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Constante conjuro

A propósito de «Björk: una constante mutación»

Por Dani Umpi / Miércoles 12 de marzo de 2025
Fotograma de «Atopos», 2022.

Un gran fan de Björk en Uruguay, Dani Umpi, escribe sobre el libro Björk: una constante mutación (Nórdica, 2024) y no solo nos cuenta el origen de su fascinación por la artista islandesa, sino que aprovecha para recorrer su discografía y hasta para hacer una «lectura de Björk como la brujita que es, al menos arquetípicamente». Imperdible es poco.

¡Sí! ¡Por supuesto que me encantan los libros de entrevistas! Fascinantes. ¿De quién hablan? ¿De la retratada? ¿De las editoriales? ¿De las editoras? ¿De las periodistas?¿De mí? 

La crónica musical, con o sin entrevistas, siempre me ha maravillado desde su florido limbo entre el periodismo, el ensayo, la narrativa y lo que se cruza por el camino. ¿Quiénes son estos artistas tan interesantes? ¿Quién escribió algo tan bello? Hubo una época, después otra época y la crónica musical mantuvo su sex appeal. Retratos sinfónicos que vuelven épico cada detalle, generalmente elegante, de ciertas proezas artísticas. Relatos. Secretos. Tesoros ocultos. Perlas escondidas meticulosamente en historias de vida. Sentir el respiro de su alma. Detalles técnicos y chismes, muchos chismes, para dejarnos con ganas de más, de escuchar un disco, de leer otras críticas de periodistas avispadas y ocurrentes. Gente genial.

Mis primeras revistas de rock no fueron las Rolling Stone ni las Rockdelux, sino las brasileñas Bizz, que compraba cuando iba a Rivera a bagayear con mi familia. Una pequeña colección de una época antigua. Por algún motivo conservé la tapa que esta revista le dedicó a Björk durante el éxito de Sugarcubes en diciembre de 1989. Fue la primera vez que la vi, sin escucharla, en una suerte de aprendizaje de portugués y búsqueda de novedades musicales previas a internet. ¡Cds! ¡No saben lo que fue cuando salieron los Cds! La gente quedó loca y los de Sugarcubes tenían diseños espectaculares, que parecían invitaciones a discotecas. En lo que es diseño: insuperable, siempre. Un diez.

[Revista Bizz, diciembre 1989].

Después ocurrió lo que le ocurre a casi todo gay que escucha Björk por primera vez. Confirmado: es la artista que mejor influenció a mi generación. Tal vez más adelante diga que es la mejor de todas las épocas. Veremos. 

La nota de la revista Bizz era buenísima pero no forma parte de Björk: una constante mutación (Nórdica, 2024). La selección de entrevistas y reseñas es bárbara. Ordenada cronológicamente, disco tras disco, peldaño a peldaño, podemos imaginar una línea narrativa, un orden, una guía, un guion de su trabajo artístico expansivo, abrumador, inabarcable y fuera del tiempo. La Artista con mayúsculas. 360. Total. Moma. Mamá. La de los incesantes aplausos de la crítica. La de la mochila azul subiendo a recibir un premio a los saltitos. La de los gritos. La voz imposible. ¡El timbre de su voz! ¡No lo intenten en  casa! Su radar de sonoridades. Su legado. Faro para quien tenga vocación artística. Artista multimedia por excelencia, autodiseñada para este renacimiento tecnológico y, por supuesto, una marca, claro está.

Como ya sabemos, la mutación es la contradicción. Así, en un doble movimiento maestro, este libro compilatorio narrado tan idílicamente logra que todo parezca simple y comprensible. ¡Cómo son los periodistas musicales! ¡Y con Börk, lógico, se ponen fatales, engolosinados! Una casa de chocolate. Muy rico de leer. Tapa dura. Cataratas de name dropping, detalles singularísimos, especifisisísimos, de su vida misteriosa y exótica. Las consultas al I Ching, sus hijos, sus platos de madera, sus casas y apartamentos, giras en constante pavimentación de su camino al andar. No se cansa nunca y aunque ya haya hecho evolucionar el mundo tanto y tanto, parece no cansarse siguiendo, siguiendo, siguiendo… ¿qué más? El libro también genera eso. Algo angurriento.

[Portada de Utopia (2017)]. 

