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Libros y caminos

Creación de identidad en la literatura brasileña: una guía de lectura

Por Marcela Guasque Stinghen y Andrea Fernández / Viernes 30 de agosto de 2024
Fotograma de «Macunaíma» (1969), de Joaquim Pedro de Andrade.

La próxima semana comienza el taller «Brasil: cultura, literatura e identidades» en Escaramuza. Lo que sigue es un puñado de lecturas recomendadas por Marcela Guasque Stinghen y Andrea Fernández, quienes guiarán el taller, en torno a la búsqueda del ser en lo individual y colectivo en la literatura de nuestro vecino del norte.

El siglo XX, en Brasil, igual que en todas partes del planeta, registró cambios acelerados y permanentes en las tecnologías y visiones de la realidad. El arte, en general, y, más específicamente, la literatura y la música, jugaron roles fundamentales en la decodificación, traducción y retroalimentación simbólica e imagética en medio de ese gran proceso de transformación de las mentalidades e identidades individuales y colectivas. 

Hacia 1920, el mundo pasaba por las turbulencias de la Primera Guerra. También se sentía el impacto causado por el surgimiento del automóvil, de la fotografía, del cine, de las teorías de análisis de la psique humana, lo que provocaba revoluciones en la funcionalidad del arte y su lenguaje. La pintura realista perdía espacio para la fotografía; y el cine amplificaba la experiencia dramática anteriormente circunscrita al texto literario y al teatro como tal. En ese contexto, surgen las vanguardias expresionistas y surrealistas en Europa. 

Los brasileños (sobre todo los hijos de la élite agraria que produce café en San Pablo, en ese entonces) siguen las tendencias del momento, y permanecen por un tiempo reproduciendo modelos artísticos y culturales eurocéntricos, en sus idas y venidas, en sus viajes al viejo continente. Hasta que… surge una iniciativa que venía a romper paradigmas, a cambiar el rumbo del país, buscando crear una identidad artística y cultural basada en características autóctonas: la conocida Semana de Arte Moderna de 1922. 

En realidad, se trató de un evento de tres días, con sede en el Teatro Municipal de São Paulo, en el que una serie de artistas jóvenes vino a proponer un quiebre con las tradiciones estéticas vigentes, no solo adoptando los lineamientos de las vanguardias europeas, sino que adaptándolas y, por qué no decirlo, transfigurándolas frente a la necesidad de crear una identidad artística y cultural eminentemente brasileña. 


El buceo en el «nós os outros»: Mário y Oswald de Andrade

En el ámbito de las letras, dos de los grandes exponentes de la Semana de 22, los escritores Mário y Oswald de Andrade, establecen experimentaciones que se configuran como los vectores estilísticos y temáticos del modernismo brasileño y abren caminos a la expresión de la «brasilidad» y de la «individualidad» a las generaciones subsecuentes.

Oswald de Andrade fue el creador del «Manifesto Antropófago», en el que el lenguaje utilizado ya de por sí presentaba toda la tonalidad irreverente y programática de un grupo que pretendía «canibalizar» la cultura extranjera, buscando la integración y la fusión entre «nós» e «os outros». Lo hacía entre los patrones estéticos locales, de un lado, y los eurocéntricos, por otro, gesto que significó todo un trabajo de formulación de identidad basada en la idea de una construcción de identidad autóctona colectiva, de un «nós», una «brasilidad antropofágica», un nosotros diferente, original, que «comía» al otro, lo de afuera. Así, integraba y valoraba las raíces y tradiciones que venían gestándose a lo largo de cuatro siglos de colonización y mezcla de las etnias formadoras de la nación (indígenas, blancos y negros); y que pasaban a incorporarse a la literatura y al arte erudito de una manera visceral (a través de sus colores, símbolos, vocablos, imágenes, leyendas, costumbres, visiones de la realidad, tradiciones).

Para adentrarse en el universo oswaldiano, se puede recorrer a la edición de Escritos antropófagos, publicada por Ediciones Corregidor con selección, cronología y postfacio de Alejandra Laera y Gonzalo Aguilar. 

Es de Oswald la emblemática cita «A alegria é a prova dos nove», la cual, años más tarde, fue adoptada por el movimiento tropicalista, capitaneado por cantantes del porte de Gilberto Gil y Caetano Veloso (exponentes de la MPB, Música Popular Brasileña). Ellos, una vez más, congregaron a un grupo de jóvenes intelectuales que se proponía realizar la integración entre las tendencias culturales globales de los años sesenta (tales que el rock’n roll y el movimiento hippie), y la cultura nacional. Buscaban un lenguaje de síntesis entre lo regional y lo universal. La canción Alegría, Alegría, de Caetano, trae esa referencia a Oswald y se constituye, en ese sentido, como una síntesis y un marco evidente de todo ese proceso.

La trayectoria de la música brasileña le debe mucho, también, a Mário de Andrade, que, además de escritor, era folclorista y musicólogo. Su trabajo influye sobre varias generaciones de intelectuales que se dedican a comprender la magnitud de las tradiciones populares del país. Algunos de sus escritos fueron determinantes para esa formulación identitaria a la que nos referimos, especialmente la obra Macunaíma: o herói sem nenhum caráter, que va mucho más allá de una novela ficcional y propone una visión de la constitución mestiza de la población brasileña. 

Por Alter Ediciones se publicó Crónicas de melancolía eufórica, una edición recopilada de las crónicas de Mário de Andrade publicadas a principios de los años 30 en el Diario Nacional, el principal periódico paulistano de la época. Según comenta Rosario Lázaro, traductora de las crónicas seleccionadas, Andrade

tenía un claro proyecto estético que implicaba la renovación de la lengua portuguesa. Esa renovación se expresa en la irrupción de la coloquialidad en la escritura y en la introducción de numerosos regionalismos, palabras alejadas del lector de la época que entran al texto y dan cuenta de la intención de reinventar lo propio y lo ajeno en la búsqueda de una identidad brasilera. La presencia de geografías disímiles en las crónicas apoya lo anterior: los viajes por una Amazônia distante o el transitar por un São Paulo tan íntimo que torna a la ciudad irreconocible.


El buceo introspectivo: Clarice Lispector

Después de Mario y de Oswald se estableció, sin duda, la apertura a un trayecto de cambio y renovación constantes del lenguaje literario que incorporó regionalismos, universalizándolos y, a su vez, surgió un espacio para experimentaciones ficcionales típicamente intimistas, entre las cuales merecen destaque, acá, las obras de Clarice Lispector, por lo conocidas que son del público de una infinidad de países, y, en particular, del público hispanohablante. 

Clarice Lispector se destaca, entre otras cosas, como novelista. Tiene escritos que traen como marca un profundo buceo en los temas psicológicos, existenciales y filosóficos de sus personajes. Sobran los ejemplos: Cerca del corazón salvaje (Siruela), Felicidad clandestina (Corregidor), Lazos de familia (Corregidor), o Un soplo de vida (Siruela). 

La novela La manzana en la oscuridad, entre muchas otras, trae toda esa gama de la compleja labor literaria característica de Clarice Lispector, viajando por el universo de un personaje trastornado entre el mundo urbano y lo rural, entre la sanidad y la locura, entre el cuerpo (lo sensorial y terrenal) y la mente (lo filosófico-espiritual).

Lo que viene después es mucho más. Editoriales como Tinta Limón, Eterna Cadencia y Corregidor, por citar solo tres ejemplos, han mostrado un verdadero diálogo con lo que se produce en Brasil actualmente. Un panorama de esto queda para la próxima. 

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