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Narrativa nacional 

La novela de aprendizaje en la literatura uruguaya reciente

Por Alejandro Ferrari / Miércoles 24 de abril de 2024

Alejandro Ferrari toma el «fecundo camino» de la novela de aprendizaje en las letras uruguayas y centra su abordaje en las últimas décadas. Así, hace dialogar ciertas obras de Gustavo Espinosa, Fernanda Trías y Damián González Bertolino. Un adelanto del taller que dictará en mayo en nuestra casa. 

La narrativa moderna ha ido consolidando un género rico y complejo —que se resiste saludablemente a ser caracterizado de una forma definitiva— que llamamos novela de aprendizaje. Su riqueza alcanza incluso a su denominación, pues también es llamada novela de formación, desarrollo o iniciación, en una gran y extendida familia textual. 

Con mojones reconocibles en la tradición francesa del Emilio o De la educación (1762), de J.J. Rousseau, o en la alemana del Bildungsroman, a partir de Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister (1795), de J.W. Goethe, fundamentalmente, este género ha continuado representando, hasta nuestros días, a personajes en diálogo con el mundo, relatando procesos biográficos que dan cuenta de las complejas relaciones entre persona, familia y sociedad civil y política, y del pasaje de la infancia-juventud a la madurez. Allí, los protagonistas-héroes experimentan el límite y la posibilidad de la libertad propia aunque con precios a pagar. Es un aprendizaje que puede ser transferido a los lectores como experiencia de vida.

Premonitoriamente, ya W. H. Hudson, en La tierra purpúrea (1885), que ha sido leída como una novela de formación, inauguró un fecundo camino que la literatura uruguaya —en un capítulo no suficientemente estudiado aun— viene transitando. Podemos rastrear esta filiación genérica en nuestras letras con ejemplos de diversas épocas y escuelas: Nativa (1890), de Eduardo Acevedo Díaz, La raza de Caín (1900), de Carlos Reyles, Los montaraces (1957), de Enrique Amorim, El cumpleaños de Juan Ángel (1972), de Mario Benedetti, 14 (1986), de Fernando Loustaunau, Los pelagatos (1997), de Alberto Gallo, Ojos de caballo (2003), de Henry Trujillo, y Adiós Diomedes (2005), de Leandro Delgado, entre otras obras.

Algunos ejemplos de la reciente literatura uruguaya nos muestran la vigencia y el vigor del género, particularmente en tres novelas, de autores provenientes de diversas tradiciones, conscientes de sus elecciones, con textos que rondan en torno a la iniciación, a la educación sentimental y a la formación estética.

 

I. Las arañas de Marte

Las arañas de Marte (2011), de Gustavo Espinosa, es un texto en el que coexisten partes narrativas en prosa y en verso. Su complejo y apasionante juego literario se asienta en la correspondencia que el protagonista —Enrique Segovia— envía a un amigo escritor (también personaje de la obra), en la que se describen una serie de acontecimientos autobiográficos acaecidos entre noviembre de 1974 y abril de 1975, y algunos eventos posteriores, con la finalidad de que el receptor escriba una novela basada en estos sucesos.

La obra es una ingeniosa novela de aprendizaje. Su propio autor nos brinda los elementos interpretativos para esta lectura, por ejemplo, en el encuentro del protagonista Segovia con el cantor apodado «Pucherito de gallina», quien le vaticina: «Vos vas a aprender mucho con Román, gurí. No de guitarra, porque ya veo que tocás bastante más que él, pobre. Pero, si parás la oreja, vas a aprender mucho».

En el inmediato comentario, el protagonista Segovia, que en el presente de la novela es un profesor universitario de Literatura, confirma esta profecía:

No te lo podría asegurar […] pero creo que cuando me separé de Puchero, cuando empecé a pedalear despacio rumbo a casa, me di cuenta de que durante las dos últimas noches de mi vida había vivido algo así como el primer capítulo de lo que hoy llamaríamos una novela de iniciación. 

Y sigue utilizando expresiones que sugieren, al probable escritor de la novela, un encuadre en la versión más romántica del Bildungsroman:

Así, lo que vos podés llegar a hacer a partir de estos apuntes (quizás demasiado pretenciosos y retocados para ser solo materia prima) puede llegar a ser una especie de Vernichtungsroman. Eso le vendría bien al talante apocalíptico que vos no te podés dar el lujo de abandonar. Sería el género más adecuado al aire melancólico que corresponde a nuestra edad y a la edad del mundo.