Descripciones costumbristas de una muchacha punk pintando manchas de leopardo en los brazos de sus enamorados. Detalles de sus depresiones, sus luchas, sus consumos culturales, siempre tan certeros. Leonora Carrington. Donna Summer. Georges Bataille. André Breton. Muy mostra, obviamente. Sus remixes. Sus amistades con científicas, botánicas, bandas hardcore, góticas, de jazz, synth-pop, fanzines, muestras de arte, como podrán imaginar, y más. Composiciones para Madonna. Dj sets en pequeños bares. Broadway. Impulsiva. Reflexiva. Caprichosa, Generosa. Millonaria. Estando donde tiene que estar. Londres en los noventa hasta, últimamente, Barcelona y Málaga con Arca, Rosalía, El Guincho y todas esas. «Puedo ser una chica buena o puedo ser una mala». Muchachada nui.

Descripciones rimbombantes de una vida exótica. De acá para allá con sus hijos, entre familiares que entran y salen en casas de campo, hoteles de lujo, bares, barcos de África a Malta. El Atlántico. Aislada por meses en un barco o en una casa sobre capas tectónicas móviles. En fin. Sus parejas, Matthew Barney, ¡Oh!! ¡Matthew Barney!  ¡Qué suerte que sea tan santa! 

Momentos con consignas claras. Declarar independencia en medio de crisis ambientales. Momentos caleidoscópicos, estrambóticos, utópicos, divertidos. Periodistas tratando de seguir el hilo de sus pensamientos, por momentos matemáticos, por momentos poéticos, que suelen coincidir con el sentido común. Entrevistas entre mudanzas, mientras sale a tomar un café, en la piscina de un hotel conociendo músicos locales. Muy relajada. Muy paranoica. La vida misma. La vida de Björk.

En ciertas ocasiones estipula condiciones. Las entrevistas se hacen por correo electrónico y las respuestas deben publicarse íntegramente. Muy buenas todas. Y la lucidez, claro, una persona muy inteligente. En un momento dice  algo así como «empecé a pensar en este álbum como un graffiti en las nubes sin gravedad».

Sus procesos creativos. Canciones que surgen de la espontaneidad, la poesía, la inspiración. Otras, desde lo científico, lo experimental, sumas y restas, componiendo a bordo o caminando por bosques. Complejísimas giras en coordinación con orquestas sinfónicas locales de setenta personas. La búsqueda de locales donde se pueda cantar sin micrófono. Descalza. Con máscara. Sin máscara. La acústica. La luz. La electricidad. La especificidad. Los límites. Coros de voces específicas. Estadios. Juegos Olímpicos. Pocas localidades. Tomando solo buenas decisiones. 


Algo más

Quiero aprovechar este momento de lanzamiento y distribución en Uruguay, justo en un tiempo tan abracadabra del pop para, ¡Ay!... ¡Qué divertido! ¡Sintonicemos! ¡Qué emoción! Estoy nervioso. Nunca me habían pedido una nota sobre Björk. Así que, aprovechando este inusual auge del imaginario brujeril en la cultura pop, hagamos una lectura de Björk como la brujita que es, al menos arquetípicamente. ¿Te gusta? ¡Obvio que sí! Un caldero. Una escoba. ¿Ingredientes? 

A favor de esta especulación tenemos un dato de color valioso: como actriz, su intermitente carrera se inició interpretando una niña bruja (Cuando fuimos brujas, 1990) y, hasta el momento (además de la muerte y resurrección de un cisne con premios Oscars, ¡por favor!), su último papel fue otra bruja (El hombre del Norte, 2022). Así que voy a agarrar por ahí, usar esta data como eje, coordenadas divertidas, para tratar de ponerme a la altura de los textos de este bello libro.

[Escena de Cuando fuimos brujas, 1990].

Cuando éramos brujas es una película onírica, un poema visual áspero, en el que una mini Björk encarna a una niña rebelde. Inspirada libremente en El Enebro de los hermanos Grimm (¡ay, sí!), con uso de luz natural, paisajes desolados, encuadres preciosos, muy rural, diálogos mínimos, gestos, miradas, fantasmas, hechizos, muerte y misticismo. Muy chiquitita estaba ahí. Toda seria. ¡Qué graciosa! ¿Le habrán pagado? Todo le queda bien. Porque en Islandia se conocen todos. Criada en una comuna hippie, abuela pintora, hija de una ecologista y un músico de jazz. Uno se puede hacer una idea. O no. Muchas ideas. Islandia. Da para pensar, imaginarse cosas. Debe ser muy linda. Un país aislado pero muy instruido, con mucha cultura general y primitivismo, culto a la naturaleza. Un país que no ha vivido ni un conflicto, ni una guerra. Donde puedes encontrarte al presidente desnudo en un baño de vapor público. Problemas tienen, obviamente. Algo con la cría de salmón, etc.

