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Narrativa argentina

Abnegaciones, plegarias y distopías: entrevista a Agustina Bazterrica

Por Brian Majlin / Lunes 27 de noviembre de 2023
Foto: Denise Giovaneli.

La llegada de Las Indignas, la tercera novela de Agustina Bazterrica, sirve de puntapié para la charla que Brian Majlin establece con la autora argentina. Bazterrica responde sobre los mecanismos de la escritura, sus antiguas aspiraciones de monja, los vericuetos de la consagración y los futuros que se esbozan.  

En un mundo hostil y por momentos complejo, la llegada de la pandemia en 2020 supuso el fin de las distopías o, al menos, las hizo parecer demasiado reales. De pronto, fenómenos culturales como la serie británica Years and Years o El cuento de la criada, con sus lecturas sobre el encierro y los mecanismos de poder social, quedaron como metáforas de la realidad antes que del futuro posible. Casi alegóricas, pinturas de un mundo cada día más al alcance de la mano. Luego llegarían otros fenómenos naturales, e incluso una sequía descomunal en Uruguay durante este año y, entonces, lo que se presumía lejano, ese apocalipsis climático, también quedó en el horizonte imaginario a la vuelta de la esquina.   

La llegada de Las Indignas (Alfaguara, 2023), la tercera novela de Agustina Bazterrica, que en 2017 había ganado el Premio Clarín de Novela con Cadáver exquisito, es parte de esa revisión distópica que, a priori, se aleja de nuestro universo pero no tanto. No es real: el apocalipsis climático ya ha ocurrido allí —aquí seguimos registrándolo en cuentagotas—, pero es demasiado cercano. Demasiado familiar. Demasiado humano.

Un grupo de mujeres sobrevivientes, enclaustradas en una especie de secta religiosa —de una nueva religión, pero con idénticas jerarquías, sacrificios corporales y mesianismo patriarcal—, expían sus pecados sacrificándose en pos de un presente —en realidad un futuro apenas corridito en el tiempo— promisorio. Bazterrica, que cuando era adolescente quiso ser monja y sabe de memoria las abnegaciones y las plegarias, invierte el lenguaje sencillo y repleto de violencia de Cadáver exquisito —en el que una distopía de un mundo sin proteina animal ponía a los seres humanos a comerse entre sí— por una prosa poética que también lleva la violencia de los dolores corporales y espirituales a otro nivel. «Es una búsqueda y una necesidad que me pide el texto», dirá durante la charla con Intervalo, en una pausa de la incontable cantidad de visitas a escuelas y ferias de distintas partes de Argentina y del mundo a las que es invitada luego de que Cadáver exquisito fuese traducida a más de diez idiomas y trascendiera las fronteras.

«Nunca me imaginé que iba a pasar nada de esto», explica Bazterrica con genuina sorpresa. Sigue fascinada con la pasión de los docentes de literatura de acullí y acullá que la invitan para dar charlas y conversar con estudiantes. Y mientras investiga para escribir sobre brujas parece vivir sin esperar nada. «Ya veré qué pasa», dice.


¿Del premio tampoco esperabas nada?

Nada, porque terminé de escribir el libro diez días antes de presentarlo y no tuve tiempo de imaginarme. Y tengo como regla general nunca imaginarme nada con un libro, porque puede no funcionar en ese momento y después sí, porque es una apuesta que puede fallar, porque pasa de todo con los libros. Ahora estoy releyendo Mrs. Dalloway, que fue bien recibida y luego olvidadísima, obvio porque Virginia Woolf es mujer, hasta que las feministas empezaron a rescatarla en la academia. Así que no sabés nunca qué va a pasar. Lo mismo con Rafael Pinedo, que murió muy joven y su éxito fue cuando ya estaba muerto.


Bueno, vos podés ver el éxito en vida…

Sí, igual tengo algo con el tiempo y la eternidad, que son cosas que abordo en Las Indignas. No creo en la posteridad, porque no sé que puede pasar con nuestro planeta en diez o cien años. No escribo pensando en la perpetuidad o en trascender, me interesa el vínculo con los lectores ahora y me siento una privilegiada de que eso suceda. No escribo elucubrando el destino o cómo le irá al libro. Como no lo espero, agradezco, me sorprende y lo vivo con toda la intensidad que lo puedo vivir. Desde 2018 que estoy yendo a ferias. El otro día me conecté por videollamada con cuatro lectoras de Estados Unidos. Y es un poco militar los libros también. Y lo hago siempre.