Novela de iniciación (total), personajes juveniles, mención al héroe, una posible novela de aniquilamiento (Vernichtung), género más adecuado, todos factores que Espinosa explícitamente nos trae al ruedo lector.


II. La ciudad invencible

La ciudad invencible (2013), de Fernanda Trías, que recoge una experiencia de búsqueda por momentos traumática, nos introduce en otra variante de la novela de aprendizaje: la educación sentimental de la protagonista. «Yo quería aprender a vivir sola en Buenos Aires», confiesa. 

La enumeración de situaciones, personas y circunstancias que van jalonando la nouvelle, y en particular las atmósferas y la propia voz de la protagonista-heroína, nos ponen en la línea de la conquista y el descubrimiento de la ciudad y de uno mismo, que propicia la novela de aprendizaje. 

Si es legítima la pregunta acerca de si existe una Bildungsroman femenina, todas las cuestiones vinculadas a la violencia de género que se tramitan en la novela, nos llevan a responderla de manera afirmativa.

Un acierto de la edición uruguaya (como las otras obras comentadas también editada por HUM/ Estuario) es que junto a la novela se reproduce el texto «En nombre propio», una ponencia de la autora que oscila entre el ensayo y la memoria, que nos hace recordar la famosa conferencia de Thomas Mann en Princeton (1939) sobre su,  también novela de aprendizaje, La montaña mágica (1924).

Dicho ensayo, el de Trías, brinda elementos para una interpretación de la novela en clave personal y de aprendizaje: el «aprendizaje del autocuidado», el «reaprender quién soy». 


III. El origen de las palabras

El origen de las palabras (2021), de Damián González Bertolino, bucea en la historia del narrador a través del descubrimiento y adquisición de diversas palabras, que aparecen en su contexto y significación. 

Siendo una novela explícitamente autobiográfica, el conocimiento del punto de llegada (el autor publicado y reconocido) ordena nuestra lectura alrededor de la formación estética del ciudadano y del escritor.

La primera etapa, vinculada a la institución escolar y al proceso de enseñanza, está presidida por el leitmotiv del aprendizaje, asentado en el firme deseo materno de la elección de la escuela adecuada para tal fin, puesto que el aprendizaje aparece como una realidad mensurable, cuya «demostración inobjetable» está vinculada con la escritura y la lectura. Y como «los niños no aprendían» en la escuela cercana, se eligió una más lejana, donde se asegurará la consecución de este proceso. Así, leemos:

En opinión de mi madre, una opinión que se formaba a lo largo de los días, meses y años con las distintas palabras que goteaban de sus comentarios habituales, yo debía aprender a leer y a escribir de forma correcta. No había otro modo de empezar la vida. Escribir era una especie de milicia para la vida.

Al «aprendizaje del acto de la escritura» se le sumaban otros aprendizajes, como cantar (especial relevancia tiene lo dicho alrededor de la marcha patriótica «Mi bandera») o dominar la técnica del lápiz sobre el cuaderno con hojas de doble renglón hasta que «aprendía por fin a escribir», o la adquisición de lo que era un poema.

[…] tuve la idea fija de que un poema, más allá de las palabras que lo componían o de lo que quería dar a entender, era algo en realidad mucho más vinculado a una conjunción de fenómenos, entre ellos, ineludiblemente, el hecho de que se encontrara recortado por sobre todo lo tangible y la posibilidad de que fuera en cierto modo inalcanzable, por lo tanto necesariamente incomprensible y hasta ajeno. Fue una cosa que aprendí de un modo natural, aquel verano del año 84 […]

Al final, González Bertolino despliega sus genuinas preguntas como autor, abriendo varias ventanas en torno al aprendizaje y a la función de la escritura en la construcción genuina del escritor y de la persona: 

Cuando el impulso de la escritura parece realizar en mayor o menor medida el deseo original, luego de que aquel significado subyacente de la obra, quizás nunca del todo claro, late y le proporciona su relieve a la página, quien escribe tal vez haya corregido un tanto las coordenadas de su existencia. 

De esta forma, estas tres novelas, con sus peculiaridades, asumiendo y expandiendo las posibilidades del género, ingresan por la puerta grande en el corpus de la novela de aprendizaje.

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