La vida está en otra parte
Joyas buenas y baratas de cantante coronado
Por Federico Medina / Jueves 08 de febrero de 2024
Portada de «Pop bueno, pop malo. Un inventario», de Jarvis Cocker. Sexto Piso, 2022.
Con la advertencia de que este libro es para aquellos raros que pocas veces salen de sus casas (y para los fans de Pulp, entre otras personas), Federico Medina reseña Pop bueno, pop malo. Un inventario, de Jarvis Branson Cocker. «Esta es una obra muy inglesa y muy fetichista como Jarvis, quien se autodefine como "negador del cambio", capaz de guardar un trozo de jabón con la etiqueta original por más de tres décadas», afirma.
Cuando el británico Jarvis Branson Cocker compuso «Common people» nunca se imaginó que su canción se iba a convertir en un himno bailable y un símbolo conectado al orgullo de clase que puede cantar cualquiera, incluso los malos de esta película, como pasa con las melodías anónimas del folclore de las tribus y las naciones.
La canción de Pulp, el grupo que había fundado a finales de los setenta cuando solo tenía catorce años, se estrenó en mayo de 1995 y llegó al número 2 de los charts del Reino Unido, en el momento más eufórico del movimiento cultural conocido como britpop. Así que el impacto que provocó en la sociedad de su país, y de inmediato en todo el mundo, hace que suene lógica la teoría esbozada al principio de este texto, pero en verdad, lo más probable es que Jarvis sí se haya imaginado algo como lo que terminó pasando.
«You'll never fail like common people» [Nunca fallarás como la gente común]: esa es una gran línea para una gran gran canción y tiene otras mucho mejores. «Babies» es una perfecta pieza de pop; «Do you remember the first time?», ¡Jesús, María y José! Hasta Paul podría robársela.
Mucho antes de llegar a este estado de dominio compositivo, el joven Jarvis tuvo un plan, perfectamente orquestado en el papel. En Pop bueno, por malo. Un inventario (2022), que nos llega gracias a la Editorial Sexto Piso con traducción de Eduardo Rabasa, el cantante, músico, escritor y compositor se explaya sobre su ambiciosa y temprana idea de convertirse en una estrella de la música y lo hace de la forma en que ha llevado adelante toda su obra.
Este es un libro para los amigos, pero para un tipo de amigos que quizás no se hayan visto ni una sola vez: amigos imaginarios, fans de Pulp, fans de la música, cercanos lectores, cómplices de un movimiento de raros que rara vez salen de sus casas.
Todo arranca con un altillo explotado de cosas, instalado en una casa de Londres en la que supo vivir Jarvis. La excusa resulta perfecta, o así luce, en las páginas de este relato divertido, de apariencia liviana y que, efectivamente, se lee de un tirón. Puesto a buscar qué quedó guardado ahí dentro, qué tirar y qué conservar, el autor se pone en la situación de chequear viejas pertenencias, y así aparecen dibujos, apuntes, su primera camisa importante, un paquete de chicles, muñecos de Los Beatles, revistas y muchas fotos.
El texto dialoga con un montón de imágenes de dichos objetos, en retratos fotográficos a todo color del propio Jarvis, ubicado de un modo atractivo y lúdico, para ir y venir con los ojos sobre el papel sin que nada pase desapercibido. El fan de la banda sabrá valorar las páginas dedicadas al primer cuadernillo de ciencias en que el cantante escribió el nombre de su banda, o a la cuadrícula en la que, con buen pulso, dibujó la vestimenta que debería usar en su rol de futura estrella pop.
Esta es una obra muy inglesa y muy fetichista como Jarvis, quien se autodefine como «negador del cambio», capaz de guardar un trozo de jabón con la etiqueta original por más de tres décadas. Con un tono siempre optimista, el de su adolescencia y juventud, que, con prestancia, sabe revivir y refrescar para fidelizar viejos recuerdos desde su actual estado de padre, esposo y veterana y rota estrella de la música, cuenta, muy a la pasada, que la foto en la que aparece con su madre, su abuela y sus tías Mandy y Jutta, también corresponde al momento en que su padre «se marchó de la casa».
También es la de un sujeto que asimiló la música pop como «un “algo” que rebasaba las nociones preconcebidas sobre gusto, lo cool, inteligencia, clase, raza, y se conectaba con algún aspecto humano común de los ciudadanos británicos de la segunda mitad del siglo XX», y que él conectó con un noble ideal de democracia.
Otra de sus mejores referencias de perspectiva ventajosa coincide con la definición de su look emblemático. Le habían gustado el primer disco de Echo & the Bunnymen y Los Stranglers, y de los muchos apodos que empezó a recibir, adoptó con ganas el de «Elvis Costello», por el parecido de sus lentes baratos.
Otros nombres menos conocidos no son menos importantes en esta historia, como el de Horst Hohenstein, un instructor de buceo con residencia en Ibiza, o el de una marca de bebida de limón. Los episodios trascendentes, los recuerdos fuertes de instantes graciosos y de objetos celosamente guardados dejan un espacio adecuado y pertinente a algunas reflexiones que reflejan la profundidad de su personalidad o, al menos, de su personaje.
«Hay algunas obras de arte con las que te topas a lo largo de la vida que ensanchan tu percepción del mundo. Son las más importantes. Las que se alojan en tu mente», dice, a propósito de la película 2001 Odisea del espacio, de Stanley Kubrick, que vio en la época de absoluta fascinación con el mundo interestelar. Así también aparecen un libro sobre La dolce vita, de Federico Fellini y el primer encuentro con Leonard Cohen.
En el revoltijo de los recuerdos de Jarvis, un reloj de un color muy elegante se infla de vida, rodeado de acontecimientos a punto de acomodarse hacia algún lugar. Atención. A Jarvis, lejos está de darle todo lo mismo: la afición y las muchas horas en un cuarto escuchando la radio lo llevan al punto de reconocer que el mítico broadcaster y difusor cultural John Peel fue la mayor influencia musical de su vida. Otras «obsesiones-inspiraciones» son más pintorescas, como la de la colección de bolsas de compras y las habituales visitas a tiendas de ropa de segunda mano.
«I scrubbed the crabs that killed Sheffield» [Limpié los cangrejos que mataron a Sheffield], cuenta en el primer intento de escribir sobre su propia vida, y en lo que se transforma en el comienzo de un estilo definitivo de composición. «Mis primeras canciones oscilan salvajemente entre los polos gemelos del humor inmaduro y los dolorosos esfuerzos de ser profundo», confiesa.
La página 274 comienza con una imagen en la que, en un trazo rápido, se lee «Life is elsewhere». La vida está en otra parte.
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