poema es una ventana a algo real, tangible que a simple vista puede pasar desapercibido, pero a través de la mirada precisa y lirica de esta poeta queda expuesto, con todo su peso semántico y simbólico. A los ojos de Gomez, compromiso social y tradición poética no son cosas contrapuestos, sino que son dos fuerzas que trabajan en conjunto para honrar, hacer justicia y echar luz sobre rincones que han caído en el olvido colectivo. Stefania Gomez es una poeta que merece ser leída: espero disfruten de hacerlo tanto como yo.
SOBRE LA TRADUCCIÓN
Si bien la traducción de cada uno de los poemas trajo consigo distintas dificultades, me gustaría enfocarme en uno en particular: «Elegía: encrucijada». Parte del desafío de traducir un poema visual yace en que, a diferencia de uno convencional, el texto está pensado para ser leído de diferentes maneras. El primer paso para traducirlo fue aprender a leerlo. Algo central a este proceso fue anotar las posibles lecturas que fui haciendo en el camino a la lectura «correcta». Cada paso en falso representaba una experiencia poética que, idealmente, tendría que replicar en la traducción. Los versos debían tener largos similares, para respetar la estructura, y ser un espejo del original en términos semánticos, sin sonar a calco del inglés.
Una decisión puntual a remarcar es la traducción de «interstate» como «camino» en lugar de ruta o autopista, que son términos más específicos. Opté por «camino», una palabra más amplia, para tener un término masculino que mantuviera la concordancia con «plagado». Mantener todas las posibles lecturas implica anteponer concordancia a especificidad. Otra decisión puntual que quiero remarcar es la traducción de dos palabras específicas: «littered» como «plagado» y «killed» como «atropellados». En este caso la decisión pasó por dividir las connotaciones del participio «littered», derivado del verbo «litter»: llenar algo de una forma desagradable y quien lo hace es humano. Para lo primero opté por «plagado» y para el componente humano decidí sustituir el hiperónimo por una forma específica de morir, a manos de una persona negligente. Así, la estructura de los versos se mantenía igual sin sacrificar demasiado la carga semántica.
Más allá de detalles, el desafío central de esta traducción viene planteado desde el título: una encrucijada implica decisiones, caminos que se cruzan en distintas direcciones, múltiples destinos posibles. Ya hace años Robert Frost advirtió acerca de la diferencia que puede provocar tomar un cierto camino en lugar de otro. Las decisiones pesan, y de eso trata este poema. La sensación casi laberíntica de intentar leerlo, tomar un camino, volver atrás, empezar de nuevo, llegar en cada uno de esos procesos a un poema distinto. Lo lúdico de recorrer caminos desconocidos para llegar a un destino puntual, pero en el cual perderse es también un destino.
En pocas palabras, más que traducir un poema fue traducir una experiencia, una puerta a una mundo poética que invita a recorrer los versos como quien camina con una mezcla de asombro e incertidumbre por una ciudad que no conoce.
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