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Con Vivianna Mazuco, ilustradora

El dibujo como voz sensible

Por Pía Supervielle / Viernes 21 de enero de 2022
Vivianna Mazuco. Foto: Natalia Ayala

A Vivianna Mazuco le cuesta contar con palabras. Su materia prima es el dibujo y las líneas, negras, su herramienta para expresar el mundo material. Un papel de algodón de buena calidad y tinta china, sus aliados en el proceso de hacer visible el paisaje más sensible. Pía Supervielle entrevista a la ilustradora uruguaya Vivianna Mazuco.

¿Dónde estaban todas esas líneas tan negras, tan simples, tan contundentes? ¿Esos mundos ambiguos y misteriosos? ¿Los bosques, los mares, las montañas, las cuevas, las mujeres, la luz, la oscuridad? Vivianna Mazuco no responde de inmediato. Primero hace silencio, busca las palabras y, finalmente, cuando las encuentra habla: «No tenía en la cabeza ser artista». Tuvieron que pasar los años, varias facultades, algunos aeropuertos, muchos diálogos y, sobre todo, largas temporadas en restaurantes de Formentera (España) para que Vivianna pudiera decir «soy ilustradora» cada vez que alguien esbozaba la pregunta: «Y tú, ¿a qué te dedicas?».

En 2021 Vivianna puso en una valija su carpeta con todos esas ilustraciones que nacieron de los días de calor en la isla; también guardó el papel de algodón y la tinta china. Se volvió a subir a un avión y voló hasta la capital más austral de América Latina. No se quedó en Montevideo, eligió instalarse en Punta del Este. En un piso muy alto, con vista al océano, dibuja. Buena parte de las veces lo hace con música y con una certeza que inmortalizó en el hashtag #musicanddrawingcansaveus (la música y el dibujo pueden salvarnos). En los últimos meses sus trabajo se exhibió en En la noche, la muestra colectiva y virtual del Subte, y en Campo Artfest, el festival que anualmente convoca a artistas de todo el mundo en Pueblo Garzón. Vivianna es, también, responsable de las ilustraciones que acompañan la web de Escaramuza.


¿Cuándo empezaste a dibujar?

No fue tan de niña como cualquiera podría esperar. Fue en sexto de liceo. Yo hice Biológico y en microbiología empezamos a dibujar tejidos de plantas, animales, rajaduras de piedras también. El dibujo tenía que ser muy claro para identificar bien eso que vos veías en el microscopio. Ahí empezó mi inquietud por las texturas, las formas y eso continuó porque me anoté en la Facultad de Ciencias; quería hacer Biología. Siempre me interesó la relación con la naturaleza y entender un poco más sobre ese mundo. Después me di cuenta de que la facultad era muy antropocentrista y la dejé y me fui a estudiar diseño industrial y diseño textil. Hice cuatro años, tampoco terminé. Me fui a vivir un tiempo a Europa y cuando volví me metí en Bellas Artes.


¿Y qué sucedió en Bellas Artes?

Me interesaba ir por otros lenguajes, encontrar otras texturas, texturas a nivel semiótico, entender las representaciones, el diálogo, el lenguaje, pero desde otro lugar. Me ayudó a entrar en mi profesión, empecé a dibujar mucho más, me empecé a interesar por la estética, la filosofía. Hice el taller con Carlos Musso que fue mucho más conceptual, empecé a desarrollar instalaciones y todas esas inquietudes que no sabía cómo decirlas tomaron voz ahí.

Me volví a ir de Uruguay y dejé atrás esa etapa de las instalaciones. En ese movimiento lo único que me permitía expresarme era una hoja de algodón y tinta china.


¿Qué sentís que tomó voz primero en las instalaciones y después en el papel?

Todo un mundo sensible que no encontraba voz en el lenguaje de significante y significado. Hay un montón de ideas que no entendía cómo sacarlas o cómo expresarlas y en ese punto se empezó a vehiculizar todo eso que yo no sabía cómo habitar.


¿Qué te da la simpleza de la hoja de algodón y la tinta china?

Al principio usaba papeles comunes, porque en Uruguay no es muy fácil conseguir buenos papeles. Después empecé a entender que era importante que lo que estaba plasmando estuviera en un buen material para que perdurara. Era relevante que fuera un material noble, sin ácido, que fuera lo más natural posible; mi vida es un poco así, siempre pretendo que todo sea lo más puro posible. Cuando llegué a Europa encontré papeles más nobles y probando distintas técnicas di con un tipo de tinta que dialogaba muy bien con ese papel algodón y así podía plasmar lo que quería: esta línea que parece que estuviese impresa.


¿También hay una búsqueda de la simpleza detrás del uso del blanco y el negro?

