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Bailar la utopía

Coreografías de lo imposible: la Bienal de São Paulo

Por Martín Verges Rilla / Miércoles 29 de noviembre de 2023
Detalle de la obra «Acesso restrito», de Sidney Amaral. Foto: Levi Fanan / Fundação Bienal de São Paulo.

Perspectivas poscoloniales, racializadas, materiales trazables, bordado y reversos de obras: la 35a Bienal de São Paulo está repleta de arte demasiado vigente. El artista Martín Verges Rilla nos permite entrever detalles de su visita a la Bienal y las anotaciones sobre lo que más le llamó la atención en esta edición, titulada Coreografías de lo imposible.

Al aterrizar sigo las instrucciones de google y entro en el sistema de ómnibus del transporte público. Primero salgo a pie del aeropuerto bordeando una ruta entre pastizales encendidos por los focos de los autos, en una especie de procesión nocturna, entre mujeres solas con sus trajes de empleadas del aeropuerto o sus aerolíneas. Luego me tomo el 433, después el 253 y el N301-11. Los lugares que transito son calles y avenidas desoladas o autopistas saturadas de camiones y otros vehículos que circulan sin tregua como búfalos polvorientos. Sin embargo, entre el cemento y los cables, veo la irrupción de una inmensa tuna candelabro y también de unas orquídeas florecidas. Pasada la medianoche, pierdo el último N802-11 y quedo varado en plena ciudad pero lejísimo de mi barrio de destino. Luego de conversar escuetamente con un par de zombis me escabullo en un Hotel Ibis cualquiera.

Al día siguiente, a lo que vine. El edificio sede de la Bienal de Sao Paulo es un pabellón moderno inmenso en la entrada al Parque de Ibirapuera. En el interior se suceden las propuestas de arte. En instalaciones y espacios para rituales los artistas exhiben perspectivas poscoloniales, racializadas, se interesan por los materiales trazables, el bordado y el reverso de las pinturas. Llama la atención en los medios que el 80% de los curadores y artistas que participan no son blancos. El encuentro lleva el nombre Coreografías de lo imposible. Interrogados por una revista, los curadores reflexionan: 

Habitamos un mundo en el cual desafiar aquello que parece ser imposible, como las nociones de justicia e igualdad racial y de género, es una tarea cotidiana. ¿Cómo bailamos con ese imposible? La idea de moverse libremente en los espacios es una de las principales coreografías de lo imposible. A través de modos diversos de expresión, el arte es el espacio que fomenta nuevas ideas, ampliando nuestra capacidad de ver el mundo. 

A continuación, recorro algunos trabajos de la megaexposición: Edgar Calel, interesado en los cruces entre cosmovisión, ritual, dinámicas comunitarias y el racismo estructural que viven diariamente los pueblos originarios de Guatemala. El artista residió en el edificio vacío de la bienal durante la pandemia y produjo un video, que contiene efectos especiales lacónicos, en el que performa el despertar de un sueño ancestral vivido por el cacique maya Caqchikel, interpretado por el artista. 


[Nimajay guarani, de Edgar Calel. Foto: Levi Fanan / Fundação Bienal de São Paulo].

Por otra parte, en una sala azul se pueden ver las pinturas de dos artistas singulares. Ubirajara Ferreira Braga (1928-2000) empezó a pintar a los 58 años y produjo 3000 pinturas con una figuración de cromatismo deslumbrante y furioso. Propone una mirada crítica de la dirección de los eventos colectivos traumáticos del siglo XX como la invasión a Kuwait y el gueto de Varsovia. Aurora Cursino (1896-1959), artista lúcida que representa las violencias cotidianas vividas por las mujeres y el sexo, el parto y la maternidad desde una perspectiva del cuerpo manicomizado. Los cuadros de Cursino están enmarcados de forma que podemos ver en el reverso un complemento verborrágico y crudo para las pinturas. Las imágenes de ambos artistas fueron producidas en el contexto de la Escuela Livre de Artes Plásticas implementada por Osório Cesar en el Complejo Psiquiátrico de Junquery. El médico estimuló la producción artística de los internos, a partir de sus conocimientos sobre la teoría junguiana, como forma de elaboración material del inconsciente. 

Cerca de una de las entradas laterales, se exhibe, de Sidney Amaral (1973–-2017), la instalación Acesso restrito, un conjunto de objetos (escalera, bomberito, maletín de herramientas, rodillo y bandeja, etc.) esculpidos en mármol y fundidos en bronce. Amaral representa así una escena cotidiana de los trabajadores que hacen los llamados «servicios generales» en las instituciones artísticas, redimensionando la escala de valores sociales: ¿quién accede a los espacios de privilegio? y ¿cómo?

Otra propuesta interesante es producida por Luana Vitra. Para la instalación comisionada por ESTA Bienal, la artista usa hierro, plata, oro y pigmentos, y esculpe a los canarios que servían de especie centinela para los obreros de las minas. Cuando los canarios paraban de cantar, alertaban de la presencia de gases tóxicos en el ambiente. Con su obra, Vitra nos acerca una metáfora de la fragilidad ambiental global en la actualidad. 

[Detalle de Pulmão da mina, de Luana Vitra. Foto: Levi Fanan / Fundação Bienal de São Paulo].

Kidlat Tahimik propone una inmensa instalación de madera tallada. Tahimik recrea un ambiente donde se encuentran las cosmogonias de los pueblos originarios de Brasil y Filipinas en choque con las exploraciones coloniales y neocoloniales que siguen promoviendo el genocidio de las selvas. El collage de tallas de madera representa un contexto ficcional en el cual Magallanes invade la vida de las comunidades indígenas brasileñas y filipinas. Magallanes convive con un inmenso caballo de troya, con Igpupiara, Shokol y otras deidades. La obra se llama: Killing us Softly… with their SPAMS…  

 Si bien la mayoría de las obras son protagonizadas por jóvenes artistas, tradicionalmente la Bienal invita también a volver a ver viejas propuestas a la luz de un nuevo guion curatorial. Este año, por ejemplo, se exhibe en facsímil el Lienzo de Tlaxcala, códice de 1540, que representa la figura de Malinche (facilitadora, traidora y también sobreviviente gracias a su talento lingüístico, dueña de su propio destino); también se expone el retrato al óleo que Juan van der Hamen hizo de Doña Catalina de Erauso, La monja alférez, quien nació como mujer en 1592 y aparece pintada con cabello corto y ropa de hombre desafiando los patrones de género en el siglo XVII. En otro espacio, la pintura y el grabado del siglo XX se aprecian en nuevas exposiciones de Wilfredo Lam y del Taller de Gráfica Popular. 

Me voy cuando cierra la Bienal, con la sensación de haber visto todos los videos, de haber estado frente a todas las obras y conocido los rincones ocultos del edificio, en fin (y exagerando) de haber vivido en el predio a la manera de Tom Hanks en la película La terminal. Salgo con un café de la Cozinha 9 do julho, un colectivo de artistas que colabora con personas desalojadas del centro de la ciudad y también vende ensaladas, cachaças y café. Fuera del edificio, los ficus tipo gomero proliferan con total desparpajo. El Parque de Ibirapuera tiene 158 hectáreas. En lengua tupí, ibirá es árbol y puera se refiere a algo viejo que ya fue. Me interné entonces en el pulmón verde de la megalópolis que, afortunadamente, aún guarda, cada tanto, sectores de vegetación natural

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