Hay mucho material audiovisual al respecto de todo. Björk tocando el piano a los cinco años. Al poco tiempo, un conservatorio. Actuaciones en la casa, obras de teatro, cantando y tocando la flauta en la Radio Nacional hasta que, ¡zaz! Un disco que llega al platino en ventas y, con los años, se vuelve uno de los más buscados por el coleccionismo. ¡Qué vértigo! Hipersensible. Superdotada. Exótica. De procedencia remota. Con mirada al futuro, las profundidades de la tierra y los techos del universo. No hay nada igualable. La artista de lo SUBLIME.

Volviendo a lo de la brujita en el caldero, toda esta etapa de niñez, adolescencia y juventud con bandas punks islandesa es solo el comienzo del caldo. Son los ingredientes en los que fermentarán sus discos, como un proceso alquímico de la Gran Obra de su carrera como «solista». 

La comparación no es buena, pero su contemporánea Enya tiene una discografía autoiniciática, en la que cada disco corresponde a una etapa, una estación, una fase, un estadío en correspondencia con tradiciones nórdicas más o menos paganas. Björk, observada a la distancia, hace algo parecido metafísicamente. En lugar de aislarse en un castillo como una monjita VIP, se expande y fagocita, arrasando por la vida. En el caso de Enya es muchísimo más evidente e intencionado en sus coordenadas místicas: un disco primaveral, otro veraniego y así sucesivamente con todo tipo de alegorías folclóricas y hermetistas. Björk es mucho más dispersa pero viendo en retrospectiva también se pueden forzar lecturas esotéricas a sus etapas musicales. ¡Ya dije que la comparación no es buena!

En el proceso alquímico de Björk podemos especular una primera fase de Nigredo con Debut (1993) y Post (1995). Fuerzas opuestas: lo industrial y lo orgánico, lo dulce y lo agresivo. En fin. Puede ser, ¿no? Le sigue una de Albedo, purificación y destilación del alma con Homogenic (1997) y Vespertine (2001), en que alcanza un minimalismo susurrado, cristalino, íntimo. Después vieneeeeeee… la fase Citrinita, muy iluminada espiritualmente con Medúlla (2004) y Volta (2007), a pura luz propia. Con Medúlla logra una transmutación óptima, radical, solo con voces humanas, vestida con huesitos y máscara capilar. Muy fina. Volta la pone más nómada, tribal, política, Timbaland… no gustó tanto ese disco pero es bueno. Mucho mejor que un montón de ahora. Y después, expansiva, fase Rubedo, ya con los dos pies en los museos, una obra casi casi casi completa. Esta parte me encanta. Biophilia (2011). Björk mira el cosmos, entra en una uniendo ciencia, tecnología y naturaleza. A eso hay que sumarle que recientemente en Fossora (2022) materia y espíritu se funden en una sinfonía terrestre, terrenal, enraizada, hongos. Onda… vuelve a la tierra, escaba. ¡Ah! Y Vulnicura (2015), me olvidaba de ese. Muy sentimental. Está bueno.

Su obra es como un movimiento respiratorio de expansión y contracción. Se expande en Vespertine, Medúlla y Biophilia con canciones inspiradas en la gravedad, los átomos, las galaxias. Contracción: Vulnicura, Utopia, Fossora con sus heridas abiertas, dolor, ¡corre! ¡escóndete en las plantas! ¡haz una cueva! ¡clarinetes, bajos! De lo astral a las raíces. Son ciclos, rizomas, son discos, claro, ¡son discos! Discos que hablan de la vida. ¿Te gustó la asociación?

Lo de la alquimia le queda muy bien por ese afán de ver a la naturaleza como tecnología y viceversa. Música y biotecnología. La simbiosis de géneros musicales en un laboratorio de géneros, culturas y épocas. Su proceso de experimentación inagotable del minimalismo a lo desmesurado, de la ciencia ficción al romanticismo. Bongos africanos. Sintetizadores áridos. Folk islandés. Artilugios victorianos. Instrumentos insólitos. Colaboradores que reciben su invitación como una bendición. Siempre rizando el rizo. Cuadros dentro de cuadros. DJ sets con sonidos de pájaros. El lenguaje de los pájaros.


