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LECTURAS DE VERANO

Escrito en las estrellas

Por Sofía Aguerre / Lunes 04 de marzo de 2019

¿Piscis o Capricornio? ¿Sagitario o Cáncer? Wil, la joven protagonista de El verano de las supernovas siente el apuro de encontrar el amor y para ello analiza una serie de candidatos según la compatibilidad con su carta astral. Sofía Aguerre nos recomienda esta novela juvenil, divertida y fresca, muy apropiada para leer en verano.

Si en la reseña de Un verano en Tokio hablábamos de que el verano no es necesariamente para leer libros ligeritos nada más, en esta reseña quiero reivindicar los libros ligeros y lo bien que hace, cada tanto, leer para pasar el rato.

A veces buscamos una historia sencilla y entretenida, y eso no está mal. A pesar de los prejuicios, cada cual disfruta la literatura como le da la gana y es por eso que hoy voy a hablar de una novela perfecta para pasar una tarde de verano entre sus páginas, a la sombrita y con una bebida bien fría al lado. Se trata de una novela en tono de humor, de narración ágil y que, sin ser ni muy larga ni muy corta, se lee rapidísimo.

El verano de las supernovas nos cuenta la historia de Wil, una chica obsesionada con la astrología; más precisamente, con la quinta casa de su carta astral, que le indica que tiene un tiempo limitado para encontrar el amor. Utilizando esta carta, su mejor amiga busca cuál es el signo más compatible para Wil y resulta ser Sagitario, por lo que comienzan una disparatada búsqueda de posibles candidatos que, como es obvio, sale mal.

Esto es lo más divertido de la novela: no se toma en serio a sí misma. Se entretiene en situaciones poco plausibles o clichés sin buscar causar algo más que una risa, por lo que supera los riesgos de caer en esas situaciones ya vistas antes.

La pasión que siente Wil por la astrología la mete en más de un problema absurdo, pero tiene un origen más profundo, relacionado con la pérdida de su madre. También notamos un mayor desarrollo de los personajes en las interacciones con su abuela o con Irina, su mejor amiga, que además es de origen ruso y atraviesa las dificultades de ser inmigrante en un país como Estados Unidos. Además, está la relación  —inexistente— con su padre, del que no sabe nada porque abandonó a su madre sin que Wil llegara a conocerlo. Esta ausencia tiene más peso en la novela del que parece en un primer momento.

Como podemos esperar, la decisión de Wil de buscar el amor según lo que indican los astros le trae consecuencias a veces hilarantes, a veces desesperantes. Por ejemplo, siente muchísima atracción hacia Grant, hasta que descubre que es… Piscis, el signo sobre el que su madre le advirtió cuando era niña. Por suerte, aparece Seth, que resulta ser perfecto y, además, del signo correspondiente. Pero… ¿será así?

A pesar de algunos clichés, los personajes son bastante queribles, hasta los que exasperan un poco con su terquedad, como Wil. A fin de cuentas, todo este miedo por no llegar a encontrar el amor, el hecho de basar su vida en su carta astral y en el movimiento de los planetas, habla de otras inseguridades en la vida de Wil y de heridas que no han llegado a cerrarse. Y más allá de la astrología, la cuestión central es dejar que las cosas fluyan en vez de forzarlas y buscar lo que «debe» ser.

Al final, tampoco es una historia tan ligera, pero se pasa volando y entre risas, lo que la hace perfecta para esta época del año, digan lo que digan los astros.

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