No sabés, no elucubrás, pero con el éxito que tuvo Cadáver Exquisito, podés ver que claramente tocó alguna fibra, ¿en qué línea de flotación del ser humano golpeó?

Sí, es verdad. En que habla de un tabú. Uno de los grandes tabúes de la humanidad que es que no querés que te coman. Y eso es universal. Pegó en ese sentido y también en algo que me dijo mi editora, Julieta Oberman: es un libro que quema. La gente lo lee y a muchos les dan náuseas, pesadillas. Una lectora me dijo que sintió el gusto metálico de la sangre. Pero lo quieren seguir leyendo y lo recomiendan, lo regalan, lo pasan. Es un libro que funciona por el boca a boca. Tuvo un inicio de publicidad con el premio Clarín, obvio, pero eso no es suficiente. Salvo el mío, el de Claudia Piñeiro y el de Pedro Mairal [N.de R.: Las viudas de los jueves y Una noche con Sabrina Love], los demás no tuvieron mucho éxito de ventas. Y tiene que ver con eso y con que se lee rápido y fácil.


Tiene un lenguaje llano, pero directo sobre todo, no tiene fricción la lectura. ¿Hay elección de ser explícita en lo crudo y la violencia, que también aparece en Las indignas, a pesar de ser más poético...?

Hay una decisión en el uso del registro, que es muy diferente en cada libro. Y se ve muy claro en el libro de cuentos, Diecinueve garras y un pájaro oscuro (Alfaguara, 2019), en el que cada cuento tiene un registro muy diferente. En Cadáver es muy sencillo, frases cortas, quirúrgico. Es contundente y quiero pegarle con las frases al lector. Es lo que me pide la historia. Porque está todo escrito a nivel tema, nada es nuevo, y siempre podés ver las influencias y reescrituras si revisás los textos, pero la forma en que lo cuentes cambia todo. Es lo que más cuesta, pero una vez que tengo registro y narrador, y entiendo que funciona a nivel físico te diría, voy para ese lado. Es lo que me pasó en cada caso. Y en Las Indignas apenas empecé a escribir y a tachar la palabra bosque y no sé por qué lo hacía, y dije bueno,veamos a dónde me lleva. La duda es si tenía todo lo demás inconsciente o la taché y por eso se armó…


¿Te interesa responder esa pregunta?

No, porque hay aportes del proceso que no tengo tan claros y no me interesa ser tan esquemática y fría. Porque sufre el texto. Me sirve más zambullirme y dejarme ir. El tema es que después, al tener entrevistas y hablar con clubes de lectura, la gente pregunta y un poco lo inventás. Y te acordás de cosas que ibas leyendo y quedan. Yo leí un libro sobre pesticidas, que se llama Primavera silenciosa, y eso impactó en Las Indignas, en las mariposas que te queman, por ejemplo. En las luciérnagas. Impactó claramente, pero al momento de escribir no lo pensé en forma lineal o directa. Lo mismo con los ensayos de Silvia Federici, Calibán y la bruja, y otros, claramente están ahí.


Vos decís que no creías en la posteridad, y te interesa el diálogo actual, es muy evidente en ambas novelas la aparición de la coyuntura y el trasfondo político: son distopías extremadas de algo que hoy ya ocurre. ¿es estrategia o es tu inquietud?

Intento y hago esfuerzo consciente en la corrección de no caer en lo panfletario, pero obviamente están todos los temas que a mi me interpelan. Soy feminista y está. Por algo elegí que a Marcos le regalen una hembra y no un macho, porque representa a las mujeres silenciadas. En Las indignas ese grupo es una muestra reducida de lo que es el patriarcado. Mis obsesiones, preocupaciones, miedos y lo que me parece injusto está en los libros. Pero lo que intento, y por suerte se lee así en general, son libros que generen más preguntas y reflexiones, porque los libros panfletarios quieren cerrar, conquistar tu mente, y yo no quiero eso. Obvio que hay gente que lo lee así, pero trato de que no pase porque a mí tampoco me interesa leer libros con moraleja.


Es inevitable que la coyuntura se cuele, ¿pero cuán permeable estás vos cuando escribís?

No puedo abstraerme porque me afecta. Por ejemplo ahora, que haya un candidato a presidente como (Javier) Milei me parece absurdo [N. de R.: la entrevista fue realizada en octubre], es una caricatura, escrita por un guionista fumado  y borracho. No puedo creer que exista gente que piense así.


Si lo escribías para una novela te lo rechazaban por inverosímil…

Te juro que sí, es demasiado. Me afecta, sin dudas, porque vivo en Argentina, veo todo lo que sufrimos, no solo la inflación, sino la cantidad de gente pobre, la violencia, me afecta por más que yo sea privilegiada. Es inevitable y me parece importante poder hablarlo, además.