Tecnología orgánica

Para Björk la música es materia biotecnológica. Vibraciones que modelan la materia. Una forma de leer, de ordenar, de encontrar ritmos en la naturaleza. Su relación con la tecnología es intuitiva y ambiciosa. Un señor camina sobre piedras y ella canta. Cajas de música gigantes. Bobinas Tesla que disparan rayos de luz que se vuelven bajos en jaulas electrificadas. ¡Ay! ¡Por favor! De los telescopios a los microscopios. ¿Quieres más? Ritmos invisibles sobre los que se estructura la naturaleza. Canciones que son aplicaciones interactivas, que entran a la colección del MoMA y se vuelven programas educativos. OK. Una visión postglobalista para las escuelas. Pantallas táctiles. Puertas. Portales. Múltiples capas de lecturas entre tantos conceptos, tantos cables. Todo le queda chico. No se conforma con las escalas mayores y menores entonces, explora un centenar más… ¿ya lo había hecho alguien antes? Creo que sí. Bueno. La onda es esta, siempre a por más. Más es más. ¡Esa es la actitud!

[Mutual Core, 2011].

También es la tester ideal de las últimas tecnologías, no solo para posar junto al aparatejo sino para hacer algo más o menos interesante. Con la misma intensidad punk y una curiosidad feroz, los acontecimientos le juegan a su favor siempre y una canción se vuelve un organismo vivo, mutante, habitable, con toda la pretensión y la magnificencia que puedas imaginar, una exploración multimedia extrema. ¡Magia! Björk es la que mejor maneja lo épico. Goliat. Videoclips en 360 grados, interactivos, cartoons y otros muy, pero muy graciosos. A los saltitos, repleta de cascabeles. 

Su interés en la electrónica va desde la gestación de rayos en las nubes a la acupuntura. La electricidad como herramienta para la música. La música como un lenguaje, una forma de lectura de la naturaleza, transcribiéndola en códigos binarios. Aparte, es la única que puede decir algo así y nadie la va a mirar como a una loca. 

La electricidad es clave en su obra como lo es en la magia. Disculpen la nueva asociación forzada. Nada que ver pero es muy hermoso cuando Madame Blavatsky habla sobre la electricidad y el magnetismo cual piedras angulares de la magia. Al final la magia era la electricidad. Las pirámides de Egipto eran baterías. Entonces, claro, la brujita musical, con sus vestidos emplumados dándole cuerda a un piano de vidrio…

«Siempre he pretendido que las líneas de bajo se comporten como la gravedad». ¡Como para no quedar maravillado!  ¡Qué mostra! ¡Qué suerte que seas tan santa! En fin. La música como un flujo de energía, un campo de fuerzas. Y ella, divina, la señora que nunca se cansa, abriendo portales con la piedra filosofal en su bolsillo. Osada, sube a lo alto de una montaña de intrigantes volcanes, a tirar electrodomésticos que han existido desde el inicio de los tiempos. ¿No te divierte? ¡Obvio que sí! A cualquier bebé le divertiría.

Las letras también, excelentes. Por tirar una, en «Tabula Rasa» (Utopia, 2017) dice «Nació con 400 óvulos, dos de ellos se convirtieron en seres humanos». Carne, el cuerpo naciendo de otro cuerpo, las posibilidades… y una visión muy optimista de «lo orgánico», ¿no? Una confianza más que una visión, ¿no? Una actitud muy arriba que parece ser muy auténtica. No es taaaan melancólica tampoco. Bueno. ¡Se podría decir tanto! ¡Qué divina! ¡La ganadora! ¡Sí! ¡Es la mejor!

Cuando fuimos brujas, la película medieval, comienza con un niño llevando flores a una tumba, mientras una voz cuenta la historia de una mujer que, al morir, deja su alma ligada al corazón de un pájaro. ¡Oh! Por supuesto que la pequeña Björk puede escuchar y comunicarse con esa ave. De todos los modos. Es algo telepático. Algo relacionado al magnetismo, a la electricidad de los pensamientos. ¿Cuál es la diferencia entre alma y espíritu? Discos frágiles y personales. Discos ostentosos, con malas críticas y armonías imposibles. Adentro y afuera. Arriba y abajo. Puntos cardinales. ¡Oh! ¡Björk!: una bruja en constante conjuro.

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