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Estela sutil

Como de raso y como de fuga: María Cristina Ramos

Por Laura Wittner / Lunes 01 de julio de 2024

Laura Wittner escribe sobre María Cristina Ramos, la escritora y editora argentina dedicada a la literatura infantil. Surgen así notas sobre el arte mágico de hacer cosas con las palabras: «las elige especialmente para cada ocasión —vos sí, vos no, vos hoy sí, vos hoy no—, las ordena como nunca antes las ordenó nadie, a lo largo de partituras amorosas».

María Cristina Ramos hace unas cosas con las palabras… ¿cómo hace? ¿Qué les hace? Puedo tratar de explicarlo: las elige especialmente para cada ocasión —vos sí, vos no, vos hoy sí, vos hoy no—, las ordena como nunca antes las ordenó nadie, a lo largo de partituras amorosas que piden corte acá, corte allá, respirar, seguir, volver a respirar, parar. Logra que digan, que digan de verdad; nunca un mero blablá, un discurso vacío. 

No sirve de casi nada lo que acabo de intentar. 

Voy de nuevo: hay un poema de María Cristina Ramos que está fijo en mi cabeza, ahí por los fondos, y da un paso al frente cuando menos me lo espero. No hay vez que no me produzca una satisfacción súbita. Cierto, me digo, que existe este poema: si existe este poema voy a tener ganas de escribir, de leer, de dar taller, de cantar.

Es así:


Secreto

Las tortugas pequeñas

no pesan nada,

en el agua se mueven

como las hadas.

Como las hadas y

como las lunas,

vestidas con el claro

tul de la espuma.

Las tortugas pequeñas

saben un paso

suavecito y ligero,

como de raso.

Como de raso y

como de fuga,

que es secreto de baile

de las tortugas.

Es secreto que guardan

bajo la almohada:

las tortugas pequeñas

no pesan nada.


El poema es perfecto para practicar ese ejercicio de identificar recursos poéticos que nos encargaban en la escuela secundaria. Alterna con gracia y ternura versos de siete y cinco sílabas, usa rima consonante y asonante, se vale dos veces de un encabalgamiento que te baja las medias de expectativa y ritmo, hace de la anáfora el conjuro perfecto. 

Y sin embargo no, tampoco así es posible identificar la fuente exacta de la magia. Pienso entonces en la idea: vamos a hablar de lo poquito que pesa una tortuga pequeña, se habrá dicho María Cristina. De la sensación de incorporeidad que dará tener en la mano algo ínfimo, de cabeza curiosa, de ojos achinados, me digo yo. De la estela sutil que a veces dejan las hadas, se dirá otra lectora. Del eco submarino que escuché aquella vez en una playa de la infancia, se dirá otro lector. Porque un poema como éste propone, y después cada cual dispone: cada cual persigue su tortuga pequeña. Que se mueve como las hadas, como las lunas, que sabe un paso de raso. El título del poema es, después de todo, «Secreto».

Y hay más: este poema está en un libro que se llama Maíces de silencio. ¡Maíces de silencio! ¿Cómo construiste esa imagen, María Cristina? Sí, disculpame que ya te hable directamente a vos. Porque cualquiera puede ver un campo de maíz en el silencio del mediodía y pensar: hay maíz y hay silencio. Y querer ponerlo en un poema. Y juguetear entonces un rato con la sintaxis, elegir preposiciones, dudar con algún verbo, ¿va un artículo? Pero no cualquiera puede llegar a la perfecta compresión de esta imagen poética: maíces de silencio.

Hay otro libro suyo con este título espectacular: Caminaditos. Son poemas sobre criaturas que caminan. ¡Caminaditos! Qué manera inspirada de agarrar las palabras con las manos y darles formas nuevas.


Caminaba Juan,

caminaba Juana, 

todos los Juanitos,

que habían nacido

bajo de una piedra,

todos chiquititos.


Así empieza el primer caminadito de Caminaditos. Los otros cuatro poemas del libro se llaman «Caminadito de muchas patas», «Caminadito de la culebra», «Caminadito de la gentileza» y «Caminadito de los loros». Creo que más o menos me voy acercando a lo que quiero decir, aunque no lo esté diciendo.

María Cristina Ramos es argentina; nació en Mendoza y vive en Neuquén. Tiene su propia editorial, se llama Ruedamares. Publicó muchísimos libros para niños y niñas (y para jóvenes, y para adultxs), tanto de poesía como de narrativa. También es docente, capacitadora de docentes y promotora de la lectura. Fue candidata al Premio Andersen. Quienes la leemos de inmediato la admiramos y de inmediato la queremos. Cuando la entrevistan, sus respuestas tienen un efecto parecido al de sus poemas. 

Una vez dijo: «Nuestra mirada del mundo tiene la impronta de quienes nos dan su forma de hablar». La escuché y se me armó en la cabeza mi propio arbolito genealógico de decires: toda esa gente que, hablándonos, nos forja la mirada, ¿no? Y entre esa gente están quienes escribieron y escriben sobre una tortuga muy muy liviana y quienes prueban preposiciones para dejarnos ver mejor.

Otra vez dijo: «El maestro tiene que leer en voz alta, maravillosamente. [...] Desde lo musical, desde lo rítmico y desde el sentido. Te tiene que gustar, tiene que ser un material interesante, que pegue en alguna de las aristas de tu sensibilidad. Tiene que ser algo que te convenza de que es literatura». La leí y empezaron a sonar en mi memoria las voces de mis maestras Dina, Marta, María Elena. Diciendo, totalmente convencidas, que nadie sabe dónde vive, nadie en su casa lo vio; que la luna en el mar riela, que en la lona gime el viento. Y dudando, musicales:


¿Es este cielo azul de porcelana?

¿Es una copa de oro el espinillo?

¿O es que en mi nueva condición de grillo

veo todo a lo grillo esta mañana?


Además: María Cristina tiene una sonrisa hermosa. A que esto tiene todo que ver.

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