En Las Indignas hay un mundo posapocalíptico, presumimos que pasa todo lo que ya pensábamos. Podría haber surgido un mundo sin jerarquía, sin religión y patriarcado, ¿por qué resurge lo mismo?

Y peor, porque hay retroceso al medioevo más o menos. Porque está la condición humana y eso es parte. Te podés cruzar con gente compasiva pero también gente que no. Y elegí contar la historia en la que se cruza con gente que no es compasiva. Y porque siempre está metido el tema del poder. En Cadáver Exquisito también, me preguntaban ¿por qué no se hicieron todos veganos? Yo respondí: explicame por qué sigue habiendo trata de personas. No se trata del tema de la proteína, se trata del poder y de cómo dominar la mayor cantidad de gente posible para obtener beneficios. ¿Y quién maneja los hilos del mundo? ¿Los conocemos? Deben ser como 10 personas siendo generosa.


¿Pero creés que se juntan?

No, pero tienen tanto tanto poder que ven como la matrix y mueven las fichas en un tablero,como si fuesen Logan Roy, en Succession, que digitan maquiavélicamente todo. Tienen una visión que va más allá.


Hablando de poder y sometimiento, hoy deben de estar escribiéndose cientos de diarios en sitios de opresión, como en Las Indignas la narradora escribe a modo epistolar y testamentario, como una carta para el futuro...

No sé cómo surgió ese formato, pero me aportaba esta cuestión de la ambivalencia. Es un punto de vista, tenés que creerle, pero también ella no tiene toda la información. No es omnisciente. Eso me sirve para jugar con el hecho de sembrar la duda en el lector: ¿están relocas o el milagro existe? Lo tomé de mi vida personal, ese silencio, el susurro, lo secreto. De mi pasado por la escuela de monjas. Yo decía en broma que el deporte del colegio era el chisme. Entre que volvíamos del almuerzo criticábamos a las que no estaban. Todos los días era así. En lugar de dedicarse a leer o a lo que sea, se dedicaban a criticar. Y Federici en uno de sus libros habla de la palabra gossip, que en un principio era algo positivo, de la sororidad, del vínculo medio hermanado con otra mujer. Y se fue deformando para disciplinar, reprimirlas, siendo amigas es más difícil disciplinarlas. Y ella habla de mujeres a las que les ponían bozal para que no pudiesen hablar directamente. Intento trabajar con eso y el diario me da esa posibilidad y el desafío de que no podés escribir en presente, mientras suceden los hechos.


El único presente es el de la escritura…

Tal cual. Y me sirvió para jugar con distintos planos de la gramática. Palabras tachadas, interrumpidas, lleno de paréntesis. Hubo gente que pensó que le llegó mal la impresión, imaginate. Pero también me permitió jugar con el dibujo de la novela, el formato del texto. Me encantó trabajarla, aunque hubo enormes desafíos.


Me llamó la atención el sometimiento pasivo que aparece…

 Yo quise ser monja y me dijeron que no.


¿Esta es tu venganza?

Imaginate lo cooptada que estaba que quería ser monja. Es el mismo modo de las sectas y los grupos coercitivos. Que te van manipulando. Por eso muchas de esas mujeres ya están inmersas y no lo cuestionan para nada. Por eso en el patriarcado hay mujeres que se llaman antifeministas directamente. Aunque puedan hacer sus vidas gracias al feminismo. O están las que dicen no me representan las feministas, pero no somos una agencia de marketing para representarte, querida. Y los cómplices están, sin importar el genero. Esta esto de pertenecer a la tribu.


La distopía te ofrece una posibilidad, el universo de la actualidad pero ya exacerbada y pegadita. Aunque no seas pesimista, ¿pensás que estamos avanzando o es un constante ir y venir?

Es un avance porque las mujeres hoy, aunque no todas lamentablemente, pero la mayor parte de nosotras, podemos estudiar, ser astronautas, presidentas, no estamos obligadas a estar en el hogar teniendo niñes como única opción. Pero en los cambios de paradigma siempre hay retrocesos, resistencia, no avanza en bloque. El norte argentino parece un poco el medioevo en algunas cosas todavía. Hay adopciones clandestinas, por ejemplo. Hay avances, pero siguen matando mujeres, hay otras que no pueden estudiar, hay micro y macromachismos. Es una lucha permanente. Y como decía Simone de Beauvoir cuando hay crisis políticas los primeros que van a volar son los derechos de las mujeres.

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