Ajuste de cuentas / Conexiones
El mañana puede cuidarse solo
Por Tabaré Couto / Lunes 06 de setiembre de 2021
Imagen del videoclip «House Music All Night Long», de Jarv Is
Estados, acciones situadas en el tiempo, tiempos verbales que se sitúan, nos sitúan, nos situaron. Tiempos nada simples, seguro imperfectos, que tal vez precisen de auxiliares. Tabaré Couto conecta con la última novela de Alejandro Zambra y pone a dialogar a Jarvis Cocker con Frank Bascombe, el personaje creado por Richard Ford. ¿Nos estamos perdiendo de algo?
Pretérito imperfecto o pluscuamperfecto
subjuntivo
¿En qué tiempos verbales —reales o inventados— hemos vivido todos estos
meses? Por momentos, parecíamos ser los últimos de la fila en llegar temprano
donde ya no quedaba espacio para nadie, que es aún peor que llegar tarde. La
pandemia nos ha causado un considerable cúmulo de daños directos y colaterales:
económicos, físicos y psicológicos. En el último año y medio, en un mundo
hiperconectado tuvimos que aislarnos y escondernos de los besos, los abrazos.
Huimos de un apretón de manos casual. Miramos de lejos los entierros de
nuestros muertos. Creímos más que nunca en dioses o renegamos de ellos sin
consideración.
Personalmente, me he pasado buscando conexiones de supervivencia
emocional, salvavidas más o menos circunstanciales e inmateriales. Primero con
la esperanza de que esto terminara pronto, ahora con el agotamiento de no
divisar el final sin incertidumbres. A veces me he sentido viajando en un vuelo
que debió ser cancelado y que si aterrizaba, lo haría en medio de un mundo egoísta
que venera un realismo capitalista invencible y que se balancea al ritmo de un
pop de «hedonismo depresivo», como diría Mark Fisher. Esa parece ser la banda
sonora predominante de un mundo que aprendió a vivir en cuarentena mental —más
allá de la física— y donde nuestro vuelo no tiene horario previsto para volver
a tocar tierra. Y si camino a casa —a
una vida anterior, normal, perdida e
imposible— logramos hacer escala, no sabemos cuándo volveremos a despegar ni
hacia dónde.
Presentes simples y complejos. Presentes en
pausa.
Leo Poeta chileno de Alejandro
Zambra. El personaje principal reflexiona: «Dicen que eso es la felicidad: nunca
sentir que sería mejor estar en otra parte, nunca sentir que sería mejor ser
alguien más. Otra persona. Alguien más joven, más viejo. Alguien mejor». La
novela es tan chilena que se hace universal. Un ejercicio literario precioso
plagado de citas musicales, con una mirada intensa en el tratamiento de las
relaciones de pareja, amistad o paternofiliales que, para alguien que fue un hijastro,
emociona especialmente. La novela es una obra ejemplar que fluye en su
lectura y atrapa notablemente en su sentimiento de tristeza de forma natural,
nada trágica, digerible y aceptable, pero sin perder nunca el sentido del
humor.
Leer Poeta chileno en medio de
estos tiempos me volvió a conectar con mi pasado lejano y reciente, y en este
último, la felicidad se ajustó , nada más y nada menos, al hecho de sentirse y estar
vivos y sin sobresaltos. Después de esa totalidad: aplanar la curva de los
contagios ha sido lo más parecido a la palabra esperanza.
Sin embargo, aferrados a goles televisados que llegan como autoayuda,
amores antidepresivos, abrazos virtuales de ánimo y ansiolíticos en formato
canción, arañamos y atrapamos momentos de felicidad simples y fugaces que nos
ayudan a convivir con este loop de la
vida real. Buscando la salida o el retorno hacia lo que perdimos o hacia lo
nuevo, que a efectos prácticos no es lo mismo, pero es igual.
Entonces, escucho mucha música, por ejemplo, Jarv
Is, el proyecto de Jarvis Cocker, cuando canta «Am I Missing Something». Es irresistible
y catárquica. Si supiera bailar —no esos torpes movimientos que uno realiza
antes de ducharse o desacomplejado en los pocos casamientos a los que asiste—
este tema sería uno de mis preferidos para levantar del suelo las plantas de
los pies para algo más que caminar. Además —y sobre todo— su letra se ajusta a este
momento de angustia y ansiedad: sostenida en el dramatismo creciente de la
interpretación sumado a su envoltura sonora electro —rockera— épica, me tienta
a escribir algo mezclando un poco de Greil Marcus con el propio Fisher y una
pizca de Simon Reynolds para intentar comprender lo inexplicable del absurdo
del ser humano y nuestra existencia a partir de una canción pop en medio de una
pandemia:
«La flecha no sabe nada de su objetivo / El
mañana puede cuidarse solo / Tus hijos están aquí para decirte / haz algo
nuevo/ (haz algo nuevo) / O haz otra cosa / Un poco a la izquierda / Un poco a
la derecha / Al borde de la extinción».
Y más adelante agrega:
«No hay estrella sin espacio. No hay adentro,
sin afuera. No hay arriba, sin abajo. ¿Me estoy perdiendo algo?».
Presente condicional,
futuros imperfectos
Mientras,
sigo buscando conexiones que me inyecten ánimos más allá de la inercia y la
tozudez diaria por alcanzar con las expectativas económicas mínimas para los
míos, rebusco inputs emocionales como
si fueran kits de supervivencia intangibles pero de primera necesidad. Y al
mismo tiempo que dejo sonar por centésima vez a Jarvis, rescato a Richard Ford
y la voz de Frank Bascombe en El periodista
deportivo que dice: «Es desconcertante,
pero déjenme que les diga que a veces es mejor no arriesgarse».
Subo
la música. Jarvis le responde a Bascombe gritando:
«No quiero bailar con el diablo. Pero, ¿te
importa si doy golpecitos con el pie? ¿Me estoy perdiendo de algo? ¿Es algo bueno?
Falta algo bueno».
Subrayo
el párrafo en la página 365 de mi edición de tapas duras; Bascombe replica a
Jarvis:
«Puedes arriesgarte demasiado y acabar sin nada,
salvo el arrepentimiento como única compañía, del que ya nunca te librarás
durante toda tu vida».
Jarv Is, se irrita:
«¿Algo está pasando a mis espaldas?
¿Algo sucede en algún lugar que no puedo ver? ¿Me estoy perdiendo de algo?»
En mi cabeza retumba este diálogo intercultural,
¿imaginario? Bienvenidos a bordo de mi personal locura ordinaria. No sé si
vamos a despegar o a aterrizar, pronto o algún día. Conexiones. Vuelos inciertos. Dieciséis meses entre toques de
queda, mascarillas, presidentes ineptos, agujas, respiradores, abatimiento,
resiliencia, muertos, espíritu de supervivencia, readaptación y atisbos de
esperanzas.
Angustiado, busco el vaso medio lleno. Y me rescata
Frank —el periodista deportivo— que se
queda con la última palabra:
«A veces, la vida no es ninguna maravilla, pero no
está mal del todo, y te alegras de estar vivo, aunque no sea exactamente un éxtasis».
Presentes
subjuntivos y futuros indefinidos.
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