Todo mi trabajo es en blanco y negro y no es algo que haya pensado demasiado. Me estaba moviendo bastante y cuanto menos materiales tuviera, mejor. Al principio, por ejemplo, estuve viviendo en Formentera, la isla en España, y lo que sucedía es que tenía un espacio muy chiquito con un mini escritorio en una casa compartida con un montón de personas y lo único que tenía era una birome y el bloc de papel. Tengo una serie de mujeres y cuevas —que me gustaría exponer en algún momento—, la hice mientras trabajaba ahí. El asunto con los colores es que dicen mucho, los colores me llevan a otros sitios y siento que si quiero decir algo me resulta más fácil hacerlo en blanco y negro. Me cuesta el color, si pongo un rojo siento que hay mucha información. No quiero imponer una manera de mirar, si pongo color ya estoy tocando. Me gusta que sea ambiguo y que haya diferentes significados a interpretar porque eso da más posibilidades en la experiencia estética de la otra persona.


Antes de que te fueras a España ya habías participado en una muestra colectiva, tenías obra, pero pareciera que este último tiempo en España termina de concluir que te querés dedicar a dibujar.

Sí y también le empecé a dar más importancia, me lo tomé más enserio. Nombré la serie de mujeres y cavernas, no es que sea la primera serie, pero es la primera que nombro. Nombrar le da otra importancia. También fue un tiempo de mucha intensidad, trabajaba mil horas, estaba mucho tiempo sola, me metía en las cuevas, fue un tiempo de mucha introspección después de varios años de mucha locura.


En la descripción de tu trabajo en tu página web dice: «una celebración de la magia del encuentro de la naturaleza tectónica». ¿Cómo llegaste a esa síntesis?

A mí me cuesta bastante el mundo material, esta realidad que nos inducen, esta manera de mirar las cosas, de relacionarnos, de representar, de sentir. Siempre me sentí mucho más cerca de la naturaleza. Al principio estaba un poco trancada porque no lograba entrar en ese otro mundo y consumí ayahuasca y LSD para abrir un poco la percepción y que no quedara todo tan abstracto. Yo sentía ese mundo, pero no podía tocarlo y no podía verlo. Se me hace muy difícil explicarlo y justamente por eso es que lo dibujo. Mis dibujos son la voz de todo ese mundo sensible que no logro ni quiero explicar en palabras. Si lo explico en palabras lo limito y es una dimensión que no tiene límites.


¿Hay algún método que sigas cuando te pones﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽pons   a ah Formenteras y despu Escaramuzaenodintos territorios para que Viviana ar conectados a la mque es a dterior.és a dibujar?

A veces pasa que empiezo con una ilustración y hasta que no termino no puedo empezar con otra cosa. Pero últimamente sí me pasa que estoy con varias ilustraciones a la vez porque me esta i﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽ue estoy con varias ilustraciones a la vez porque me est  digital porque es la forma de transmitir ro con el exterior.án interesando más las historias gráficas. Esto no quiere decir que tenga un principio, un desarrollo y un desenlace, una trama; me interesa que sea una historia de libre interpretación y que me lleve por distintas emociones. Me divierte eso: jugar con la textura a nivel estético, no darlo todo digerido, que la persona pueda hacer su recorrido y ver qué parte le toca y si se abre alguna otra puerta.


Tus ilustraciones han salido en los últimos meses del papel. Aparecieron en paredes de viviendas, también en la web de Escaramuza y en una bolsa de tela para la Noche de las librerías. ¿Cómo cambia la experiencia?

Cambia mucho la percepción y la experiencia estética cuando la superficie es más grande. No es lo mismo lo que sucede con una ilustración de 40x20 a cuando es mucho más grande como sucedió con la puerta que pinté en un apartamento. Pero el proceso técnico es exactamente el mismo, trabajo a mano alzada, no hago grillas, es como por sentimiento. Pienso: «este sol me gusta que esté más cerca de la palmera» o «me gusta que haya más espacio acá». El mundo digital sí es más complicado porque siempre me gusta ir libre, pero está bueno porque me trae más a la tierra. Al principio me costó porque no estaba ese sentimiento que quiero transmitir y de a poco lo fui encontrando. Lo digital me resulta más frío y más lejano, pero al mismo tiempo me ayuda a estar más concentrada. Es trabajo: tengo un tiempo, tengo un límite y no puedo estar desarrollando la línea durante horas. Estamos en la era de la imagen y mi pasión es habitar el mundo de esta manera: dibujar sin tener que vincularme mucho con el exterior. Pero también encontré una manera de seguir sustentando mi vida gracias a la ilustración, pero tiene que ser digital porque es la forma de transmitir algo rápido y de manera sencilla y, además, en distintos formatos.

 

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